En una ciudad tan grande pueden existir más de diez millones de personas al mismo tiempo, en los incontables edificios pueden trabajar miles de personas en diferentes cosas que ellos deseen. Las calles pueden ser ruidosas, alborotada, complicada y estresantes en su propio sentido, no obstante cada persona siempre estará ligada a las reglas sociales que viven todos: Trabajo, estudio, alimentación, familia, hogar, amigos, entretenimiento, entre muchas más. Sería extraño conocer a alguien que no tuviera, al menos, una de esas reglas comunes... o es lo que le gustaría a Hikaru Tatsuri que se encontraba en la mitad de su entrevista de trabajo. Nervioso, el vertía con una camisa formal de color azul celeste, una corbata negra con líneas diagonales azules y un blazer de color negro. Llevaba un pantalón azul oscuro y unos zapatos de gala negro que se notaban algo desgastados. Se veía como una persona normal, las preguntabas que le hacían las respondía cortésmente, a veces inclinaba la cabeza para afirmar algo y se sentía muy ansioso por que lo aceptaran. Entre las personas que estaban entrevistándolo, una señora de cabello liso y largo, color negro con rayos rojos, una mirada un poco intimidante y su manera de vestir le daba una elegancia de alta clase. Ella parecía no dejar de mirarlo y preguntarse sobre su manera de vivir, pues le parecía que algo no encajaba en su rostro que parecía una máscara junto con una grabadora con respuestas predeterminadas.
Conforme pasaron las preguntas, Hikaru sentía más y más tristeza hasta el punto que no podía lograr hacer contacto visual con los entrevistadores. Ellos, al darse cuenta de su pésima autoestima, solo hicieron una sonrisa formal diciendo "Estaremos comunicándonos contigo". Hikaru se sintió devastado en su interior mientras salía de la oficina, hizo una reverencia agradeciendo el tiempo dado y se fue caminando por el pasillo mientras escuchaba la vos de una secretaría diciendo "Siguiente, por favor".
La entrevista era en un edificio de 16 pisos, pero él se encontraba en el décimo, así que esperaba coger un ascensor y salir del lugar lo más pronto posible.
Mientras esperaba, observó a su alrededor notando como personas trabajaban muy bien, una secretaria respondiendo un teléfono, un conserje limpiando muy bien el suelo donde dos trabajadores habían chocado y derramado café, varios hombres hablando de negocios y estadística sobre inversiones importantes. Con un suspiro, Hikaru se arrepentía de no lograr ingresar a una universidad por no tener una estabilidad correcta, él solo iba por un puesto de conserje que estaba disponible. Era duro que sus 26 años, aun no lograba obtener aquello que más quería, más anhelaba, más amaba; Una vida.
Las puestas del ascensor abrieron, dejando ver a dos hombres que se encontraban al fondo del lugar. El joven solo sonrió por respeto, inclinó un poco su cabeza e ingresó. Cuando las puestas se cerraban, escuchó una mujer que decía "espere" mientras corría. Hikaru obstruyó las puertas para que éstas volvieran a abrir y dejaran entrar a una mujer conserje con una escoba en su mano diciendo "gracias". El ascensor fue testigo de la reunión una persona con tres espectadores que siempre lo veían, aunque nunca tuvieron la oportunidad de hablar con él... y tristemente nunca lo harían.
Hikaru se encontraba en frente de la puerta, los dos hombres se encontraban en cada esquina del lugar mientras que la señora se encontraba en el centro de ellos. El hombre que estaba al lado derecho era un señor con cara muy joven, podía aparentar fácilmente unos 30 años, llevaba una camisa de manga larga color blanco, un jean negro mate y unos tenis color rojo carmesí. Llevaba una maleta que estaba en su espalda, aunque parecía no llevar nada por lo vacía que se veía. Un hombre relajado, con una mirada amable y una sonrisa que podía hipnotizar a muchas mujeres que lo vieran. La mujer en medio tenía el cabello dorado como el oro mismo, no era tan largo y estaba muy bien cuidado. Sus ojos verdes parecía un cristal que pusieron en un tesoro histórico. Aunque llevaba el overol que representaba su trabajo, su cuerpo delgado con sus figuras podía resaltarse muy bien. Se notaba que ella podría ser una modelo si lo deseara, pues su mirada transmitía confianza y calidez junto a su sonrisa blanca. El tercer hombre era alguien que parecía totalmente diferente a los dos anteriores, pues se veía un señor delgado que sus pómulos estaban bastante pronunciados. Sus ojos negros brillaban como la noche misma, llevaba un sombrero de copa negro, un abrigo formal, un pantalón y zapatos elegantes del mismo color. Podía parecer mayor, pero su mirada honesta y caballerosa juntándolo con la sonrisa daba una persona que podías respetar con solo mirarlo.
El hombre de abrigo negro sacó un reloj de bolsillo, lo abrió apretándolo un poco y observó a las dos personas a su lado, hizo un reojo a la espalda de Hikaru antes de cerrar su reloj y guardarlo mientras ponía una cara un poco triste. La mujer de cabello dorado suspiró fuertemente y el hombre de camisa blanca parecía sentirse culpable por lo que le dolía mirar la espalda del joven que estaba en el lugar.
Cuando se abrió el ascensor para anunciar su llegada al primer piso, Hikaru salió rápidamente como si lo estuvieran persiguiendo, mientras que los otros tres acompañantes salieron y lo miraban irse. Pues ellos ya sabía la cruel realidad del joven que salía del edificio para tomar las calles principales y caminaba mirando hacia el suelo como si se le hubiera perdido algo, aunque intentaba disimular con la cantidad de personas que pasaban a su alrededor. El hombre de blanco asintió cuando los otros dos lo miraron, con una profunda tristeza y culpa en su interior comenzó a caminar saliendo del edificio.
Hikaru se acomodó en un parque mientras observaba desde lejos que un grupo de personas había botado una bolsa con comida por dentro. Su estómago estaba rugiendo fuertemente y ya comenzaba a sentir dolor del hambre que tenía, pues él sabía que era algo normal que debía hacer, así que se quitó el blazer y la camisa formal junto con la corbata dejando mostrar una camisa de manga corta y cuello redondo color negro. Todo lo guardó en una maleta que tenía y con un suspiro caminó rápidamente para meter su mano en la caneca de basura y sacar la comida que habían botado. El hombre de blanco estaba recostado de un árbol mirando aquella escena. Recostó su cabeza y mirando las hojas verdes que bailaban al son del viento dijo —Lo siento mucho, amigo—, comenzó a caminar a la misma dirección donde se encontraba Hikaru que estaba comiendo felizmente aquella primera comida del día, aunque fueran más de las dos de la tarde.