Sonder.

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SONDER.

Capítulo 1: Cotidianidad #1.

Ana conoció a Alan el primer día de clases en la universidad y la conexión fue instantánea. Los días fueron pasando y cada vez se volvían más cercanos, mucho más íntimos. A los dos meses de conocerse deciden abiertamente que se gustan y que su mayor sueño ahora era estar juntos, lo cual sucede. La familia de Ana es tradicional mientras que la de Alan pasa por muchos problemas entre ellos la ausencia de su padre desde mucho años atrás.

Alan aparte de tener una familia disfuncional y que a duras penas sobrevive se embarca en el bochornoso mundo de las apuestas y llevándose consigo a la dulce e ingenua de Ana Salvatore, la cual haría todo solo por hacer feliz a su amado, aún si eso implica hundirse lentamente en un vicio sin final.

Tras varias idas al casino de la ciudad Alan logra ganarse una considerable cantidad de dinero y a causa de aquella éxtasis decide finalmente pedirle matrimonio a Ana.

Él se arrodilla ante aquella castaña que lo miraba con tal amor y adoración, de su bolsillo saca la cajita de terciopelo vino y la abre enseñando un costoso anillo que deslumbra un precioso y enigmático diamante marquesa.

—Me harías el hombre más afortunado de este mundo si tú aceptas ser mi compañera para toda la vida, Ana Salvatore. —. Exclamó, el joven de preciosos ojos celestes y abundante cabellera negra.

Ella sollozó y varias lágrimas salieron de sus ojos, inhaló profundamente y tras varios asentamientos frenéticos con la cabeza expresa su respuesta.

—¡Si!, ¡Acepto casarme contigo!

Él dichoso se pone de pie y desliza tal delicadez sobre el dedo anular de la castaña, sellando así su compromiso.

Las familias de los próximamente esposos celebran dichosos el compromiso y aunque para algunos es muy pronto su compromiso igual deciden apoyarlos. Alan es aún un joven de tan solo 25 años mientras que Ana cumplió 20 hace unos días. E igual creían que su destino fue conocerse aquel día y hacerse pareja, estaban destinados a conocerse.

—Este día mi padre nos llevó a conocer Honolulu junto con mi madre. —. Relata, Ana a la vez que le muestra a Alan las fotos de sus pasadas vacaciones de hace unos años, dos años antes de conocer a Alan.

—Espera. —. Ana ve extrañada a Alan, y éste toma entre sus manos la foto de Ana posando frente a una estatua, la cual le rebata una sonrisa al pelinegro.— Tengo una igual. —. Él saca su móvil y de inmediato le enseña a Ana la fotografía, y que casualmente en la foto de Alan sale a un costado una extraña chica de cabellos castaños y anteojos de pasta negra sacarse fotos acompañada de sus padres.

—¿Eras tú…? —. Ana y Alan comparan sus fotos y si, los dos estuvieron en el mismo lugar vacacionando y estuvieron a unos pocos metros el uno del otro.

—Nos vimos sin saber que años después seríamos pareja. —. Alan ve con tanto amor a Ana, la ama más que a nadie en el mundo y daría todo lo que tiene con tal de verla feliz y sonriente.

—La vida y sus cosas. —. Ella estaba nerviosa, nunca antes le había pasado algo igual, pero cree que Dios y sus planes son infinitamente perfectos y que más que el destino esto se trata de Dios.

Los días avanzan y con ello sus metas como pareja y entre ellas estaba el adquirir una casa para comenzar a formar una familia y la cual finalmente compraron. Consta de una casa veraniega cerca de la playa con palmeras rodeando la gran casa, pintada con colores brillantes y con un blanco inmaculado, colores que realzaban la belleza que desprende cada rincón.

—Alan realmente está enamorado de ti, Ana. —. Le comenta, en modo de plática Genoveva a Ana, son mejores amigas desde que estaban en la panza de sus madres.

Genoveva organizó una pequeña cena entre ellas dos para festejar la boda de Ana, es algo así como una despedida de soltera pero sin estríper y sin muchas personas, solo ellas dos recordando los buenos momentos.

—Aún no puedo creer que mañana me casaré con el amor de mi vida, es de ver y no creer. —. Comenta, una Ana soñada.

En el otro lado de la ciudad se encuentra Alan entrando en compañía de todos sus amigos y familiares hombres a un hotel cinco estrellas para festejar su despedida de soltero, su último día siendo un hombre soltero. Los chicos se divierten diferente a las chicas y para ellos este último día es importante, es su final a la vida alocada. Ellos entran a un club nocturno llevándose a arrastras a Alan, y al entrar el pelinegro se da cuenta que no es un club normal, es un body shop a dónde lo han traído.

🌀🌀

El día soñado por Ana finalmente ha llegado, su boda finalmente se ha hecho realidad.

Entre su madre y mejor amiga le ayudan a alistarse, a tratar de relajarla para que sus nervios no le jueguen en contra. A eso del mediodía por la habitación donde ellas se están hospedando pasa Mauricio, quien es el mejor amigo de Alan. Ana al verlo se sorprende más sin embargo le invita a pasar y a tomar un jugo.

—¿Qué tal su noche? ¿Se portaron bien? —. Le pregunta, con interés Ana.

Ariel lame sus labios y toma del jugo que Ana le dio, y tras varias inhalaciones exclama:

—Todo bien, salimos a comer y luego regresamos a ver una que otras películas de nuestra niñez.

La primera mentira que Ariel le da a Ana en todos estos meses de amistad. Y Ana no lo sospecha por la confianza que hay entre los dos.

—¡Que bueno! Por un momento había contemplado la idea de que llevarían a Alan a uno de esos clubs que tanto frecuentan. —. Ella sonrió divertida mientras que Ariel por dentro gritaba nervioso, no puede decirle a Ana lo que de verdad pasó, la rompería.

—A Alan no le agrada esos sitios por eso hicimos cosas sencillas y entretenidas como cenar y ver películas. —. Es común en Ariel repetir las palabras cuando se siente nervioso y acorralado. Y Ana en su inocencia no lo nota.




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