Victoria:
— ¡Déjame ir por él! —exijo golpeando la puerta con desesperación, pero es inútil.
Ese híbrido infeliz no va a abrirme.
Me ha encerrado aquí para que no vaya por Ryan, por mi propio hermano menor. Ha huido, está solo y quién sabe qué estará haciendo. La última vez que huyó de esa forma, terminó volviendo en brazos de Lilith, con olor a alcohol y hierba, sucio, golpeado y confundido.
No sé qué le sucedió, nunca quiso decírmelo. Pero había huido al enterarse de que nuestra madre podría seguir viva.
Temo que pueda sucederle de nuevo, temo que haga algo estúpido, que lo ataque alguien o que tenga un accidente.
— ¡Vamos, Zed! ¡No hagas esto! ¡Al menos vé tú a buscarlo! ¡No puedo abandonarlo así! —Golpeo tan fuerte que mis manos comienzan a lastimarse y el ruido de la madera es espantoso—. ¡Déjame ir! ¡No puedes encerrarme así!
Lágrimas de impotencia corren por mis mejillas y miro el escritorio junto a la puerta de mi habitación, la ira me invade y arrojo al suelo todo lo que haya ahí arriba. Pateo la puerta una y otra vez, y vuelvo a gritar que me deje ir, pero nada sucede. Solo oigo como sube el volumen de la televisión para no escucharme.
«Maldito idiota...»
Miro la marca en mi mano, como si un lazo la envolviera y trato de visualizar ese lazo, de tirar de él, retorcerlo hasta un punto que hasta me causa un gran dolor en el pecho, pero tiro de él.
—No juegues con fuego Victoria, podrías quemarte —espeta Zed apareciendo a mis espaldas y me avalanzo sobre él sin pensarlo demasiado.
— ¡Déjame ir, lunático! —exclamo golpeando su rostro con un reloj despertador que había caído al suelo junto con todo lo demás—, ¡Es mi hermano!
Golpear su cara, es como golpear una piedra.
Me somete rápidamente, dando vuelta la situación y dejándome aprisionada en el suelo.
—Eres insoportable e inútil —Me espera con sus ojos encendidos en rojo.
—Tus ojos no me asustan. —Lo enfrento—. Déjame ir por mi hermano, solo pido eso.
—No voy a salir de éste lugar a horas de un maldito ataque de ángeles y tú tampoco —dice como si fuese obvio—. Podría jurar que los siento moverse por la zona, su presencia, sus alas romper el viento, sus ojos dorados y sus voces tan frívolas como el hielo.
Su rostro está tan cerca que puedo oler su aliento a café y ver las bolsas que decoran sus ojos.
—Es mi hermano —digo forcejeando inútilmente—, necesito encontrarlo, necesita de mí.
—Yo necesito de ti, necesito que no termines con la cabeza tirada en una sanja por un capricho absurdo, necesito que dejes de gritar como la enferma que eres y te vayas a dormir, necesito que dejes de jugar con algo que no entiendes y me dejes tranquilo —escupe con el desprecio plasmado en su rostro—. Acéptalo, tú no tienes el control aquí, Victoria.
— ¿Quieres ver? —Lo desafío y siento que desgarro un poco el lazo, causándome un intenso dolor en el pecho que me hace perder el aliento y a él le sucede lo mismo.
El dolor es insoportable y siento que no puedo moverme. Zed se recupera un poco y me levanta del cuello para arrojarme a la cama como si fuese un trapo, cosa que me enfada aún más.
— ¡No te atrevas a hacer eso de nuevo! —Me grita arrojándome el reloj de hace un momento que me termina dando en la frente.
El pinchazo del corte que causó el aparato me aturde demasiado, la sangre comienza a descender y todo me da vueltas, pero no.
No pienso quedar inconsciente.
Me acaba de dar en la cara con el maldito reloj y me levantó del cuello para tirarme en la cama.
¿Quién se cree que es?
— ¿Cómo te atreves a hacerme eso? —pregunto con asco mientras me levanto con lentitud—. ¿Quién mierda te crees que eres? ¿Crees que puedes llegar a mi vida y seguir arruinándola? Ya tuve suficiente con lo de mi madre. Mi hermano y yo somos lo único que tenemos; no puedes aparecer, golpearme, encerrarme, insultarme y tirarme como si fuese basura —espeto empujándolo—, ninguno de ustedes puede aparecer de repente y creerse Dios, dependen de nosotros más que nosotros de ustedes. Más vale que ese ego que tienen desaparezca, porque si alguno de nosotros recibe un mal golpe suyo, deberán pasar un tiempo desaparecidos.
— ¿Me estás amenazando, humana?
— ¿Quieres probarme, híbrido?
—No realmente, eres desagradable —Me mira de arriba abajo.
—Lo mismo te digo.
—No te confundas —dice apretando mis hombros con fuerza—, no eres nada para mí y si mi paciencia se termina, prefiero pasar unos días en la nada misma que seguir haciendo de niñero. Porque créeme, Victoria, que puedo asesinarte y conseguir otra Ancla en poco tiempo.
—Hazlo, entonces. Inténtalo.
La puerta se abre y veo al amigo del híbrido, Sean Landon. Nos mira con desaprobación y menea la cabeza.
—Parecen dos niños —masculla y Zed me suelta con brusquedad—. ¿Tú le hiciste eso en la frente?
—Sí, ¿y? —escupe el hibrido—, no dejaré que haga lo que quiera.
Se marcha y aprieto los puños con fuerza. El chico se acerca a mí y toca mi herida con suavidad.
—Es un bruto —Rueda los ojos y me indica que me siente en la cama.
Pero no quiero hacerlo, estoy tan enojada por lo que acaba de pasar que quiero destruir cada centímetro de ésta habitación, quiero salir corriendo y no volver jamás.
Mi teléfono comienza a sonar con la melodía de Disenchanted de My chemical romance y quisiera estrellarlo contra el suelo. Pero al ver el número desconocido, decido atender.
— ¿Quién es? —pregunto con brusquedad.
—Vaya, alguien está enfadado —Oigo la voz de Zayn—. Me alegra saber que no me diste un número falso y quería decirte que tengo algo tuyo.
— ¿Disculpa?
—Verás, estaba de lo más bien en un club con unos amigos cuando vi a un niño pelear contra un grupo de hombres, quedó sumamente mal y cuando fue al baño a lavarse me acerqué. Se parecía mucho a ti y cuando cayó inconsciente, revisé su celular y tenía tu contacto como llamada principal —dice y siento que mi corazón da un vuelco.