Sonata de Luna Llena

Capítulo 29

— Estoy saliendo con alguien.

Esas cuatro palabras hicieron que Camille y Cassandra observaran a Elizabeth con suma emoción.

— ¿¡Todo este tiempo me lo has estado ocultando Elizabeth!? — Aunque Camille intentó que su voz sonara muy baja, algunas miradas curiosas las observaron en la cafetería.

Cassandra las veía con gracia.

Y Elizabeth tenía las mejillas tan rojas que parecía que se desmayaría pronto.

— ¿Lo conocemos? — Preguntó Cassandra pausadamente.

Elizabeth se encogió en su chaqueta color crema y el flequillo le tapó los ojos café.

— Pieters.

La cara de Camille fue de tanta sorpresa que casi la imprudencia se vive en ella como anteriormente era el alma de Elizabeth.

Los papeles se invertirán...

Cassandra sonreía alegremente, era aquel joven que la invitó a bailar en Nochebuena.

— Sabía que no te invitaría a bailar en vano, se va quedando solo como siga alejándose de este lugar...— Elizabeth resopló y Casandra soltó una pequeña risa.

— Lo hemos hablado desde esa noche y... Salimos el pasado martes, me busca y hablamos por horas sin descanso, no hay pausas, cuando estamos juntos...

Los ojos le brillaban con tanta pasión que Cassandra apoyó una de sus manos sobre la de ella.

— Conozco esa mirada, se nota que te encanta... Y si es mutuo, pues tienen mi bendición.— Las tres se rieron a carcajadas sin importar las miradas reprobatorias de los demás.

Lo que no se imaginaban era que al otro lado de la calle, con su aura de poder, estaban siendo observadas.

En su mente comenzaba la cuenta regresiva mientras cómodamente el gélido banco al frente de la cafetería acogía su cálido cuerpo.

En ese instante, un joven algo torpe entró en la cafetería, y la campanilla como en todas partes, resonó.

Las chicas ni lo notaron, no hasta que el deseado accidente sucedió.

Cuando Cassandra se estaba levantando con una taza de café, involuntariamente el hombre tropezó con ella y el líquido caliente se esparció en cámara lenta en el aire hasta caer en su jersey rosado.

La expresión de sorpresa fue tanta que no solo eso, sino que la taza salió volando de sus manos y se estrelló en el piso de madera donde los vidrios se esparcieron.

El líquido no logró quemarla gracias al material de su ropa, pero sí se sentía el leve ardor de lo caliente.

— ¡Discúlpeme señorita! No tenía idea...

La voz nerviosa y temblorosa comenzó a expresar sus lamentos, pero era muy tarde, Cass salió corriendo al lavabo de aquel lugar.

Realmente no sentía culpable al hombre que se encontraba un tanto perdido.

Pero sí había sentido como la mala suerte se esparcía por todo su jersey.

Al entrar al lavabo tomó un pañuelo y lo mojó para inmediatamente colocárselo bajo la piel que el jersey dividía del líquido caliente.

— ¡Dios! — Con frustración frotaba la tela intentando quitar aunque fuese un poco la mancha, pero nada.

En todo ese tiempo no se había dado cuenta de la extraña presencia que la acompañaba en aquel lugar.

— ¿Necesita ayuda? — La suave y ronca voz la hizo pegar un brinco que aceleró todas sus pulsaciones.

Notó entonces por el reflejo del espejo a un hombre alto, se le hacía conocido, aunque ahora mismo no sabía de dónde.

Llevaba el cabello por los hombros, algo libre, pero muy bien peinado y cuidado, tenía leves rizos, pero seguía siendo una cabellera castaña muy lacia.

Sus ojos verdes la perforaron a través del cristal, y tuvo que girarse sin palabras algunas.

— Creo que me equivoqué de lavabo...— Las palabras salían nerviosamente.

Y el hombre se acercó lentamente sin problema alguno.

Tenía guantes negros en la manos, y vestía algo así como al estilo antiguo y a la misma vez moderno.

Su piel clara y nariz perfilada le recordaron a...

— ¿Lo conozco? — No pudo mantenerse callada, sin importarle si estaba en el lavabo de hombres o no, dejó de limpiar su jersey con suma curiosidad.

El hombre se relamió los labios y frunció el cejo, como expresando un "Tal vez".

— ¿Se olvidó de mí señorita Shlüther? — Dijo de pronto.

La piel de Cassandra se erizó de manera inmediata, nadie en este pueblo la llamaba por su apellido, todos se referían de maneras extrañas, aunque no debía ser mucha coincidencia que supieran todo de ella, pero hubo algo en el tono de aquél hombre que le inspiró desconfianza.

— Usted, ¿Me recuerda su nombre? — Tragó saliva intentando esconder sus nervios.

El hombre dejó escapar una sonrisa.

— Jamás se lo dije.— Cassandra alzó sus cejas y rápidamente arrojó a la basura los pañuelos continuando tranquilamente.

— Por esa razón ahora ha de tener más sentido.— Murmuró lentamente.

El hombre se quitó los guantes junto a ella en el lavabo, y abrió el grifo lavándose las manos lentamente.

Ella trató lo más mínimo de no observarlo, pero era imposible, le inspiraba desconfianza y la estaba observando con tanta atención.

— Por cierto, no tuve la oportunidad de despedirlo aquella noche del baile, discúlpeme, espero que haya sido de su agrado.— La voz le salió sincera y tranquila.

Y continuando con su camino, sabiendo claramente de dónde lo había visto, se dirigía a la salida cuando la voz de aquel hombre la detuvo.

— Envíale saludos a Edmond, una maravillosa velada, por cierto, hasta pronto, Cassandra.— Y dejándola pasmada y con la piel tan erizada como la nieve, pasó por su lado para dejarla completamente sola en el lavabo equivocado.

¿Qué acababa de pasar?

Fue lo único que cruzó su mente.

Aún asombrada salió del lugar encontrándose a una Elizabeth molesta y una Camille preocupada.

— ¿Estás bien? — Preguntaron las dos al mismo tiempo, a lo que Cassandra asintió, sin poder encontrar palabras.

Tengo que llegar a casa.

Cada una se posicionó en cada costado, y abrazándola salieron las tres de la cafetería, donde ya todos las veían.



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En el texto hay: pasion, amor, epoca

Editado: 29.04.2023

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