Somos Únicos

2. Si puedes morir de amor.

 

¿Puedo quedarme en tu casa?- pregunté después de un largo silencio -no quiero que mis padres me vean así, mucho menos mi hermano.

 

Mis ojos estaban rojos e hinchados, hacia rato que había dejado de llorar pero el dolor seguía siendo el mismo, incluso mucho más intenso.

 

Noah asintió

 

-Fernanda estará tan contenta de que te quedes a dormir.

 

Tomé mi celular entre las manos dispuesta a llamar a papá, en cuanto lo encendí mis ojos comenzaron a picar al ver el fondo de pantalla, Alfred y yo salíamos sonriendo en una de nuestras tantas salidas.

 

Lo conocí en mi último año de preparatoria, sólo habíamos intercambiado un par de palabras, que con el tiempo se convirtieron en mensajes, llamadas en la madrugada, abrazos, besos...

 

Alejé esos recuerdos de mi mente y decidí llamarle a papá inventando alguna excusa para quedarme a dormir en casa de Noah.

 

Estacionó el auto y nos adentramos a su casa, la cuál siempre me había parecido linda, era cálida y cómoda pero algo grande para sólo ellos tres.

 

-¿Han aceptado que te quedes esta noche?- preguntó divertido al verme terminar la llamada.

 

-Ya sabes, siempre y cuando yo duerma con tu hermana- me encogí de hombros

 

Él suspiró al verme

 

-Todo estará bien Arley.

 

Asentí, aunque en ese momento parecía estar todo, menos bien.

 

-Fernanda llegará en un par de minutos, mamá y ella salieron a dar una vuelta, ya sabes noche de chicas.

 

Tomó de mi brazo mientras me arrastraba a la cocina, a él siempre le había gustado cocinar, así que era su parte favorita de la casa.

 

-Prepararé algo de cenar

 

-En realidad no tengo hambre

 

-No creí habertelo preguntado- dijo ignorandome- porque no me ayudas y sacas la basura.

 

-¿Es enserio?- pregunté sin creerlo - Noah son más de las 10 de la noche, ¿quién saca la basura a ésta hora?

 

-Oh vamos, mañana es sábado, el camión de la basura pasa a las 8 y no quiero levantarme a sacarla -se quejó- por favor- batió graciosamente las pestañas

 

Fue mi turno de suspirar

 

-Ya qué- dije tomando un par de bolsas y vaciar la basura en ellas.

 

Saqué las bolsas y observé el contenedor fuera de la casa, tiré la basura y me senté en el pasto, necesitaba un tiempo a solas.

 

Sin evitarlo comencé a llorar, aún no podía creer lo que había visto esta noche, Charlotte era mi mejor amiga.

 

Y él...

 

Se suponía que me amaba, ¿en qué momento eso cambió?, ¿yo no era suficiente?

 

El corazón se me rompía un poco más al recordar como la abrazaba, como la miraba.

 

Nunca me había mirado de la misma forma en que la miraba a ella.

 

Y eso dolía, dolía demasiado.

 

-Vaya, nunca había visto a alguien llorar así por sacar la basura- oí una voz frente a mi

 

Me puse de pie de inmediato viendo a un chico observarme con curiosidad y diversión al mismo tiempo.

 

-Lo siento- limpié mis lágrimas avergonzada y me sacudía la ropa - soy Arley, en realidad creí que no había nadie a ésta hora.

 

-Pues yo creí lo mismo- dijo divertido.

 

Y por un momento me permití observarlo detenidamente, llevaba unos pantalones negros, una camiseta blanca y una chaqueta negra de cuero, su cabello era castaño algo alborotado y tenía un piercing en los labios.

 

¿Un chico rudo eh?

 


-Nadie saca la basura a ésta hora- comentó divertido

 

-Nadie espía a las personas a esta hora- devolví

 

Él arqueo una de sus cejas sonriendo

 

-intento buscar algo de ispiración

 

-¿inspiración?- pregunté curiosa

 

-Los escritores necesitamos de inspiración- se encogió de hombros

 

-No pareces un escritor- comenté

 

-Que puedo decir, soy original- dijo con presunción, lo cual me hizo reír de verdad, por primera vez esta noche- ¿Que hacías llorando?

 

Mi sonrisa se esfumó de inmediato y cuando creí que no insistiría más, lo hizo

 

-¿es un chico?

 

-¿tanto se nota?- asintió - puede decirse que si, en realidad no quiero hablar sobre eso, ni siquiera te conozco.

 

-Entiendo

 

-Estaré bien- dije más para mi, que para el -Nadie se muere de amor.

 

-Eso es mentira, si puedes morir de amor- dijo mientras jugaba con el aro de metal entre sus labios

 

-Gracias eso es de mucha ayuda- dije irónica

 

-El amor propio- soltó

 

-¿Qué?

 

-El único amor por el que podrías morir, es el amor propio, si no lo tienes, no tienes nada - dicho esto sonrío y dio la vuelta comenzando a alejarse

 

Bufé confundida, y me dispuse a entrar de nuevo a la casa

 

-¡Por cierto! ¡lindo nombre!- Gritó a lo lejos.
-¡me llamo Hayren! ¡Nos vemos por ahí!- y con eso siguió caminando hasta desaparecer en la oscuridad de la calle.

 


Hayren

 

Lindo nombre.

 




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