Somos Veneno.

Prólogo.

El joven estaba encadenado al suelo, con un aparato extraño, que él no conocía atado a la espalda, a la altura de las salientes de sus alas blancas.

Podía sentir el insoportable peso sobre su espalda, el intenso escozor en sus muñecas debido a los grilletes que las apresaban contra el suelo.

La resignación a lo que le esperaba pesaba como plomo sobre él, mientras su mente lo torturaba con las imágenes de lo sucedido días atrás. Su voz, aquella voz tan melodiosa y hermosa que había destruido. Su tacto tan suave y especial, su cabello sedoso y rubio, sus ojos tan azules y hermosos que quería sumergirse en el azul de su mirada.

Pero luego la sangre, sus gritos, sus arañazos y su último aliento contra su oído antes de desaparecer.

Abrió los ojos y miró hacia adelante, levantó su cabeza sin miedo a enfrentar su destino.

Frente a él, la gran corte arcángel, encabezada por Gabriel y Miguel.

—Híbrido —escupió Gabriel mirándolo con asco—, tú no perteneces aquí, ¿cuántas veces debemos decírtelo? —dijo y golpeó la mesa con fuerza—, ¡No solo volviste, sino también te llevaste al infierno a una de nosotros!

— ¡Soy un ángel como ustedes! —gritó el chico— ¡Soy igual a ustedes!, ¡no debieron echarme en primer lugar!

— ¡Cierra esa pagana boca, demonio! —gritó Miguel, ya sin paciencia—. Una criatura. No, un monstruo mitad ángel mitad demonio no puede habitar el cielo. Tu parte demoníaca se muestra en cada fracción de tu inservible cuerpo, tus acciones son dignas de alguien impuro, volviste para vengarte de una forma vil y denigrante, demonio.

—No soy un demonio solamente —espetó—, me tienen miedo porque yo soy más fuerte que ustedes.

—Y si eres más fuerte, ¿por qué no te has liberado? —masculló Remiel mirándolo con sus ojos dorados y divertidos—. Si fueras en verdad tan fuerte como presumes, ni siquiera seguirías aquí, híbrido.

Sus ojos se enfrentaron, y las palabras murieron en la garganta del joven, no podía sacar a relucir su poder por ser más ángel que demonio, pero ellos no querían aceptarlo.

—Eso pensé —Sonrió Miguel—. La votación ha sido unánime, se te arrancarán las alas y no podrás volver a pasar la barrera que separa el Cielo de la Tierra, y ojalá que vuelvas al agujero de donde saliste.

El híbrido sonrió de lado, sus alas eran indestructibles, fuertes y grandes como las de un arcángel. No podrían ser destruidas tan fácilmente.

Pero uno de los ángeles se acercó y tomó su mentón con una mano y apretó fuerte hasta que el joven se vio obligado a abrir la boca, vertió dentro de ésta un líquido amargo.

Se preguntó si era veneno.
Y lastimosamente no lo era.

Sintió sus alas pesadas en su espalda, hasta que finalmente dejó de sentirlas. Se giró para mirarlas, completamente confundido y fue entonces cuando el artefacto fue activado, cuchillas giratorias destrozaron por completo ambas alas, hasta que las arrancó de su carne.

Un grito de horror y dolor se construyó en su garganta, pero no pudo decir mucho porque uno de los arcángeles apareció frente a él y lo atravesó con su espada de oro. Sintió como si lo rostizaran desde adentro y gritó, gritó como nunca antes lo hizo mientras su atacante arrancaba el arma de su ser y lo dejaba tirado en el suelo.

Poco a poco todo se fue volviendo negro, hasta que finalmente quedó inconsciente.

~°~

La noche era fría y lo único que lo podía calentar lo suficiente, era el cigarro entre sus dedos pálidos con algunas cicatrices de viejas batallas. Su ánimo era similar a sus ganas de vivir, bastante triste.

Los humanos pasaban a su lado pero no podían verlo, con el tiempo se había acostumbrado, a veces le gustaba bromear con ello, empujándolos o robándoles cosas, haciéndoles creer que estaba dementes.

Sí, era el único entretenimiento que podía tener siendo lo que era.

La humedad del mundo mortal causaba que su espalda quemara, que sus labios se secaran y se sintiera débil, adormecido.

Faltaba media cuadra para llegar a su destino y acabó el cigarrillo para arrojarlo a un costado. De cierta forma estaba intrigado, una humana sería su ancla, su oportunidad de vivir entre los humanos, de dejar de ser invisible, de tal vez obtener un lugar en el mundo.

Se preguntó cómo sería, pero rápidamente alejó esos insulsos pensamientos, no era su problema, solo debía forjar un vínculo con ella y eso sería todo. Se alejaría y seguiría con su vida.

Lilith le había hablado poco de la joven, pero sabía que era distinta para ella, se notaba en su forma de hablar, como si quisiera deshacerse de ella.

La venta de humanos para Híbridos, vampiros, hombres lobo y demás era claramente ilegal, Lilith lo sabía y se había aprovechado de la desesperación por esas criaturas por obtener humanos que se ajustaran a sus necesidades. Para la suerte de la humana, le tocó un híbrido y no un vampiro; los hombres lobo eran aún más salvajes y destructivos, pero lo peor que le podía esperar a esos mortales, era un demonio parásito.

Aunque según se sabía, Lily les daba niños para que los posean y se camuflaran más fácilmente en el mundo humano, aprendían junto al niño, crecían junto al niño y cuando llegaba a la pubertad, adiós. Poseían su cuerpo, su alma, se volvían ellos. Se volvían monstruos.

El edificio parecía brillar en neón entre los demás rascacielos aburridos de la ciudad. Se estiró un poco antes de entrar por una puerta negra. Olía a azufre y un intento de perfume para ambientes.

No había nadie más que lo que parecía ser una recepcionista tras un escritorio moderno y pintado de negro. Sus gafas eran puntiagudas, su nariz era fina y perfecta, sus labios estaban teñidos de un tono cobre que al híbrido le llamaba la atención. Era una presa fácil para alguien como él, ser algo prohibido por todos lados tenía sus ventajas, un misterioso encanto para las mujeres.




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