Sonata de Luna Llena

Capítulo 11

Toda la madrugada la pasó en vela.

Observó su rostro, admiró su belleza.

La cubrió del frío, la llenó de fuerza.

En el silencio de la noche, cuando el calor humano se elevó hasta el alba.

La fiebre había bajado, él estaba seguro de ello, y ya perdiendo la cuenta volvió a posar su mano en la frente perlada por el sudor.

La sintió fría, así que buscó otra manta y la cubrió con esta.

Con delicadeza apartó el cabello que se pegaba a su frente.

La observó fruncir el ceño, y entreabir sus labios angelicales. Y siendo llamada al calor que de su cuerpo desprendía, se acurrucó tomando con fuerza la mano que antes la ayudaba.

Un cosquilleo lo recorrió completo, pensamientos llegaron de pronto, y el frío anhelo del recuerdo se instaló en su mente.

No le quedó otra opción que arrodillarse frente a la joven dama, la cual dormía plácidamente con la mano entrelazada.

Éste al principio se quedó estático, pero ya luego con el corazón acelerado, acarició cudiadoso su pequeña mano.

Y perdido en el mar de la belleza, los primeros rayos del amanecer se colaron, dando en el rostro que tanto admiraba.

Suspiró con fuerzas y entonces murmuró sabias palabras.

Wie ein schöner und brillanter Stein, zart, subtil und unvergleichlich, ein diamant.

Acercó sus labios a la delicada mano que yacía entrelazada a él, y dejando un casto beso, se levantó, y con la mayor delicadeza posible soltó su mano, logrando que un somnoliento gruñido saliera de los labios de la dama.

Causando en él un sentimiento mucho más que interesante...

Era la Luna, era ella quien lo había flechado, lo tentó y llevó a la encrucijada de una jovencita que cautivó su alma.

Y riéndose solo de sus plegarias, la acomodó en silencio para no despertarla.

Observándola dormir lo suficiente, como para notar entonces, que era el mejor sentimiento que un hombre expresaba.

La calidez del tacto era todo lo que extrañaba.

Y que fortuna volver a sentirlo, de la mano de Cassandra.

Estaba seguro de haberla perdido, y ahora el destino los quería juntos...

El misterio escondido del amor.

Y el destino jugando a su favor.

(...)

Los primeros rayos de sol se colaban por la ventana, acariciando cálidamente mi rostro.

Sentí un bostezo abandonar mis labios aún sin abrir los ojos, y de pronto un estornudo me interrumpió.

Abriendo entonces mis ojos y parpadeando rápidamente, pude sentirme caliente, mi nariz estaba algo tapada y tenía la sensación de volver a estornudar.

Traté de moverme un poco sacando entonces mis manos de la suave manta que me cubría.

Noté las vendas en mis manos y rápidamente me levanté, no quise haber tenido entonces los pies enrollados dentro de tantas mantas, lo único que sé es que me caí de la cama por completo, cayendo sobre mis manos y lastimando la piel que se abrió paso entre las telas.

Un gemido se escapó de mis labios.

Sentía el cuerpo lo suficientemente entumecido como para recibir este impacto.

Y recordando sus manos, su rostro, sus palabras un escalofrío recorrió mi cuerpo entero, aún en el suelo, sobre la alfombra de mi habitación, somnolienta y completamente adolorida, tenía los nervios a flor de piel.

Por él.

Y sin poder levantarme mi cabeza aún no asimilaba tal realidad... Tal... Similitud.

Y todos mis pensamientos se desvanecieron cuando intenté removerme y lastimé mi cabeza con la mesilla de noches.

— ¡Dios! — Solté un quejido extremadamente fuerte.

Mis ojos lagrimeaban y estaba segura que lloraría en cualquier instante.

Me sentía mal, muy mal.

Y los golpes solo empeoraban mi estado.

Suspiré un segundo meditando cómo sacar fuerzas para levantarme, pero mi respiración se detuvo al instante en el que dos pares de zapatos extremadamente brillantes y limpios se detuvieron al lado de mis ojos.

Mi corazón se aceleró tanto que sentí que me ahogaba entre el intento de respirar.

Por lo poco que logré ver, se acercó con la intención de ayudarme y de pronto sentí dos manos; tibias y suaves como el algodón mismo, se colaron haciendo contacto directo con la piel de mi cintura.

Y fue inevitable suspirar, nuevamente.

Ya no sabía si por el malestar, el dolor o la caricia que sus manos marcaban.

Sólo sé que cuando sus brazos me levantaron en el aire, y pude finalmente enfocar su rostro, jamás había experimentado tal cosa.

Y ahora mis ojos lograban ver.
Y ahora mis labios sabían suspirar.
Y ahora mis manos podían temblar.
Y ahora mi cuerpo se agitaba sin cesar.

Sus ojos, ¿Sus ojos?

Su mirada impenetrable.

Eran grises, ¡No! Eran claros.

Pero sí, eran grises con una luz azul profundo.

Se oscurecieron al instante, en el que mis ojos con los suyos se sumieron en el silencio que de nuestros labios suspiraba.

Si antes creí haberlo grabado y guardado en mi mente, ahora era completamente diferente.

A plena luz del día, cuando de las sombras ya no se podía esconder.

Algo en él habitaba, no me dejó caer.

Era casi imposible que el hombre que me había dejado sin habla a través de un retrato se encontrara al frente de mí.

¿Qué clase de embrujo era este?

Y si todo lo que decían era real.

¿Por qué yo he de ser la indicada para conocer toda su oscuridad?

Ese instante había quedado grabado para siempre en mi cabeza.

Su cabello oscuro, caía desordenado y húmedo sobre su pálida piel; en su frente.

Sus labios fruncidos. Su mandíbula tan tensa como sus hombros y las manos en mi cintura.

Y estando tan cerca de él pude sentir su aroma, cítrico y a la vez dulce, no terminaba de ser amargo, y tampoco de ser dulce.

Era exquisito, y sin duda alguna único.

No era una fragancia tal conocida como un perfume común.

Y eso me hizo suspirar nuevamente, y ahora sí, resonando en la habitación.



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En el texto hay: pasion, amor, epoca

Editado: 29.04.2023

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