Soñadora de imposibles

QUE COMIENCE EL JUEGO

Octubre

Soy ridícula, mi corazón es ridículo, esto es ridículo. Y justo así, haciendo el ridículo es donde quiero estar.

Se escuchan risas confundidas y el tren está a punto de avanzar. Camino entre gente en modo zombi: cansada, apagada y con el brillo en los ojos ausente. Hace calor pero el cielo está nublado, así que hay amenaza de lluvia. Estoy a punto de estornudar cuando lo veo. 

Decido que será mi próxima víctima.

No sé ni cómo abordarlo, si fingir que estoy perdida o preguntar simplemente la hora. Puros clichés, esto no es Hollywood. Así que discretamente lo sigo, camino casi junto a él como si fuéramos al mismo lugar, de pronto temo que será difícil no perderlo de vista. Para mi fortuna se aleja del conglomerado de la gente habitual y nos perdemos entre calles que conducen a no sé dónde, pero esto se vuelve tan excitante en cada poro de mi piel que no le doy importancia. Al fin vamos a parar a una pequeña tienda de autoservicio.

Entro de la forma más natural como si siempre hubiera sido mi intención llegar ahí. Pero él me nota cuando "coincidimos" en el mismo pasillo, me observa y por la manera en que me ve, descubre que ya me había visto desde el suburbano, pero no sospecha nada sobre mi modo <espía>.

Es guapo, pero más que guapo, en sus ojos se le escapa una ligera o bien disimulada tristeza. Peor para mí, tengo debilidad por corazones rotos, tengo esa alma caritativa que le gusta sanar o mínimo hacer olvidar penas. Mientras lo devoro, según yo discretamente con la mirada, en mi mente, juego con imaginar las posibles causas de esa tristeza finita en sus pupilas y para cuando sus ojos se topan con los míos, sé que definitivamente tengo que averiguarlo. Me abraza la curiosidad. Me acuerdo que él no debe saber que lo estoy mirando y para cando quiero correr ya es muy tarde.

-¿No sé qué elegir, si entre café, café  o café descafeinado, qué diantres es un café sin cafeína?- me pregunta mientras yo desvío la mirada como si nunca hubiera estado atenta a él, para no levantar sospechas.

Me aclaro la garganta. -Elije un café con cafeína, el otro es como ir a una fiesta sin la mínima intención de bailar, ¿para qué vas entonces?

-Suena lógica su respuesta, si va a tomar café que sea como Dios manda. ¿Es mi imaginación o viene siguiéndome desde el suburbano?- me pregunta no solo con la voz, también me cuestiona su mirada, mientras yo casi salto del susto al sentirme descubierta, opto por salir corriendo cuando rápidamente agrega:

-¡Es sólo una broma! sé que la vi ahí, pero dudo que me haya seguido hasta este lugar- me mira a los ojos, yo casi beso el cielo.

-¿Y sí te digo que sí y que solo es para robarte un beso?- le contesto e inmediatamente me arrepiento de mi repentina extroversión disfrazada de una ridícula audacia de mi parte. Solo se ríe y decido añadir - ¡estoy jugando!, yo estoy aquí porque... ¡necesito comprar azúcar! 

-Por un momento creí que hablaba en serio, pero ¡es ridículo! ¿por qué querría besarme? en fin, gracias por el consejo, suerte con su búsqueda de azúcar - menciona y me guiña un ojo.

Fin del juego. Plan frustrado, me siento absurda, elijo dejarlo ir, pero esta vez sin proponérmelo, ridículamente volvemos a coincidir en la parada del bus. Está a punto de caerse el cielo, los truenos estallan a lo lejos dejándose caer sobre la tierra, cuando en otro segundo comienza a llover. En ese momento, en ese preciso instante miro a mi víctima a los ojos, me vuelvo a prender de sus ojos retocados de tristeza y le clavo un beso en los labios que definitivamente me corresponde.

Pulpa sabor felicidad. Nuestros labios imitan el movimiento de las olas del océano, es un vaivén de sensaciones que no caben en lo largo y ancho de mi paladar. Un estallido se clava en cada parte de mi cuerpo y yo juro que ya no podré soltarlo. Ni dejarlo de besar.  

Silencio. No importa el agua, no importa el frío, ni la gente embobada con tal escena. Felicidad cargada de tristeza. Mientras mis manos tiemblan, mi pecho se hunde en interminables suspiros y mi corazón sufre casi un colapso de disfrute, lo beso como si lo conociera desde hace mucho, como si ese beso estuviera guardándose hace una docena de décadas, como si fuera el beso más deseado en la historia. Justo cuando mis manos empiezan a revolotear por todo su cuerpo, se detiene.

-Tú- alcanzo a escuchar de sus labios, casi como un murmullo.

Después de eso, de TODO, NADA. La estampida de emociones que acabo de vivir me abandona de golpe. Me mira a los ojos una vez más y desvía la mirada al cielo. Se moja la cara y yo no atrapo la lógica ni la razón de este momento. Me mira con esa complicidad una vez más y se aparta.



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En el texto hay: fantasia, poesia, amor

Editado: 15.08.2019

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