Sonata de Luna Llena

Capítulo 17

No tenía idea de lo que pasaba.

Realmente, no.

De lo único que estaba segura era de que jamás me había sentido tan vulnerable y completa en porcentajes iguales.

Era extraño...

Pero más allá de eso, extraordinario.

No sabía qué teníamos.

Estábamos juntos, pero no era nada formal, no aún. Y no me estaba haciendo la idea de algo...

Sabíamos muy bien que antes de algo realmente formal, necesitábamos conocernos por completo, aunque se dice que uno nunca termina de conocer a alguien, en este caso, simplemente no nos conocíamos lo suficiente.

Y fue una decisión mutua.

Queríamos llevar todo con calma, para él era algo sumamente difícil y diferente, en todos los sentidos, porque había vivido muchas cosas, y no solo por hablar de su existencia... Sino más allá, en su mente.

Y bueno que para mí también era algo nuevo, lo más cercano a enamorarme fue en el colegio, y el chico me rompió el corazón cuando se burló en mi cara.

Bobadas...

Los días eran menos largos.

El tiempo había pasado volando y de noviembre llegó diciembre...

Con ello muchos recuerdos.

Había finalizado mi poemario y lo había enviado a las editoriales que me contactaron.

Los ejemplares ya casi saldrían por Latinoamérica.

Mi padre cada día me extrañaba más, y yo a él.

En Ghöstery las personas ya no hablaban tanto, solo me observaban, y había conocido a los padres de Elizabeth y Camille, eran muy buenas amigas desde pequeñas.

Y Edmond era cada vez más atractivo.

No sólo físicamente.

Se reía más, y cada día se abría más a mí, compartíamos momentos, aunque no todos.

Lo acompañaba cada noche a tocar el piano, sino estaba junto a él, me sentaba en el sofá a verlo, y sino era así lo admiraba desde cualquier parte de la habitación.

Yo leía, él me observaba.

Cocinamos juntos algunas veces, aunque no siempre...

Y como todo no puede ser perfecto, habíamos discutido.

Más de una vez.

Aunque no muchas veces.

Ahora mismo iba llegando a casa.

Había salido hacer compras...

Vicent era extraño, pero nunca más entró a la casa, no me había atrevido a preguntar si sabía realmente lo que allí se encontraba.

Al bajarme tomé las bolsas, todas las que podía llevar.

Y casi corriendo por el frío, las dejé en la entrada, mientras me devolvía a por las últimas.

Al subir los escalones corriendo nuevamente, casi me resbalo por el hielo que había en uno, y un grito salió de mi boca sin quererlo.

Respiré profundo y abrí la puerta.

No me habría golpeado ni nada.

Y luego de trasladar de un extremo al otro las bolsas, me quité la chaqueta llena de nieve y la colgué antes de seguir mi camino hacia la cocina.

Donde lentamente fui llevando de dos en dos las compras.

La casa estaba en sumo silencio, ya estaba extrañada.

Habíamos discutido por lo mismo de siempre.

Sentía que no confiaba en mí, y al final él decía que yo no podría soportarlo.

Me recogí el cabello en una coleta y continué guardando las compras.

Lo que sí me hizo sentir una presión en el pecho fue el hecho de que ya eran pasadas las diecisiete y Edmond no había ni bajado.

¿Será que había salido?

Con el amargo en la boca subí y me duché, luego en ropas más cómodas me mordí las uñas sin saber ya qué hacer.

Debía ir a ver qué le pasaba.

No era normal esto.

Así que decidida caminé hacia su habitación, pero la puerta estaba abierta de par en par y él no estaba allí.

El corazón se me arrugó y las lágrimas se estaban acumulando lentamente en mis ojos.

¿Se había ido...?

Para siempre...

Estuve a punto de sollozar cuando un sonido en la habitación que siempre estaba cerrada me descolocó.

La puerta estaba entreabierta.

Así que la abrí lentamente y allí mi corazón se detuvo.

Se encontraba allí.

No me había dejado.

Y sin poder evitarlo se me escapó el llanto como una niña pequeña, más sensible que nunca.

Pero el simple hecho de pensar que él podría dejarme me partía el alma.

Estaba de espaldas a mí, por lo tanto se levantó rápidamente y me observó.

Sus ojos rápidamente se transformaron en calma, y con un gesto sumamente preocupado se acercó a mí en dos zancadas.

— ¿Qué ha ocurrido? — Sus manos limpiaron mis lágrimas y me envolvió en su pecho sin preguntar.

Olía como siempre y yo suspiré.

Mis mejillas estaban calientes por el llanto.

— Qué ocurre liebling...— Aparté la cara de su pecho cuando me llamó por primera vez así...

Liebling...

Cariño...

Mi piel se erizó y no me resistí a su mirada herida.

Lo jalé por el suéter que llevaba y lo acerqué hasta mí para poder besarlo.

Y vaya que lo había extrañado.

Sus labios tenían una mezcla de canela con el sabor favorito de mi caramelos.

Cerré mis ojos y dejé que las últimas lágrimas corrieran mientras mi mundo se desestabilizaba.

— Promete que no me vas a dejar nunca, que no me vas a abandonar sin antes decirme algo...— Dije pegando mi frente a la suya.

Sus manos acariciaron mis mejillas con anhelo.

— Eso jamás lo haría Cassandra.— Suspiró, haciéndome abrir los ojos para fundirme en ese universo gris.— Por más que quisiera jamás te podría abandonar.— Y solo bastó que me dijera eso para que mis ojos se humedecieran nuevamente.

Me abrazó aún más fuerte y me cargó hasta llevarme a la cama.

Fue entonces cuando me separé y noté que nunca había visto esta habitación.

Él lo notó, y observó todo el lugar con melancolía.

— Era la habitación de mi hermana...— Susurró.

Yo tomé su mano y la apreté.

Y la llevé a mis labios para darle un beso.

— No había entrado nunca, no hasta que llegaste tú.— Dijo casi inaudible.

Me arrodillé junto a él y levanté su rostro hacia mí.



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En el texto hay: pasion, amor, epoca

Editado: 29.04.2023

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