Sonata de Luna Llena

Capítulo 12

Cuando peiné el último mechón de mi cabello recién lavado, supe que ya no tenía más excusas para seguir retrasando lo esperado.

Ya lo había visto, sentido y escuchado.

Era un misterio.

Era real.

Y no quise salir de mi zona de confort hasta que una melodía me hizo dejar de observarme en el espejo, en el cual llevaba más de una hora viéndome, tratando de encontrar fuerzas.

Me estaban llamando, y el teléfono se encontraba en mi habitación.

Aún descalza pero ya vestida, caminé hacía la mesa de noche, donde la pantalla de mi teléfono se iluminaba con el nombre de mi editora, Paulina Morrison, una mujer cuarentona y americana que se encargaba de hacer llegar mis historias a toda América con sus respectivas traducciones.

Respondí tan rápido como pude para escuchar su acento inglés en un solo grito de euforia.

— ¡Traigo muy buenas noticias!

Su voz era melosa, algo así como un dulce de almíbar, siempre estaba feliz y conservaba amor en cada palabra, por eso se debía parte de su éxito, era muy amable y entregada a su trabajo.

— Good afternoon para tí también, Paulina.— Dije sarcástica mientras una sonrisa sobresalía de mis labios.

Escuché como gruñó a través de la línea.

— Los saludos están demás, aunque no sé si estés bien, simplemente quiero anunciarte que tú libro de Poesía II ha llegado tan lejos como las estrellas... La escuela de arte poética de Estados Unidos quiere una edición especial para sus estudiantes. Las librerías en Latinoamérica quieren traducciones al español, y si eso no es una razón para no haberte saludado tú me dirás...

La emoción subió por mi cuerpo como corriente eléctrica.

— ¿Es real? — Dije con la voz aguda.

Quise saltar y gritar, pero no veía eso muy adecuado para el oído que me escuchaba al otro lado.

— ¿Eso es todo lo que dirás? ¡Claro que es real! Tengo a dos hijos que atender y una editorial que llevar como para llamarte y decirte una broma. Eres de las primeras grandes en causar tanta sensación, digo; en mi editorial. Así que prepara esas cuentas que los ceros te subirán como espumas de champagne.

Me llevé las uñas a los dientes de tanta ansiedad que sentí.

Caminaba de un lado a otro y todo el malestar que antes sentí se evaporó con la emoción.

— Solo haz tu magia, yo estoy aquí para escucharte.— Dije feliz.

— Eso haré Cass, eso haré... Yo me encargaré de todo.

Una sonrisa se adueñó de mis labios.

— Buena suerte entonces. Espero buenas noticias.— Y justo cuando finalizó la llamada un grito se escapó de mis labios.

Había experimentado muchos sentimientos en la vida... Pero, ¿Este? ¡Jamás! Era indescriptible.

Así que con toda la adrenalina del mundo me coloqué los botines y bajé corriendo las escaleras, no sabía qué haría, solo sentí tantas ganas de llamar a papá...

Luego se me bajó la emoción lentamente.

Cuando una persona me observó curiosa al otro lado de la sala.

Estaba recostado al lado de la ventana y me miró como si algo me hubiese pasado.

Toda la emoción se convirtió en un solo latido, cargado de mucha más euforia.

Mi respiración se entrecortó, y de pronto me encontraba enfrentando lo que quería evitar.

Sus ojos grises, oscuros, claros, brillosos me observaron sin parpadear, y mi piel se erizó en incontables niveles de gravedad.

— ¿Ha ocurrido algo madame? — Parpadeé cinco veces seguidas intentado aclarar mi mente.

Todo se había congelado y las palabras no salían de mi boca.

Sólo sentía mis manos rozar el jersey, y mis nervios aumentar con el latir de mi corazón.

Me aclaré la garganta mientras recorría discretamente la manera tan elegante en la que se vestía.

Pantalones negros... Camisa negra... Chaleco negro... Chaqueta negra... Todo de negro, pero eso solo lo hacía lucir más blanco, y más atracti... Agité mi cabeza para dejar de pensar en esas cosas.

— Sí, todo, solo que...— Cerré los ojos y mordí por instinto mi labio, me ponía muy nerviosa, y me daba vergüenza, pero no sabía cómo comportarme.

De pronto lo sentí más cerca, y mi garganta se cerró cuando sus manos, suaves, tibias y delicadas, rozaron mi mejilla, para así devolver un mechón de cabello a su lugar.

Y el simple hecho de que su piel rozara apenas mi mejilla, me quemó por dentro, haciéndome abrir los ojos al impacto, y encontrando la misma extrañeza en los suyos.

Él también lo sintió.

Y retrocedió bruscamente.

Mirándonos fijamente, y sin saber en qué universo paralelo me trasladaba al conectar con su mirada.

— Lo siento yo...— Dijo yéndose, pero nuevamente, yo lo detuve.

Por instinto lo tomé de la mano, aún sin tener palabras que decir, mi cuerpo tenía acciones que expresar.

— Espera...— Dije en un susurro, soltando rápidamente su mano.

Y se detuvo nuevamente, como la primera vez.

— Esto es nuevo para mí, ni siquiera sé si tengo miedo, porque no lo sé, no sé qué me ocurre, no encuentro la manera de hablarte, es como si algo en mí me impide respirar, como si de pronto solo...— Me ahogué con la saliva y comencé a toser estúpidamente.

Mientras hablaba no lo había mirado a la cara en ningún momento, y ahora daba el espectáculo más feliz del día.

Agité mi mano para indicarle que estaba bien cuando quiso ayudarme.

Y se detuvo a tres pasos de mí.

Cuando dejé de toser lo miré, y fue un error, porque nuevamente se me iba todo. El tiempo. El habla. Los pensamientos. Todo pasaba a pertenecerle.

— No entiendo...— Dije con la escasa voz que logré formular.

Y negué tantas veces que su gesto se relajó, quitó de sus ojos esa fría capa, y nuevamente lograba verlo, podía observar esa soledad, esa angustia, ese misterio... Ese sentimiento asfixiante que lo perseguía, día y noche, por una eternidad.

Era un libro abierto para mí, con solo una mirada leía mil palabras, y él entonces se apartó, rompió ese lazo y miró hacia la ventana.



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En el texto hay: pasion, amor, epoca

Editado: 29.04.2023

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