Sus ojos grises me recorrieron con tanto amor que quise mirar a través de ellos para siempre.
Estábamos acurrucados, y sus caricias eran tan delicadas en mi cabello que apenas y lograba abrir mis ojos.
Pero era imposible dejar de observarlo.
Tanta intensidad y perfección.
Estaba casi segura de que jamás me cansaría de verlo, de hecho podría estar así para toda una eternidad.
Sus labios se cerraron en mi frente para así fruncir su nariz.
— ¿En qué estás pensando? — Su voz era ronca, e inevitablemente mi piel se erizó.
Sonreí lentamente para morder mi labio.
— En toda una eternidad.
Sus pupilas se agrandaron de pronto, podría leer su mirada sin palabras.
— Tú, yo, nosotros.— Cerré un ojo analizando su reacción a la vez que mi corazón se aceleraba.
Sentí que nunca antes había dicho algo tan importante y verdadero.
Pero su silencio congeló mi cuerpo.
Así que rompí el espacio besando sus labios una vez más.
— Pensar en la eternidad es aterrador.
Dijo de pronto.
— Vivir en ella es imprescindible.
Rompió nuestras miradas.
— Aprendes con el tiempo que todo sentimiento muere, todo anhelo, todo deseo, pues todo es eterno, pero lo que realmente importa no...
Volvió hacia mí y mi corazón bombardeó con mucha más fuerza.
— Pero si una eternidad, si esta eternidad te incluye, jamás viviré una eterna condena, por lo contrario.
Acarició mi mejilla con lentitud y un leve suspiro abandonó mis labios mientras nuestros ojos se entrelazaban.
— Sería una eterna salvación vivir en el paraíso de tus besos, en la ambrosía de tu amor, en el sueño del deseo de tenerte para siempre, en un anhelo del alma...
Mis ojos se humedecieron sin poder evitarlo.
— Y si tenerte implica perderte algún día, como todo lo efímero de esta vida... Seguiré creyendo, seguiré soñándote, así sea despierto... Pero lo que siento ahora mismo, lo sentiré eternamente agradecido, hasta el final de mis días, en el cual anhelo tener tu compañía...
Limpió mis lágrimas para besar el camino dulce que recorrieron.
— Ni de tus labios merezco palabras, ni de tus ojos lágrimas, siquiera merezco observarte, y mucho menos amarte...
Cuando su iris gris chocó junto con el mío sentí que me sumergía en el mejor momento de mi vida.
— Pero aún así lo hago, y lo seguiré haciendo, porque soy egoísta, y egoísta seguiré siendo.
— Edmond...
Lo atraje hasta mí interrumpiendo sus palabras, nada más me importaba, solo tenerlo.
Nuestros labios se rozaron de una manera tan cálida que sentí mi cuerpo estremecerse, aún así no me detuve, y trazamos un camino de besos a través de mis lágrimas; siempre profundamente, hasta el corazón.
Sus manos apretaron mis caderas y mis brazos se aferraron a su cuello, envolviéndolo en todo mi amor.
— Te quiero.— Dije delicadamente saboreando sus sentimientos.
— Ich liebe dich auch...
Mi corazón se sentía de pronto tan pequeño que sonreí a través de las lágrimas.
— Nunca he amado, o he comprendido hacerlo... Pero sí, ich liebe dich auch.— Murmuré antes de que me besara una vez más.
— Tu padre ya se debe levantar dentro de nada.— Mis ojos se abrieron recordando de pronto que a tan solo tres pasillos mi padre esperaba.
Me levanté rápidamente para reírme a carcajadas.
— Esto me recordó que... Eres mi primer novio.— Sentí mis mejillas calientes y observé su sonrisa tan...
Quise besarlo de nuevo.
Pero no, si lo hacía no saldría a tiempo.
Jamás...
— Debo estar nervioso.— Dijo con picardía recostado, tan perfecto.
Su sonrisa se agrandó aún más.
Se puso de pie hasta acercase y bajar hasta mi oído.
Mi pecho se aceleró sin disimulo.
— Tus pupilas se oscurecen cuando me observas, y no te imaginas lo perfecto que es admirarlo.
Cerré los ojos con fuerza y me alejé saliendo.
— Ahora ya te haces una idea...
Y sin agregar nada más salí corriendo por el pasillo escuchando el sonido de su risa.
Estaba tan enamorada de él...
Era mi primer amor, y estaba muy segura de que sería el último.
Porque jamás podría volver a sentir lo que siento por él.
Y no hablaba de ideales.
Sabía lo que sentía.
Y sabía lo que decían mis pensamientos.
Mente, alma y corazón.
Edmond era mi alma gemela, mi otra mitad, mi media naranja, mi príncipe de ensueño...
Todo lo que algún día fue idealizado en la sociedad como "El príncipe prefecto" ahora tenían sentido, porque sí existía.
¡Yo más que nadie lo sabía!
Y que el amor... Llega a su momento, se tarda su tiempo, pero cuando es para tí simplemente llega...
Si algo había aprendido de la vida, hasta ahora, es que nada debía ser forzado, ni antes de tiempo, ni desesperado.
Todo llega... Sí.
Todo llega.
El amor llega.
Esa persona llega.
Y todas las fantasías que un día comenzamos a ver ficticias, sí están a la vuelta de la esquina.
No en otra vida, ni en otro camino.
Simplemente sucede en el momento menos esperado.
Y así precisamente era el amor, ¡Es el amor! Inesperado... Como la vida misma, era el amar...
(...)
Un, dos, tres, cuatro...
Un, dos, tres, cuatro...
Sonidos inseguros. Sonrisas brillantes. Ojos llorosos. Corazones palpitantes.
El amor era bonito desde todas las perspectivas cuando era real.
Y en eso se basaba el trato del señor Shlüther.
Veía a su hija feliz, por primera vez en mucho tiempo sus ojos se sentían tan vivos como los de su madre.
Le recordó aquella profunda belleza inigualable...
Y al verla brillar, tan segura, tan sincera ante sus sentimientos, estuvo seguro.
Al parecer Edmond tenía las palabras correctas para encantar, y la primera palabra que pensaban todos los que le observaban era la misma.
Editado: 29.04.2023