Comenzaba a notar que todo a lo que estaba acostumbrada no era este lugar.
El misterio abundaba en las calles y en sus habitantes.
Al salir de aquel lugar había sentido que volvía a respirar, aquel hombre me dejó un sentimiento indescifrable por dentro.
Casi corriendo me acerqué a la cafetería, donde al momento en el que sonó la campanilla todo el lugar quedó en silencio y todos los ojos se posaron en mí.
Así pasaron más de diez segundos y no sabía qué mirar o qué hacer.
No hasta que una mano captó mi visión, en una mesa junto al gran ventanal, habían dos chicas que parecían más o menos de mi edad; a simple vista, una de ellas, agitaba su mano con fuerza en forma de saludo.
Cuando la miré con atención me indicó que me acercara e inmediatamente todos los demás volvieron a lo suyo.
Extraño.
Al estar más cerca pude apreciar a la chica de cabello negro y pecas, tenía lentes y usaba un gorro de lana, se veía esbelta, con una taza de café en su mano, y una sonrisa de oreja a oreja.
Su acompañante se veía más discreta, ambas eran pálidas, haciendo que sus labios color rojizo destacaran.
La otra era castaña, y con unos ojos marrones muy peculiares.
Al llegar a su mesa me señalaron la silla.
- Deberías darme las gracias.- Dijo sonriendo la pelinegra.- Te he salvado de los ojos de cuervos.
Por el moviendo y la queja de la de lentes, supuse que la castaña la había golpeado bajo la mesa.
- Disculpa, ella no sabe ser normal.- Sonreí sincera y me senté al frente de ellas.
- Bueno, pues gracias por haberme sacado de esa incómoda situación, la verdad que parecían ojos de cuervos.- Una carcajada salió de la pelinegra la cual miró con superioridad a la castaña.
- Ella me entiende.- Dijo con arrogancia y extendió su mano hacia mí.- Elizabeth, aunque puedes llamarme Eli o Zabeth, que ¡Dios! Que mal suena eso de Zabeth, digo puedes llamarme como quieras, ya me agradas.- Mientras hablaba movía sus ojos oscuros tratando de buscar la palabra indicada y no pude evitar reírme al ver la cara de fastidio de la otra chica.
Hasta ahora era lo más normal que había conocido en este lugar.
- Cállate ya Elizabeth.- Dijo fastidiada.- Simplemente se llama Elizabeth Braun, y mi nombre Camille Hoffmann.- Terminó con una sonrisa de labios cerrados, la cual le devolví.
- Cassandra Shlüter.- Dije mientras recibía un apretón de manos por cada una.
- No te voy a mentir, ya sabíamos quién eras.- Dijo Elizabeth riéndose.
Yo abrí mis ojos con sorpresa, y la voz de la mujer vino a mi de golpe.
"Querida Baumgärtner"
Mi piel se erizó de pronto y lo escondí con las cejas alzadas.
- Primer dato valioso de este pueblo, todos hablan como cabras.- Dijo Elizabeth en un susurro.
- Las cabras no hablan.- Dijo Camille negando.
- Según mis palabras sí.- Luego reprochó a Camille.- Arruinaste mi dicho.- Y no pude evitar soltar una carcajada.
- Vale, entendí, creo que son muy peculiares.- Dije removiendo mi cabello.
Camille soltó un suspiro y movió su mano de maneras extraña.
- Ahora piensa que estamos locas.- Dijo Camille.
Yo negué rápidamente y la castaña sonrió.
- Era una broma, en realidad sí estamos locas, pero bienvenida a Ghöstery, no dudes en que ya tienes dos nuevas amistades.- Dijo tomando de su taza.
- Y por cierto, también nos puedes invitar a tu mansión cuando gustes, no tenemos problema en hacerte compañía en la casa embrujada.- Los ojos de Elizabeth se abrieron de pronto al darse cuenta de lo que había dicho.- Lo siento, no quise decir...
- No importa, de verdad.- Dije para tranquilizarla y entonces un chico se acercó hasta nosotras.
- Eh, hola, disculpa no había venido antes, ¿Desea algo? - Sus ojos eran verdes y vestía el uniforme del lugar.
- Oh, sí, un café doble, con vainilla y canela.- Dije sonriente.
- Lo traigo ahora mismo.
Al girarme estaban los ojos curiosos de las chicas en mí.
- Esto sí es un acontecimiento histórico.- Dijo burlesca Camille.
Yo fruncí el cejo sin entender.
- Ese chico que te atendió cursó estudios con nosotras, y desde entonces siempre fue un amargado, nos referimos a que es sorprendente que haya venido a atenderte, es un raro.- Dijo Elizabeth.
Y para mis adentros pensé, ¿Quién no era raro en este lugar?
- ¿Ya has conocido el lugar? - Dijo de pronto Camille.
Yo negué.
- ¿Y tú casa, cómo es? - Los ojos de Elizabeth se iluminaron con aquella pregunta, como si era algo sumamente increíble aquel lugar.
- Es enorme, es antigua, es elegante, es hermosa.- Mientras ambas me escuchaban parecían curiosas.
- ¿Y cómo es él? - Preguntó de pronto Elizabeth helando mi piel, y haciendo que Camille le reclamara con la mirada.
- ¿Quién es él? A qué te refieres elisabeth.- Dije con clara impresión.
Todos tenían la idea de algo o alguien que me traía sumamente nerviosa.
- Nada, olvídalo, algunas veces suele decir estupideces.- Dijo Camille tratando de enmendarlo.
Yo no insistiría, ya había escuchado y visto suficientes cosas extrañas por hoy.
Así que continuó el rato, junto a ellas, en el que pude notar que eran polos opuestos, Camille era cuidadosa y algo más reservada, al contrario de Elizabeth, que su curiosidad por cosas inexplicables siempre salía a la luz, y pues no tenía nada de timidez.
Ambas eran amigas desde pequeñas, vivían a unas cuadras, y tenían veintidós años, Camille estaba enamorada de un chico según Elizabeth, y estudiaban en la cede de Ghöstery.
Camille estudiaba Historia, y Elizabeth idiomas.
Y luego de que se nos fue la tarde hablando, decidí volver a casa, ya que se hacía tarde y las calles se comenzaban a vaciar.
Y por lo que dijeron, en Ghöstery andar después de que se escondiera el sol era considerado como una anomalía.
Sin entender y sin insistir, regresé a Baumgärtner.
Editado: 29.04.2023