Somos Veneno.

29.

Lowell:

Xavier está practicando con sus armas en el bosque, me siento bastante expuesto haciendo esto aquí, pero según él, no pueden detectarnos en este lugar.

El revólver derecho pareciera estar hecho de energía solamente, rojiza y anaranjada, con algunos detalles en violeta. Mientras que el otro es un poco más grande y tiene grabado una especie de rosa en el mango. A diferencia del rojo, este parece más sólido y azulado. Ambos disparan dos tipos de balas distintas, una es incendiaria y la otra hace algo diferente cada vez que dispara. La primera vez, varias ramas repletas de espinas salieron del árbol donde disparó, la segunda pareció deshacerse por ácido y la tercera estalló.

— ¿Hace cuánto tiempo que los tienes? —pregunto, ya aburrido de sentarme a mirar.

Sus ojos me miran de arriba abajo con molestia y suspira.

—No tienes porqué saber eso.

— ¿Por qué? Solo es una pregunta simple, Xavier. —Ruedo los ojos.

Está molesto conmigo, sigue estándolo porque nuestro lazo es débil. Él no puede sentir nada de mí, a diferencia de los otros híbridos. Según este híbrido, mi existencia se siente como un peso muerto cargado en su espalda.

Es tan simpático.

—Porque no lo sé, ¿entiendes? No sé de dónde salieron —espeta haciendo que desaparezcan sus armas—. Hay muchas cosas de mi pasado que no recuerdo. Una laguna en mi mente durante un siglo entero. No recuerdo nada de lo que pude haber hecho y eso me enferma. ¿Sabes lo peor? Tal vez tú me serías de ayuda para entender lo que pasó, pero nuestro...

—Lazo es débil. —Termino la frase por él y me levanto del suelo—. ¿Crees que te lo hago a propósito? Si fuese por mí, te ayudaría en todo lo que pudiera. Todo. Pero no puedo y no es culpa mía.

—Lo es.

— ¡¿Por qué?! —Comienzo a enojarme.

— ¡Porque estás enamorado de mí y eso debilita mi lazo contigo, Lowell! —exclama y golpea un árbol tan fuerte que su puño atraviesa la madera.

Me quedo con los ojos bien abiertos y retrocedo, ahora sí me siento expuesto.

—No sé de qué hablas —digo cruzándome de brazos y él alza las cejas con  incredulidad.

—Por favor, no te molestes en negarlo. Si quieres ir a los detalles obvios y humillantes, susurras mi nombre mientras duermes. —Un ademán de sonrisa pasa por sus labios, pero se mantiene serio—. En serio, Lowell, te conozco desde hace años, tendría más sentido que me consideres tu padre a que te enamores así.

— ¿Quieres que te considere mi padre? —Frunzo el ceño y él desvía la mirada.

—No, claro que no. Solo puse un ejemplo, te conozco desde que tienes... ¿Cuánto? ¿Diez años? Tienes veintitrés.

—A los doce, hace once años. Ni siquiera lo recuerdas.

— ¿Debería recordarlo? —masculla acercándose—, Vamos, dime cuánto más resistirás sin llorar como un bebé, ¿qué tan para la mierda debo tratarte para que dejes de sentir eso?

Sus palabras me duelen y miro al cielo solo porque no sé dónde demonios direccionar mis ojos.

—Estoy cansado de estar aquí —murmuro y doy media vuelta.

— ¿A dónde crees que vas, Lowell? Deja de ser tan cobarde y escapar de todo —dice—, por tu culpa estamos vulnerables, porque estás tan confundido...

Me giro y le atino un puñetazo, creo que puedo sentir mis dedos quebrarse debido a que su rostro no parece más que una piedra, uso toda mi voluntad para reprimir un alarido de dolor y meto mi mano en mi bolsillo.

Sus ojos claros me miran con furia.

—Yo no soy el cobarde aquí —espeto—, ahora déjame en paz.

Toma mi brazo y saca mi mano de mi bolsillo.

—Mira lo que haces —dice entre dientes—, deberías saber que golpearme en el rostro no es buena idea. Hace once años que me conoces.

—Suéltame —chillo alejándome, pero no me suelta—, Xavier.

—Debería arrancarte la mano por tratar de golpearme —musita acercándome de un tirón—. Pero no tengo ganas de aguantar tus gritos.

Mi mandíbula se aprieta debido al dolor y él entrelaza sus dedos con los míos, causando que ese estiramiento solo me duela más. Trato de alejarme nuevamente, pero aprieta mi mano y suelto un gemido mientras mis rodillas se flexionan.

—Xavier, para —exijo.

—Shh, cierra la boca.

Cierra los ojos y su mano se enciende en llamas, cubriendo la mía también con el fuego, el miedo me impulsa nuevamente a tratar de liberarme, pero entonces noto que no me quema. Transmite una sensación extraña que recorre todo mi cuerpo. Abre los ojos de golpe y me suelta.

—Eres como una maldita aspiradora —escupe tambaleándose.

Mi mano ya no me duele, no hay signos de lesión. Estiro mis dedos, sin poder creerlo.

— ¿Por qué me curaste? —pregunto.

Xavier se tambalea de un lado al otro mientras trata de alejarse un poco de mí y termina cayendo al suelo.

—Genial, no sé ni para qué me molesto —masculla, su voz se escucha normal, pero parece no poder levantarse—. Absorbiste toda mi energía, Lowell, bien hecho.

— ¿Eh?

¿Acaso es un teléfono que se queda sin batería y se apaga?

—Que no puedo moverme porque no tengo energía, la absorbiste. Toda —dice con la mejilla apoyada en al tierra del bosque—. Sácame de aquí, ¿o me dejarás comiendo tierra todo el día?

«La idea es tentadora».

Me cruzo de brazos y Xavier me mira con el ceño fruncido.

—Tu manga se quema —informa y miro mi brazo.

Está en llamas, trato de apagarlas con desesperación, pero no lo hacen, avanza hasta la mano que él curó, pero no quema. La llama se torna algo violácea.

—Bien, definitivamente es la última vez que te toco —dice el híbrido tratando de levantarse, pero sus extremidades apenas se mueven.

Siento como si estuviese sosteniendo algo pesado, pero no veo que es. Posiciono mis manos como si tuviese una especie de palo largo. Entonces se materializa en ellas un arma y una espada corta. El arma es similar a la que Xavier tenía, compuesta por energía pero con un diseño más moderno, mientras que la espada tiene una enredadera con espinas que envuelve la hoja, además de una rosa grabada en el mango.




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