Sonata de Luna Llena

Capítulo 26

A veces la vida era... De cierto modo injusta.

Y sí...

Nos quitaba a quienes amábamos.

Las personas a quienes creíamos tener, las perdíamos.

Y nadie, absolutamente nadie era lo que aparentaba ser...

Era lamentable lo bajo que el ser humano caía, la manera tan fácil de olvidarse de las cosas, de ignorarlas, de hacer a un lado todo lo bueno, tantas cosas y simplemente...

Simplemente todo, simplemente nada.

La vida tenía paréntesis.

Y las personas casi siempre evitaban leerlos.

Nos sentíamos traicionados por quienes más amábamos porque siempre nos costaría aceptar que quien te quiere, puede tener retorcidas ideas en su cabeza de lo que es el amor.

Era el amor según cada mente.

Cada mente era un universo.

Y las personas eran como la Luna...

Ocultaban su lado más oscuro para que cuando saliera...

Para cuando la verdadera cara se mostrase...

Existía la decepción, la sorpresa, el enojo, el engaño.

Pero también había arrepentimiento.

Porque por más que un ser humano ignore un hecho... Las acciones siempre le perseguirán...

La vida es un karma...

Pues en parte, los viejos dichos tenían razón.

Por como actúes, se te tratará.

Hoy, mañana, o dentro de mucho tiempo...

Mucho más allá...

Y nadie olvida lo que hace, simplemente decide ignorar.

Pues quien tiene una mente es para recordar.

Y esos... Esos eran los constantes pensamientos que llegaban a mí cabeza en cada cierto tiempo.

Mi padre había insistido en conocer el pueblo al día siguiente, y así fue...

Recorrimos cada pequeño rincón turístico y hermoso, y se preguntaba a cada minuto porque las personas no dejaban de saludarme.

Me hizo sentir segura.

Y en Ghöstery todo era diferente.

Cuando llegamos a casa esa misma noche la incertidumbre volvió...

No veía a Edmond desde la tarde.

Justo cuando desapareció.

Había ido a buscarle en la noche cuando los demás ya dormían, pero nada.

No le encontré en ningún lugar.

Y sentía miedo.

Sentí que de pronto pudo olvidarse de mí, pudo irse sin pensarme...

Porque tenía inseguridad.

A quien amas...

Siempre le querrás ver junto a tí.

O algo así pensaba.

Estábamos a dos días de despedir el año, y no podría estar más inquieta.

Y por un momento simplemente quería desparecer.

Tendría en cuenta mis sentimientos...

Cuando sugirieron irse a dormir no me quejé siquiera, estaba demasiado pensativa para negarme.

Necesitaba hablar con él.

Y cuando las campanadas sonaron, el nudo creció en mi garganta.

Aún con el jersey blanco y los jeans que cargaba, subí directamente a su habitación.

Y al abrir su puerta no había nada.

— Edmond...— Suspiré ahogada.

Recorriendo todo el lugar para saber que no había dormido aquí.

Sentí como mi sangre se congelaba y como lentamente el mundo me asfixiaba.

Y si...

No, no.

Caminé hasta su cama y me dejé caer.

Fue inevitable soltar un suspiro.

— No me dejes...— Reprimí mis pensamientos, y dejando caer mi cuerpo me hundí en su almohada.

Olían a él.

Era él...

Y no sabía el momento exacto en el que las lágrimas comenzaron a caer, solo supe que me perdí en ellas hasta que el frío se convirtió en una pausada respiración.

Me había quedado dormida.

(...)

Para cuando Edmond salió del ático sin haber encontrado respuesta alguna, el miedo abundaba por cada trozo de su ser.

Porque si Cassandra corría peligro, él moriría en el intento.

Y claramente algo no estaba bien.

No se había dado cuenta que el día había pasado, hasta que al bajar, notó todo en sumo silencio y como el gran reloj marcaba mucho más allá de la medianoche.

Su amada Cass...

Qué no estaría pensando de él...

Al ir a la habitación de ella se detuvo, no escuchaba nada.

Así que abrió delicadamente para encontrar todo en un pulcro orden.

Bajó al gran salón y Manig dormía en el sofá, lo cual logró sacar una sonrisa. Pensó entonces que Cassandra podría estar esperando en el salón...

Pero al abrir la puerta solo estaba su viejo piano.

De momento su respiración comenzó a descontrolarse...

Y sintiendo aún más miedo volvió a las escaleras y caminó a su habitación en busca de esperanza.

La joven amada era iluminada por la luna que se colaba a través de las ventanas, su reflejo se veía tan resplandeciente como la nieve al caer...

Lloraba aún estando dormida.

Las lágrimas se deslizaban por sus tersas mejillas.

Su pequeño corazón acelerado, y su piel sudada tal pesadilla...

Aunque su cuello se llenaba con sus lágrimas y sus labios entreabiertos suspiraban lastimeros a través del sueño...

Se veía como un ángel.

Y cuando los pasos alcanzaron la habitación, el sentimiento de Edmond se detuvo.

Al verla tan pura; tan real, tan inocente...

Sus ojos se oscurecieron al verla dormir, sintió una ira quemarlo por dentro al verla llorar.

No merecía sus lágrimas.

Se acercó a ella delicadamente con un sentimiento de arrepentimiento tan grande que sintió repulsión por él mismo.

— Cómo pude hacerte esto Liebling...

El susurro salió cargado de tanto dolor que en los sueños de su amada su voz apareció.

Se arrodilló junto a ella y apartó el cabello de su rostro.

Acarició su mejilla humedecida, y besó su frente, como si con eso pudiese rogarle no llorar más...

Las cejas de Cassandra se alzaron en plenitud.

— Edmond...

Él se acercó a su llamado, un suspiro lastimero, las manos de ella se movieron en busca de algo, hasta encontrarle, aún sin saberlo real, tomó sus manos y las atrajo a ella, aún en sueños lo buscaba...



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En el texto hay: pasion, amor, epoca

Editado: 29.04.2023

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