Somos Veneno.

19.

Cameron:

No puedo creer lo que veo, retrocedo y Skylar ladea un poco la cabeza.

— ¿Vas a desmayarte? Porque no tengo tiempo para andar cargándote, nos atacan ángeles —dice tocando mi hombro y siento una descarga eléctrica rara.

Ella también la siente, dado que se aleja de golpe.

—Bien, ouch. Esto pasa cuando no me acerco a ti por... ¿Seis? ¿Siete años?

—Nunca te he visto.

—Cariño, que no me hayas visto el rostro no significa que no haya estado cerca —refuta estirándose—. Que horror, que demacrado te ves.

Ladeo la cabeza y ella me toma del brazo, me distraigo un momento con los tatuajes en sus dedos.

—Bien, mi auto espera en la puerta, ¿sabes conducir?

Niego.

—Está bien, no importa. Kazumi conducirá por ti —masculla—. Hay dos ángeles en el pasillo, debes mantenerte detrás de mí en todo momento.

— ¿D-Dos? —balbuceo.

—No es nada, peleé contra más en otras ocasiones. —Le resta importancia con un ademán de su mano.

— ¡Hace unos días casi te matan ángeles! —chillo.

Me mira como si fuese un mal chiste.

—Por favor, cierra la boca. —Rueda los ojos y sale al pasillo, no puedo evitar seguirla.

Uno de ellos nos ve y se me hiela la sangre, pero Skylar va a paso firme hacia él y una espada le atraviesa el abdomen.

— ¡Skylar! —exclamo sintiendo el intenso dolor y las manos el segundo ángel en mis hombros.

Me mira por sobre su hombro y escupe sangre en el rostro de su atacante, el fluido rojo se llena de una especie de espinas que atraviesan su cabeza y causa que suelte el mango de la espada.

Se mueve rápido y se arranca el arma del cuerpo para cortar la cabeza de la criatura que me sostiene.

Estoy temblando, maldita sea.

— ¿Eres bobo? ¿Qué te hace pensar que me lanzaría a la espada de un ángel así como si nada? Me subestimas, caniche molesto —espeta jalando de mí hacia las escaleras.

— ¡Pero si casi te hacen trizas la otra vez!

—No le hagas caso a Keyler, es un exagerado. Al igual que tú, iba a estar bien, por favor —masculla mientras bajamos.

— ¿A d-dónde vamos?

—A la salida, te subiré a ese auto e iré por mi hermano y esa china, luego nos iremos —explica.

—Pero...

—Cállate y camina.

~•°•~

 

Zaphire:

Voy a preguntar a qué demonios se refiere conque tiene un hermano ángel, cuando mi garganta quema y retrocedo, soltando a Lena.

— ¿Zaphire? ¿Estás bien? —pregunta ella acercándose, pero sigo retrocediendo, sintiendo la inmensa sed ahogándome.

Es como si pudiera escuchar los latidos de ambas, como si oyera el sonido de su sangre recorriendo sus venas. Cierro los ojos, por miedo a que se vean rojos.

—Debemos irnos. —Escucho que dice Aqua y me doy la vuelta, temblando.

No debe verme así.

—Zaphire no se siente bien —dice Lena y quisiera arrancarle la lengua.

Empiezo a toser de una manera espantosa.

—Solo se atragantó con su propia saliva —masculla Gravity—, no seas exagerada, humana.

— ¡No tenemos tiempo para esto! —exclama mi híbrida y siento su mano en mi brazo.

—Maldita sea —dice la rubia y la mano de Aqua desaparece.

Oigo un gemido y cuando me giro, la veo inconsciente en el suelo, al igual que a Lena.

—Gra... —Comienzo, pero me toma por la nuca y me acerca a su cuello sin decir nada.

Los colmillos desgarran mis encías y los entierro en su carne, bebiendo de ella, sintiéndome mejor y aliviada.

—No soy tu maldito biberón, castaña —musita—. Mira lo que tuve que hacer. No miento cuando digo que si Aqua se da cuenta, te arrancará los colmillos y te los meterá en el trasero.

Me alejo de ella, respirando con fatiga y limpiando la sangre de mi boca con el dorso de mi mano. La herida que dejé en su cuello es grande y luce dolorosa.

— ¿Qué se supone que hagamos ahora? —pregunto agachándome junto a Lena.

Me doy asco.

—Huir.

—Debo quedarme con Aqua...

—Claro, ve y dile "Sé mi Bella Swan" a ver qué te responde —escupe con sarcasmo—. ¿De quién te alimentarás? ¿Cómo sobrevivirás?

— ¿Planeas llevar a Lena también? ¿O qué?

—No lo sé —murmura y se pasa una mano por su cabello rubio platinado—, no puedo cargar con ambas.

—Si la dejas con Aqua, la matará por haberme llevado contigo.

—No lo hará, no le convendría. Tengo más contactos que ella y encontraría otra Ancla enseguida —dice mirándome a los ojos—, además puedo decir que la atacó un ángel y nos arrastró lejos, como buena amiga que soy, te llevé conmigo en lugar que a mi propia Ancla, para que no desaparezca.

—Mentirosa de primera —digo con sorna—. No es buena idea.

—Escúchame, la casa está invadida de ángeles, ¿quieres morir?

—Sí.

—Pues qué pena, porque no se me da la puta gana de que mueras ahora —espeta tomándome del brazo.

Entonces algo la toma del pelo y la arroja al otro lado de la habitación, donde otro ángel la atrapa y entierra en su pecho una de esas dagas doradas. Gravity grita de una forma tan desgarradora y adolorida que todo en mí se enciende.

Uno de esos infelices me golpea y me arroja contra la pared, pero me repongo y esquivo dos de sus golpes para enterrar mi mano en su pecho, arranco su corazón y lo pateo lejos. Pero otro me somete contra el suelo, causando que chille por el dolor que provoca en el brazo que sostiene contra mi espalda.

—Eres una mugre —escupe en mi oído con una voz áspera—, voy a hacerte pedazos.

— ¡Gravity! —exclamo viéndola sufrir con esa arma en su pecho.

Una ráfaga de luz me ciega y la sangre ensucia mi espalda cuando Wek hace un limpio corte en la garganta del ángel. Su sangre es igual de dorada que sus armas.

—W-Wek —murmuro levantándome y ni siquiera veo cómo se mueve hacia los demás ángeles, porque lo hace demasiado rápido.




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