Somos Veneno.

38.

Zaphire:


Nos escabullimos por un largo pasillo, deben ser alrededor de las dos de la mañana y estoy tan hambrienta que temo cometer alguna locura. Gracias a la sangre que bebí de Gravity, mis heridas han sanado. Aunque siento algo de dolor en mi espalda.

Mortya, Sasha, Connor, César y Mika van delante de mí. Desde que me sacaron de aquella casa, hemos estado moviéndonos por la ciudad, escapando de Aqua y Wek. Aunque sé muy bien que si esa híbrida me estuviese buscando, ya me habría encontrado.

Según me explicó Mika, estamos yendo a un lugar donde alimentarnos. Para ellos es más sencillo, beben de humanos, yo debo conseguir otro tipo de sangre.

—Zaphire, debes quedarte con nosotros —dice Connor señalando a su hermano—, te buscaremos algo que comer.

—Gracias —digo y el grupo se detiene frente a una puerta gris.

Mika da tres golpes y la abre un hombre bastante alto. Ellos pasan como si nada y yo voy tras ellos.

Mi garganta está demasiado seca, siento un insoportable hormigueo en las puntas de mis dedos y mis colmillos pinchan mi encía, ansiosos por salir.

Varias puertas abiertas se extienden a ambos lados del pasillo a donde entramos. Cada una con un nombre.

— ¿Qué es todo esto? —Le pregunto a César.

—Es parecido a los prostíbulos humanos, solo que es para los adictos a nuestra mordida —explica mientras caminamos.

Veo humanos dentro de las habitaciones pequeñas, sobre camas simples. Están muy demacrados y sucios. Mika entra en una habitación y los demás siguen de largo.

—Muy pocos de nosotros beben de demonios y ese tipo de criatura —dice Connor luego de que Mortya entra en una habitación—. Siempre hay más humanos que esas criaturas cerca luego de que el virus nos invade.

—Pero por suerte para ti, tenemos buena reputación por estos lugares —dice Sasha—, así que Mika consiguió lo que necesitas.

—Estoy muy agradecida por todo esto, realmente no tenían obligación de acogerme de este modo —musito con algo de timidez.

— ¡No es nada, niña! —exclama César dándome una palmada en la espalda y siento algo de dolor pero lo disimulo—, Debemos cuidarnos entre nosotros.

—Así es, después de todo, somos una mugre para las demás razas. La vida es dura pero hay que superarla. —Sonríe Sasha—. Oh, aquí me quedo, buen provecho, chicos.

Se mete en la habitación y cierra la puerta.

—Tu puerta es la del fondo, aquí tienes tu pase, dáselo al guardia y te dejarán pasar —indica Connor dándome un papel gris con unas marcas extrañas que no reconozco—. Si necesitas algo, estaremos aquí.

—Está bien.

Ellos se meten en habitaciones distintas y yo sigo caminando. Veo a algunos humanos tirados en el suelo, seguramente muertos y un escalofrío me recorre. Todo esto es espantoso, las paredes del corredor son de tonalidad coral y la pintura pareciera caerse. Pareciera que el suelo no fue limpiado en años y hay telarañas en el techo. Además de mucho, mucho frío.

Frente a la puerta del final, está parado un hombre igual de alto y robusto que el del principio, me observa de arriba abajo con curiosidad y le doy el papel que Connor me entregó sin decir nada.

—Está bien, puedes pasar —dice sacando un manojo de llaves del bolsillo en su pantalón y abre la puerta.

La habitación es blanca, pero el suelo esta sucio con sangre. Un movimiento oxidado me llama la atención y es entonces cuando noto lo que cuelga en la pared.

Un ángel con alas rotas está encadenado, sus pies no llegan q tocar el suelo y su cabeza está gacha. Mis experiencias con ángeles no fueron de lo mejor, pero el hambre quema dentro de mí, obligándome a acercarme.

Respira con fuerza, con sufrimiento. De su cuello desciende su sangre, ensuciando su sudada piel.

—Vamos, acércate —escupe con desprecio—, úsame como tu maldita botella.

Levanta la cabeza y sus ojos dorados me miran. Están opacos y su cabello castaño crecido.

— ¿Cómo terminaste aquí? —pregunto cuando me paro lo suficientemente cerca.

— ¿Acaso te interesa, Mosquita asquerosa? —espeta y lo abofeteo.

—Creo que olvidas quién está encadenado aquí —inquiero—. ¿Acaso te crees mejor por pertenecer a allá arriba? Son todos unos monstruos y se quejan de los demonios.

Niega con la cabeza mientras sonríe a medias.

—Yo no soy un parásito.

Nosotros tampoco —digo y me cuesta incluirme, pero es la verdad—. Fuimos humanos alguna vez.

—Y ahora se alimentan de ellos, vaya, bastante bien.

—Ni siquiera sé porqué estoy hablando contigo —mascullo acercándome a su cuello.

—Porque te di pena.

—Vaya, ahora lees la mente, bien. Es la verdad, das pena —escupo y entierro mis colmillos en su carne.

Al principio su sangre me quema un poco, pero pronto se disipa el ardor. Me siento muchísimo mejor, poco a poco todo malestar desaparece y quisiera beber hasta el final, pero recuerdo las palabras de esos vampiros: No beber hasta llenarse.

Me alejo del ángel y limpio los restos de mis labios con el dorso de mi mano.

— ¿Cuál es tu nombre? —pregunto y me mira a los ojos por un segundo.

—Castielle.

—No entiendo cómo mierda atraparon a un ángel aquí —mascullo—. ¿Qué es todo esto?

—Me rompí una ala —explica mirando su ala izquierda—, escapaba del cielo y terminé atrapado aquí. Sin salida y terminé adicto a la mordida por obligación.

— ¿Escapabas? ¿De qué?

— ¿Acaso vas a interrogarme? Ya tienes lo que querías, lárgate —espeta forcejeando un poco con las cadenas y veo cómo le queman la piel, gime de dolor y baja la cabeza.

Su estado es lamentable. Una idea pasa por mi mente, una que es peligrosa, improvisada y que me garantizara algo de supervivencia.

— ¿Y si...? —musito con la mirada en el suelo—. ¿Y si te llevara conmigo?


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