Sonata de Luna Llena

Capítulo 15

Sentí una leve presión en mi cuello, y solo apenas un agarre en mi mano.

Abrí los ojos lentamente tratando de enfocar.

Reconocí la sala mientras iba tomando color, y así darme cuenta que no había salido por completo el sol.

Intenté entonces removerme, pero unos brazos, me impedían hacerlo.

Mi piel se erizó inmediatamente.

Y volteando mi cabeza cuidadosamente, pude observar el rostro de Edmond, el cual dormía sentado, con mi cabeza en su pecho, y rodeándome con sus brazos mientras una de nuestras manos se entrelazaba.

Sus pestañas se veían largas y oscuras, su piel más clara que nunca, y sus labios  casi formaban un puchero, estando fruncidos.

Descansaba tan profundamente que su respiración bajo mi cabeza me dio paz.

Y observarlo así me hizo sonreír como una niña.

¡Pero qué estaba pensando!

Nunca en la vida había dormido con alguien, siquiera así.

Mi corazón se aceleró y quise entonces quedarme así para toda la vida.

Nuestras manos se sentían como una sola, y observar lo celestial que se veía durmiendo, era magnífico.

Su cabello caía aún más despeinado, sobre su frente, y aún en la posición que se encontraba su quijada se definía perfectamente.

Se había quedado en calcetines, por primera vez lo veía sin zapatos, y también había tirado su chaqueta y chaleco, quedando simplemente en camisa negra.

De la cual los primeros botones se habían colado y la piel de su pecho sobresalía curiosa.

En qué momento había terminado en una de mis películas favoritas.

Con un amor de ensueño...

Gruñó de pronto sacándome de mis pensamientos, y se deslizó un poco más abajo subiéndome más a él, y apretándome contra su pecho.

Casi cierro los ojos por pura emoción.

Y recostando mi cabeza en su hombro me quedé quieta, ni podía respirar.

Fue entonces cuando mucho más dormido que despierto, buscó con sus labios mi rostro y removió su nariz contra mi mejilla, recorriéndome con ella.

Quise desparecer, bueno, mentiría si dijera que no me gustó.

Pero sentí que me aprovechaba de la situación, tal vez por él estar dormido, pero yo no podía hacer mucho.

No quería moverme, ni despertarlo, y no me iba a mentir, estaba muy cómoda.

Todo hasta que sus labios entreabiertos recorrieran mi mejilla, hasta subirme aún más a él y terminar con su cabeza metida en el hueco de mi cuello.

Allí donde mi piel se erizó de incontables maneras, y donde solté un suspiro.

Cerré los ojos y me quedé así.

Sintiendo su cabello rozar mi rostro y sintiendo su nariz en mi cuello y allí respirando profundamente, murmuró algo.

— Du bist meine Rettung Cass...— Su voz adormilada casi inentendible recorrió mi ser.

Quise acariciar su cabello y decirle que sí.

Pero estaba tan dormido...

Y el simple hecho de que dijera mi nombre en sueños ya era suficiente para morderme el labio y esconder una sonrisa.

Así que me dejé llevar nuevamente.

Con una presión en la boca del estómago que jamás había experimentado.

Y no supe cuándo, ni cómo, pero me volví a dormir centrándome en su respiración, y ahora abrazados, allí quedamos, yo a horcajadas sobre él, casi sentada, y él casi acostado, en las posiciones menos cómodas, pero profundamente dormidos.

(...)

El agarre de su mano apretó mi cintura bajo mi Jersey.

Fue entonces cuando ahogué un suspiro y abrí rápidamente mis ojos.

Expectante me observaba.

Ojos grises y vivos.

Tan cerca de nosotros mismos.

Me observó con tanta fascinación que me perdí en él, nuevamente.

Sus manos se encontraban bajo mi Jersey, y no supe en qué momento había terminado ahí, afianzado a mi cintura.

Y me encontraba sentada sobre él, por completo.

Y al asimilarlo todo, el rubor tiñó todo mi rostro, incluso hasta el cuello, donde sentí hasta las orejas calientes.

Él abandonó su silencio y entonces habló...

— Buen día.— Dijo con la voz más ronca que pude haber escuchado, erizando mi piel y notando eso rápidamente.

Tenía sus manos en mi piel.

Y pues al sentirla erizada bajó la mirada buscando una muestra de lo notable.

Yo abrí con más fuerza los ojos.

— Buen día.— Dije casi en un susurro inaudible.

Me removí nerviosa y sus ojos se cerraron de pronto.

Yo me sonrojé aún más.

— Lo siento, lo siento, lo siento.— Dije repetidas veces muerta de los nervios y de la vergüenza.

Él soltó una carcajada ronca.

— No debe lamentarse, es la naturaleza de los hechos.— Y apartándome con cuidado de su regazo retiró sus manos de mi cintura, no sin antes dejar una caricia.

Yo quería desparecer, realmente.

— ¿Cómo te encuentras hoy? — Dijo a mí lado, mientras yo evitaba verle.

Dios, tenía nervios.

— Yo ya...— Lo observé embobada.— Estoy bien, gracias.— Dije segura.

Él asintió y entonces notó el rubor en mis mejillas porque alzó sus cejas.

— Su pureza es tan deslumbrante que se sonroja como una hermosa rosa cuando la acaricia el primer rayo de sol.— Mordí mi labio tratando de controlar mis nervios y me puse rápidamente de pie.

— No hagas eso.— Dije sin pensarlo.

Él negó.

— ¿A qué se refiere? — Se puso de pie también.

— Ilusionarme, cuando no está seguro de querer abrirse conmigo.— Y volvía hablar sin pensarlo, y casi me arrepentí de arruinarle todo a la mañana.

Él alzó sus cejas y luego las bajó, junto a su mirada, se removió el cabello pensativo.

— Nada de lo que yo he de decirle ha sido una ilusión, de eso le aseguro que es tan real como el sonrojo en sus mejillas.— Su voz pausada y tan determinante alteró todo mi corazón.

Y sin poder evitarlo volví a hablar.

— ¿Qué quieres de mí? — Se escapó de mis labios como un pétalo al aire, desgarrador.

Su mirada se suavizó.

Y un brillo que jamás había notado me atrapó.

— La verdadera pregunta Cassandra, es qué no quiero de usted.— Sus palabras quemaron mi ser al instante.



#4287 en Novela romántica
#462 en Thriller
#212 en Misterio

En el texto hay: pasion, amor, epoca

Editado: 29.04.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.