El aroma a cítricos invade todo el auto, observo con diversión el aromatizante en forma de naranja colgado en el espejo retrovisor y sonrío recordando como Connor se alteró por haber tirado el anterior, alegando que olía mucho mejor.
-¿Por que sonríes Arley?- preguntó Connor con curiosidad.
-Solo recordé lo alterado que estabas cuando tiré tu horrible aromatizante -reí.
-Ah eso- bufo- aún no puedo creer que te hallas atrevido a cambiarlo, a las chicas les gusta lo varonil, ahora mi auto huele a niña- dijo fingiendo frustración.
-Tu lo has dicho, lo varonil, no el olor a pasta de dientes.
-¡Es menta!- comentó indignado.
-Como sea, era todo menos varonil- dictaminé divertida
Me sonrió divertido y alargó la mano para revolver mi cabello, para después volver la mirada al frente mientras conducía a casa.
Al llegar encontramos a papá en la sala viendo un partido de fútbol, quién suspiró aliviado al vernos.
-Al fin llegan, muero de hambre- apagó el televisor y se acercó hacia nosotros.
-Buenas tardes papá- dijimos al unísono mientras nos dirigíamos a saludarlo.
La puerta se abrió y dio paso al último integrante de la familia, cargando aquel maletín negro de siempre, él sonrió al vernos se acercó a saludarnos y darle un beso a papá.
No todas las familias eran iguales, eso lo entendí al pasar los años, la nuestra era única. Mientras los niños llegaban a la escuela de la mano de papá y mamá, Connor y yo llegábamos de la mano de papá y papá.
Alberth y Christian Ferth.
Nuestros padres adoptivos.
-Yo voy- abrí la puerta en cuanto escuché el timbre - Hola Noah - dije al verlo frente a mi casa.
-Hola- contestó ajitado, sus mejillas estaban sonrojadas y su cabello rubio se pegaba a su frente debido al sudor, parecía que había corrido todo un maratón.
Noah era mi mejor amigo desde la primaria, eramos sólo los dos antes de conocer a Charlotte unos años después. Quién terminó siendo mi mejor amiga y la de Noah, así que ahora éramos los tres.
-Vengo de casa de Charlotte- intentaba controlar su respiración
-¿Y?- pregunté confundida
-Código rojo, ella nos ha mentido.
En secundaria a Noah se le ocurrió inventar una especie de códigos de amigos, puesto que teníamos una sola regla:
No mentir entre nosotros.
El código rojo significaba que alguien había roto nuestra única regla, al parecer ese alguien era Charlotte.
-¿Como sabes eso?
-Fui a su casa a dejar algunas cosas que me encargo mamá, estando allí pregunté por ella, su madre me dijo que había ido a comprar el regalo para la fiesta de Susan.
-Se supone que hoy viajaría a visitar a su padre, además ¿desde cuándo se lleva bien con Susan?
-Ves, ella nos está ocultando algo, arreglarte pasó por ti a las ocho- él se dio vuelta
-¡A donde iremos! -grité mientras lo veía correr de regreso a casa
-¡A la fiesta de Susan!
Cerré la puerta con un suspiro recostandome sobre ella.
¿Qué ocultas Charlotte?
...
El auto de Noah se estacionó frente a la casa de Susan, todos la conocíamos puesto que era una de las mejores estudiantes en la universidad, había invitado a todos, así que no necesitábamos de una invitación.
Tal como lo imaginaba, el lugar estaba a reventar de estudiantes, encontrar a Charlotte iba a ser más complicado de lo que creímos.
-¿la ves? - pregunté elevando la voz por la música mientras él solo negaba.
-Iré por algo de beber mientras la buscamos- gritó mientras se abría paso a la multitud, seguramente en dirección a la cocina.
Me acerqué a la mesa llena de regalos y puse el nuestro, no íbamos a venir a un cumpleaños sin un regalo, aunque sea solo para encontrar a la chica que rompió nuestro código de amistad.
Me senté en uno de los sofás de la sala esperando por él, y buscando con la mirada alguna señal de mi amiga.
El celular en mi mano vibró anunciando un nuevo mensaje.
De Noa:
"En la cocina"
"Ahora"
Corrí en dirección a donde él había ido atravesando la bola de estudiantes bailando y bebiendo, al llegar vi a Noah quién me dio una mirada que no pude descifrar en aquel momento.
-¿La encontraste?- pregunté extrañada por su actitud
El asintió y me señaló una puerta que parecía dar a la parte trasera de la casa.
Abrí la puerta con cuidado aún sin entender la situación, mi vista cayó en la chica rubia quién reía, abrazada de un chico a los que reconocí perfectamente...
Charlotte, mi mejor amiga.
Y Alfred, mi novio.
Ella enredó sus brazos en el cuello de Alfred y dejó un beso en sus labios mientras ambos reían, aún sin darse cuenta de mi presencia.
Mis ojos se cristalizaron, y un nudo se me formó en la garganta, gire mi rostro para ver a Noah detrás de mi sin saber que decir, me tomó de la mano y me sacó de ahí.
Prefería irme, en vez de enfrentarlos y escuchar seguramente sus estupidas excusas sin sentido.
Nos subimos al auto en silencio pero con miles de cosas por decir.
-Llora- dijo tomándome de la mano -puedes hacerlo.
Y sólo eso basto para romperme por completo y darme cuenta que en realidad siempre fuimos Noah y yo.
Sin ella.