Somos Veneno.

34.

Lowell:

Xavier se cruza de brazos frente a mí, observándome con impaciencia. Sus ojos parecen atravesarme.

— ¿Y bien? Estoy esperando que te levantes, maldito holgazán —espeta con enojo.

—Xavier... Estoy cansado de esto, ¿no podemos intentarlo más tarde?

—No. Tenemos una fiesta a la que asistir y no pienso pisar ese lugar sin que dominemos esto —dice jalando de mi brazo para que me levante del modesto sofá—. Si las cosas se ponen feas, necesito que dejes de ser un maldito estorbo para mí. Es por eso que debes regular esto de ser una aspiradora de energía.

—No soy una aspiradora.

—Lo eres —refuta posicionándome frente a él—. Ahora trata de hacer lo de la otra vez.

—Lo he intentado por casi una semana y no ha funcionado. ¿Y si nos damos por vencidos y seguimos con otra cosa? No lo sé, podrías enseñarme a usar un arma normal...

—No lo entiendes, si nosotros podemos, tal vez las otras Anclas igual. Si toman parte de nuestras habilidades, podrían defenderse —exclama poniendo sus manos en mis hombros.

Suspiro, no puedo contra él.

—No se trata de concentración —digo poniendo una mano en su pecho y se remueve ante eso—, la vez que sucedió, tú me curaste, tomaste mi mano y la arreglaste.

—Oh, vamos. No creo que sea producto de algo tan patético como que hagamos buenas acciones por ustedes —farfulla alejándose, pero lo tomo por el cuello de su remera y lo acerco de nuevo.

—No tenemos nada que perder con intentarlo.

—Esto no es lo mío, niño...

—Ya no soy un niño, tengo veinticuatro, Xavier —exclamo.

Rueda los ojos, y retrocede.

—Cada vez que te veo, solo veo al chiquillo imbécil e infantil que conocí once años atrás —dice y respira hondo—. Pero tienes razón, ya no eres un niño. 

Me toma por los hombros de nuevo.

—Solo trata de controlarte, si vuelves a dejarme como un maldito muñeco en el suelo, voy a patear tu trasero —amenaza.

Entonces me besa. Creo que estoy soñando, debe ser eso. En cualquier momento Xavier vendrá a despertarme a patadas e iremos a algún lugar a tratar esto. Sí... Definitivamente.

Una subida de energía arde en mis venas y reacciono. No es un sueño, en verdad lo está haciendo, y estoy absorbiendo su energía otra vez. Así que trato de repeler la sensación, con toda mi voluntad. No quiero su energía, solo quiero sus armas. 

Una corriente eléctrica nos separa y él maldice agitando su mano, como si se hubiese quemado.

— ¿Y bien? —pregunta alejándose un poco.


Mis brazos se encienden en llamas coloridas. Las armas aparecen en mis manos, algo pesadas y la mira de francotirador se hace presente frente a mi ojo, enfocando las múltiples posibilidades de tiro.

Estoy emocionado, sorprendido, en shock. No puedo siquiera respirar.

—Genial, ¿se supone que debo besarte para que esto suceda? ¿Así de cursi se pondrá esto?

—No lo creo —musito mirando la pistola y la espada corta—, se siente distinto ésta vez.

—Debe estar ligado a tus emociones —deduce—. Nuestra transformación y poderes también lo están, pero con el tiempo hemos aprendido a controlarlo. Tal vez sea así. Lo bueno es que gracias al lente que tienes en tu ojo, no es necesario que practiques, sabrás dónde disparar. 

Toma mi brazo, donde sostengo el arma de fuego y lo posiciona.

—Mira ese jarrón de allá —indica señalando el adorno sobre una mesa del otro lado de la habitación—, quiero que le dispares.

Un hilo de luz aparece frente a mí cuando cierro el ojo que no tiene la mira, mostrándome dónde apuntar para acertar el tiro. Pero recuerdo lo sucedido en el bosque y bajo el arma.

—Destrocé el bosque la otra vez, no es buena idea intentarlo aquí —mascullo y miro el reloj—. Son las nueve, ¿no debíamos ir a una fiesta?

Él también mira el reloj en la pared y maldice.

—Maldita Skylar con sus malditas fiestas —protesta caminando hacia el dormitorio y lo sigo.

Abre el armario y me da un traje negro.

—Esto no me entra —digo mirándolo.

—Ni siquiera te lo has probado —exclama.

—Soy más alto que tú por dos cabezas, me irá corto y eres demasiado flacucho en comparación a mí.

—Pues no es mi culpa que seas medio jirafa y estés obeso —masculla buscando otro traje.

—No estoy obeso —espeto—, tú estás muy delgado  y supéralo, eres bajito.

Cierra el armario de golpe y vuelve a mirarme.

— ¿Qué dijiste, jirafa?

—Lo que oíste, enano.

—Estás en graves problemas, niño —dice tomando mi oreja y jalando de ella con fuerza, haciendo que chille—. Ahora ponte el maldito traje por más que te quede pequeño o voy a ponértelo yo mismo.

Alzo las cejas, claramente satisfecho con sus palabras y él se da cuenta de lo que dijo. Rueda los ojos y chasquea la lengua.

—Solo ponte algo elegante.

~•°•~

Victoria:


Mi madre me lleva hasta el elevador del edificio y presiona el botón con el número cinco. Las puertas se cierran y el ascensor comienza a descender.

—Georgina me dijo que te presente a las otras tres mujeres en tu situación —dice, rompiendo el silencio—, deberás llevarte bien con tu equipo, además de que Hardy Montgomery está ahí también. Será una de tus entrenadoras y jefa.

—Bien —digo cruzándome de brazos con resignación.

Me mira por sobre su hombro con frialdad.

— ¿Cómo te envenenaron? —pregunta y muerdo mi labio con vergüenza.

—No quiero hablar sobre eso —digo apoyándome un poco en la pared del elevador.

—Dímelo —exije girándose, pero niego—. Victoria.

— ¿Por qué debería decírtelo? Desapareciste hace años, no esperes que tenga plena confianza en ti. Eres un demonio —espeto.

— ¿Acaso tú eres algo mejor? —refuta presionando el botón que para el ascensor, causando que se agite un poco.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.