Eran las 9:00 am del día miércoles y el sol no podía verse por una intensa lluvia. Freddy estaba parado frente a la ventana del estudio que había alquilado, y veía el agua correr por el vidrio, mientras daba sorbos a un humeante café. No miraba las afueras del estudio, no, veía el correr del agua en la ventana, e imaginó que así debieron verse sus lágrimas al deslizarse por sus mejillas la última vez que vio a Raíza. Había pasado ya un mes desde que había salido de su casa, y hoy sería la primera reunión para el divorcio. Tendría que volver a ver la cara de la que aún era su esposa, ver en sus ojos la traición con la que un día tras otro se reía de él, junto a su amante secreto, ese hombre desconocido al que ella le había dado 2 hijos.
Un frío intenso se apoderó de sus entrañas al recordar a los chicos, por mucho que intentaba dejar de amarlos, no podía, ellos eran todo para él, no podía culparlos por su origen, de una manera incomprensible sentía que eran sus hijos, aunque tuviesen otro padre. El miedo recorrió todo su cuerpo provocándole escalofríos al recordar las palabras de su abogado «Con estas pruebas de ADN, usted no tiene que compartir la patria potestad. No tiene que pagar nada por ellos, ni ellos tendrán derecho a visita.» En síntesis, tendría que renunciar a ellos, no importaba cuanto los amara, no podía exigir verlos, estar con ellos, eran hijos de otro hombre, y la ley estaba en su contra. Freddy tomó el último sorbo de café, se alejó de la ventana para colocar la taza en la tina del lavaplatos, se colocó el saco y salió del estudio rumbo a la oficina del abogado.
En una avenida cerca de la oficina donde se reunirían, Raíza manejaba despacio su coche, el tráfico se había puesto pesado por la lluvia, y se sentía nerviosa por ver de nuevo a su esposo. Estaba conteniendo sus lágrimas, se había prometido no llorar más por un hombre que la había repudiado de una forma cruel. La acusaba de haberle sido infiel, y peor aún, de haberle dado hijos a otro hombre que no fuese él. ¿Cómo había sido capaz de pensar eso de ella? De ella, que estaba segura de haber cumplido como mujer, y él lo sabía, estaba seguro de ello, ¿Por qué creerle a unas pruebas de ADN? ¿Acaso las intensas noches de pasión no eran suficiente prueba? ¿Acaso ellos no seguían comportándose como adolescentes en la cama, como si los años no hubiesen corrido para ellos? El dolor y la rabia empezaron a mezclarse en el cuerpo de Raíza al recordar aquel día que un abogado la llamó para decirle que su esposo quería el divorcio, sin darse la oportunidad de hablar, de tratar de buscar una explicación a las pruebas de ADN, ¿A qué le tenía miedo Freddy? Quizás todo era una trampa para divorciarse, porque era él el infiel, era él el que quería estar libre para casarse con la otra, y amañó el error de la tarea escolar para salirse con la suya. En ese momento, Raíza giró el carro en una esquina y se dio cuenta que había llegado al edificio de oficinas, puso las intermitentes y entró al estacionamiento.
En la oficina H del piso 15 la estaban esperando los dos abogados junto con Freddy. Él estaba sentado en la sala de espera con las manos cruzadas moviendo los pulgares, se veía tenso, algo molesto por estar allí, todos los esfuerzos que había hecho por evitar verla habían terminado, debía enfrentarla por última vez y alejarse de ella para siempre. Sin embargo, su corazón dio un vuelco de nuevo al darse cuenta que jamás volvería a ver a los chicos, no podría acompañarlos a sus partidos, no estaría allí con ellos cuando una chica les rompiera el corazón, tampoco estaría con ellos para educarlos para la vida, para que se convirtieran en hombres de bien. Era el destino, el caprichoso destino que lo unió con la mujer que todavía amaba, y que lo traicionó endosándole dos hijos de otro hombre, otro al que realmente ella amaba.
La puerta de la oficina se abrió y dejó ver a una hermosa mujer trigueña de ojos verdes, con el pelo impecablemente peinado, un maquillaje que resaltaba su belleza, y un caminar del que Freddy se había enamorado. Ella miró a los lados y encontró a su esposo sentado observándola. Ella lo vio más delgado y algo demacrado, se notaba que no había comido bien, y vio como sus ojos aún brillaban de amor por ella. Raíza ignoró por completo su presencia y se dirigió a saludar a su abogado. Ella pensó que al volverlo a ver podrían arreglar las cosas, pero no fue así, al verlo allí le recordó todas las ofensas que le había dicho esa noche, y la rabia creció dentro de ella, quería abofetearlo, gritarle todo lo que no le había dicho aquella noche, abofetearlo de nuevo hasta que le dijera la verdad, la verdad de que él quería el divorcio, deshacerse de ella y los chicos para irse con su amante.
Los abogados los invitaron a entrar a una sala de reuniones, y los sentaron frente a frente en una mesa rectangular. Él la miraba con rabia y amor al mismo tiempo, en cambio ella lo veía con desprecio, se sentía adolorida por lo que le había dicho esa noche, y quería terminar con esa reunión fatídica para que él pudiera al fin huir para vivir con la otra. El abogado de Freddy inició las negociaciones pidiendo un divorcio normal, uno en el que se dividen los bienes a la mitad y se negocia la custodia de los chicos. El abogado de Raíza se negó, él dijo que su cliente lo quería todo como compensación por la infidelidad de su marido, y además quería la custodia completa de los chicos, y que firmara un acuerdo donde el padre jamás se acercaría a ellos. El abogado del esposo iba a negociar cuando Freddy le puso la mano sobre su hombro, y con los ojos llenos de lágrimas dijo «Acepto.»