Somos Veneno.

27.

Keyler:


Skylar está a mi lado mientras nos conducen por un pasillo amplio hasta una gran puerta azulada con decoraciones de oro.

— ¿No tienes idea de por qué quiere verme? —Le pregunto a mi hermana y ella niega, está bastante seria.

—El jefe solo te mandó a llamar y no iba a dejarte venir solo. Honestamente, esto no me agrada —explica—. Él es algo... Reacio a los invitados de sus aliados.

Dos de sus hombres abren la puerta y una enorme biblioteca se extiende frente a mí. Los libros están en fila en el aire, levitando a ambos lados de la habitación. La magia se percibe en el aire. Camino por la alfombra roja que lleva al final de la habitación, Skylar se adelanta unos pasos, con los puños apretados.

—Señor Rosen —dice ella arrodillándose frente al escritorio de cristal que aparece delante nuestro.

La silla de cuero negra se gira, revelando al jefe. Frunzo el ceño y me cruzo de brazos.

— ¿Y el jefe? —pregunto y mi hermana me da una patada en la pantorrilla.

— ¿Este es su famoso hermano, Sheridan? —pregunta una mujer.

Viste de traje y su melena rizada y negra cae a un lado de su hombro. Su cabello es tan largo que seguro toca el suelo. No debe tener más de treinta. Sus largas uñas pintadas de bordó golpean la superficie de la mesa, marcando un impaciente ritmo.

—Así es, usted lo ha mandado a llamar —dice Sky y nunca la había visto tan... Intimidada.

Aunque la comprendo. Estas personas son sumamente peligrosas. 

—Sí —dice con voz firme—, pero solo a él.

—Si me lo permite, quisiera permanecer junto a mi mellizo.

—No se lo permito, largo de aquí —masculla la mujer haciendo un ademán con su mano.

Skylar aprieta los puños y me mira de reojo.

"Ten cuidado, ni se te ocurra ofenderlatrátala de usted y sé lo más educado posible, no solo tu cuello está en juego". Oigo su voz en mi mente y asiento levemente. Desde que nacimos tenemos ese tipo de conexión.

Podemos comunicarnos telepáticamente, entre otras cosas. Estamos conectados de muchas formas.

Las puertas se cierran tras ella y dos hombres se paran junto a mí, uno a cada lado. Me mantengo tranquilo, no van a intimidarme.

—Los he estado observando, Sheridan —dice cruzándose de brazos—. He llegado a la conclusión de que los quiero de mi lado, a ustedes dos y a todo el grupo de ser posible.

— ¿Y por qué nos pondríamos de su lado? —pregunto por impulso.

—Tu hermana y tu Ancla corren riesgo si no lo haces, para empezar —espeta—. Phanton está tras ustedes y puedo brindarles la protección que necesitan ante eso.

—Nadie puede contra Phanton —refuto—, ¿qué le hace creer que podrá protegernos?

—Tengo una alianza con él. Una alianza pactada con magia, él no puede herirnos, como nosotros no podemos herirlo —explica—. Si se unen a mí, formarán parte de esa alianza.

—Usted no lo entiende —dice una voz a mis espaldas.

Zed sale de un portal abierto en medio de la gran biblioteca y se acerca. Luce bastante demacrado, su camisa está mal abotonada y tiene una leve capa de vello en todo el mentón. Está muy despeinado y sus ojos verdes están rodeados de ojeras.

—Zed Kabock. —La mujer sonríe y su sonrisa es lo más sombrío que vi en mi vida—. Estaba esperándolo.

— ¿Acaso debería sentirme honrado por eso? —Arquea una ceja con sorna—. Escuche, no sé de dónde ha salido o dónde quedó el verdadero jefe de Rosen. Pero no tiene una idea de lo que hemos pasado, prefiero morir que unirme a esta mafia deshonesta y privilegiada. Queremos la libertad, no más esclavitud.

Me lo quedo mirando, sorprendido. ¿De dónde salió? ¿Skylar lo llamó?

— ¿Libertad? —ríe con sorna y se acomoda en la silla—. Dependiendo de una Ancla nunca serán libres, entiendan eso. El mundo sabe de su debilidad, de su dependencia con estos humanos, deben hacerse a la idea de que nunca tendrán esa libertad que tanto quieren.

Zed aprieta los puños y me interpongo.

—Explíqueme algo, ¿por qué están interesados en incorporar a mi mujer aquí? —pregunto para cambiar el tema.

—Los Futaba fueron buenos aliados, me atrevería a decir que los mejores. Kazumi es un guerrero nato y su hermana tiene mucho potencial —explica—. Eso sí, el embarazo que tiene pone en riesgo su vida, no quiero lisiadas entre mi gente, deberán hacer algo con eso.

La miro con resignación y doy un paso hacia ella.

— ¿Qué sabe usted de todo esto? —espeto—. No puede obligarnos a...

—Sé de tu maldición, Sheridan. Por favor, sabes que ese embarazo nunca acabará, ¿por qué ilusionas a esa niña?

— ¿De dónde sacó ese cuento?  —Mantengo la calma, no debe afectarme lo que dice.

—De los recuerdos de tu hermana.

—Se atrevieron a hacerle daño —escupo—. Voy a...

Pero las alas de fuego desgarran la ropa de Zed y lo elevan en el aire a una velocidad increíble. Sus ojos arden en rojo mientras trata de abalanzarse sobre la mujer, pero las puertas se abren y mi hermana le atina un fuerte puñetazo que lo estrella contra la pared.

Está transformada, con su cabello teñido de blanco y su piel cubierta con pequeñas manchas negras.

—No la toques, Kabock —advierte parándose de espaldas a su jefa—. No quiero lastimarte.

— ¡Ellos te lastimaron! —chilla Zed apareciendo frente a ella—, ¡Se metieron en tu cabeza, Skylar!

—Que la jefa conozca tu pasado es un requisito para entrar y les permití hacerlo —masculla—. Ahora, es mejor que te vayas y dejes de hacer el ridículo.

— ¿Yo hago el ridículo aquí? —ríe Zed—, Por favor, yo no defiendo a un monstruo.

—Sí, te defiendes a ti mismo —refuta y Kabock se la queda mirando como si no la reconociera.

— ¿Sabes qué? Quédense aquí, sean parte de toda esta mierda. A mí ya no me interesa, recuperaré a mi Ancla y me iré, cuando las cosas no resulten para ustedes, no vengan por mi ayuda —exclama y me mira—. Al menos cuida de ella por una vez en tu vida.




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