¡son tus hijos! Nueva versión (editando)

La visita de Freddy

El día había amanecido ligeramente gris, una llovizna empapaba todas las calles, los edificios y las personas caminaban torpemente con un paraguas en la mano. Ya había pasado una semana desde que se le había entregado a Freddy la invitación para acercarse a la estación para hablar con su cuñado, y no la había aceptado. Rodrigo esperaba pacientemente delante de la estación, y llegó una patrulla con un hombre alto de ojos color miel. Al salir del auto el hombre esposado, éste con los ojos brotados de rabia miró a Rodrigo y empezó a insultarlo. El agente que lo llevaba del brazo lo invitó a callarse antes de golpearlo. El detective se le acercó.

—Hola cuñado, que gusto verte por aquí, veo que al fin aceptaste mi invitación.

—¡Cerdo, desgraciado! Suéltame –gritó Freddy enrojecido de la rabia.

—Hagan lo que dice, –ordenó Rodrigo a los agentes.

—Pero señor… –protestó el agente.

—Tranquilo, él se va a portar bien, ¿no es cierto? Si no te tocarán 72 horas en las tumbas, y no te lo recomiendo.

—¡Cerdo! –gritó de nuevo.

—Me siento como en casa, es bueno que la familia lo visite a uno en el trabajo. Suéltenlo.

Los agentes fueron quitándole las esposas y Freddy no quitaba sus ojos enrojecidos de rabia sobre los de su cuñado. Con las manos liberadas, se frotó las muñecas justo donde las esposas le habían dejado una marca, miró fijamente a Rodrigo y espetó:

—¿Para qué me trajiste?

—No recuerdas que te invite a venir, o mi hermanita no te lo dijo.

—Si me lo dijo, pero no tengo que darle a ti ni a nadie explicaciones de lo que hago en mi vida.

—Que equivocado estás cuñado, se ve que no me conoces, tu vida personal me importa un bledo y si decides lanzarte por un puente y me pides ayuda, pues como negarme.

—¿Qué es lo que quieres?

—Hablar contigo un momento, nada más.

—¿Hacía falta arrestarme en mi trabajo, traerme hasta aquí esposado y que todos me vieran venir con la sirena sonando?

—¡Gómez! –gritó Rodrigo y un agente se acercó a ellos.

—Diga Señor.

—¿Es verdad que trajeron al sujeto con la sirena sonando?

—Sí Señor, es el protocolo.

—Recuérdeme que le invite el almuerzo por un buen trabajo. Váyase ahora.

—Gracias Señor.

—¡Encima de burlas en mi cara! –grito Freddy indignado.

—¿Por qué? No sabes los problemas que tenemos con el mal uso de las sirenas.

—Eres un cerdo.

—Bueno a lo importante, acompáñame un momento, necesito que hagas algo por mí.

—¿A cuenta de qué?

—De salvar tu matrimonio, o no te gustaría.

—Eso es imposible, tu hermana es una zorra.

—Por favor, no seas tan ciego, si mi hermana es una mojigata incapaz de ver a otro hombre que no seas tú.

—Esteban y Junior son la prueba, no son mis hijos –dijo con los ojos llenos de lágrimas.

—Confía en mí, acompáñame.

Rodrigo puso su mano por detrás del hombro de su cuñado y lo invitó a caminar. Caminaron lentamente y sin hablar hacía el laboratorio de criminalística. Antes de entrar, Rodrigo miró firmemente a Freddy y le preguntó:

—¿En qué te basas para decir que los chicos no son tus hijos?

—Estás siendo muy cruel conmigo, no creo haberte hecho nada.

—Confía en mí y responde la pregunta.

—En las pruebas de ADN.

—¿Por qué crees que no fuiste tú quién la embarazó?

—Obvio, ella se dio cuenta que soy estéril.

—Tú supones que eres estéril, ¿te has hecho algún examen clínico?

—No, pero las pruebas de ADN…

—No me interesan las pruebas de ADN. Te traje aquí para conocer la verdad sobre los chicos, y para eso todas las suposiciones hay que despejarlas, ¿no estás de acuerdo?

—Bueno, sí, tienes razón.

—Perfecto, entonces lo primero es saber si eres capaz o no de embarazar a una mujer.

—¿Cómo harás eso?

—Fácil, le das de tu elixir a mis laboratoristas y ellos nos dirán si eres fértil o no.

—De mi elixir, ¿a qué te refieres?

—A tu semen, hombre de poca imaginación.

—¿Y cómo lo haremos?

—¿Lo haremos? Eso suena a manada, yo te doy un frasquito y te ordeñas en el baño, con un poquito de tu elixir mágico bastará, no es que te vas a pasar el día ordeñándote.

—No es tan fácil, ya no tengo 14 años.

—En la gaveta de mi escritorio tengo una foto vieja y polvorienta de Raíza, quizás eso te ayude, o prefieres unas revistas.

—Eres un cerdo.

—¿Ves? Estamos en familia. Nos estamos compenetrando cada vez más.

—Serán las revistas –dijo Freddy resignado.



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En el texto hay: divorcio, famila, adn

Editado: 15.11.2019

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