En la cafetería "The Mean Bean", el Agente Roca estaba a punto de cerrar la puerta cuando una sombra alta y familiar bloqueó la entrada. Roca levantó la vista y sus ojos casi saltan de sus órbitas. Allí, con el traje un poco chamuscado, el bigote despeinado pero con la misma sonrisa megalómana de siempre, estaba el Doctor Eggman.
—¡Doctor! —exclamó Roca, dejando caer una jarra de leche—. ¡Está vivo! El Cañón Eclipse... la explosión... nosotros pensamos que...
—¡Bah! ¡Detalles menores, Roca! —Eggman entró pavoneándose y se sentó en su taburete favorito—. Un genio como yo siempre tiene un plan de escape, aunque implique saltar en una cápsula de emergencia segundos antes de que todo se vuelva fuegos artificiales. Y tengo que decirte... salvar el mundo es un trabajo agotador.
Roca le sirvió rápidamente su café preferido. Eggman suspiró al sentir el aroma.
—He decidido que me tomaré unas vacaciones, Roca. El mundo me debe una tras no dejar que ese cañón lo partiera en dos. Pero... —su mirada se volvió afilada al ver las pantallas de Roca—, veo que GUN ha estado ocupado jugando a ser Dios con los apuntes de mi abuelo Gerald. Esa eriza amarilla... es una pieza de tecnología biológica fascinante.
—Lo es, Doctor. Shadow ya ha sentido su presencia —respondió Roca.
Eggman tamborileó sus dedos sobre la barra.
—Entonces mis vacaciones serán cortas. No puedo dejar que la Directora Rockwell se quede con todo el crédito. Si hay un Robotnik que debe controlar el legado de los erizos, ese soy yo.
Mientras tanto, en Green Hills, el cielo se oscurecía con nubes de tormenta que parecían reflejar el humor de Shadow. Sonic había estado siguiendo a Shadow por el bosque, intentando razonar con él durante horas.
—¡Shadow, detente un segundo! —gritó Sonic, poniéndose frente a él con una ráfaga de velocidad—. Tails ha revisado los satélites diez veces. No hay rastro de ninguna cápsula, no hay rastro de vida de hace 50 años. Lo que sientes es... es el trauma, amigo. María se fue. Tienes que aceptarlo.
Shadow se detuvo en seco. Sus púas empezaron a soltar chispas rojas y el aire a su alrededor comenzó a vibrar con una intensidad peligrosa.
—Tú no sabes nada, erizo azul —siseó Shadow con una voz que parecía venir del fondo de un abismo—. Tú tienes a tus amigos, tienes a esa familia en esa casa... Yo tengo un reloj que late con el corazón de la única persona que me amó. ¡Ella está viva! ¡Siento su luz!
—¡Estás obsesionado con un fantasma! —le espetó Sonic, perdiendo la paciencia—. ¡Y esa obsesión te va a destruir!
Shadow no respondió con palabras. Se lanzó hacia adelante como un proyectil negro. Sonic apenas tuvo tiempo de reaccionar, cruzando sus brazos para bloquear un golpe que lo mandó a volar a través de tres árboles. La pelea fue brutal y rápida. Sonic usaba su agilidad para esquivar, pero Shadow peleaba con una ferocidad que nunca antes había mostrado. No era un entrenamiento; Shadow estaba descargando cincuenta años de dolor sobre Sonic.
En un movimiento cegador, Shadow apareció detrás de Sonic, lo agarró de la espalda y lo estrelló contra el suelo, creando un cráter. Shadow levantó su mano, cargando un Chaos Spear de color rojo sangre, listo para dar el golpe final.
—¡Shadow, basta! —el grito no vino de Sonic.
Shadow se congeló. A pocos metros, en el borde del bosque, estaban Tom y Maddie. Tom tenía la mano en su cinturón, pero no para sacar su arma, sino temblando de puro nerviosismo. Maddie, sin embargo, dio un paso adelante. Su mirada no era de miedo, sino de una profunda decepción y tristeza. Era la mirada de una madre que ve a su hijo cometer un error irreparable.
Shadow miró a Maddie, luego a Sonic, que tosía en el suelo, y finalmente a sus propias manos bañadas en energía oscura. El silencio que siguió fue más doloroso que cualquier golpe. Shadow bajó la mano, la energía se disipó, y sin decir una palabra, desapareció en un destello, dejando atrás el rastro de su vergüenza.
Horas más tarde, Shadow regresó al garaje de Tails. Estaba sentado en un rincón, con la cabeza baja. Tails se acercó con cuidado, sosteniendo un escáner cuántico.
—Shadow... —dijo Tails suavemente—. No quise intervenir antes, pero he descubierto algo en tu reloj. No es un cortocircuito.
Shadow levantó la vista, con los ojos cansados. Tails proyectó un holograma que mostraba dos ondas de energía entrelazadas.
—Lo que sientes es real. La directora Rockwell no solo creó a María the Hedgehog; la vinculó a ti. Tu energía es "Oscuridad Caos", una fuerza de gravedad y destrucción. Pero ella... ella es "Luz Caos". Es una energía de fotones de alta frecuencia.
Tails señaló cómo las ondas se atraían.
—Están vinculados cuánticamente. Ella es tu contraparte perfecta. El reloj actúa como un receptor porque contiene una pequeña parte del ADN que Gerald usó para ambos. Shadow, ella no está en el pasado... ella está en el presente, pero su señal está siendo distorsionada. Alguien está bloqueando su conciencia, y por eso el reloj late de forma irregular. Ella está sufriendo, Shadow.
Shadow apretó el reloj contra su pecho. El dolor que sentía no era solo suyo; era el eco del sufrimiento de María en la base de GUN.
En el Sector Omega, la Directora Rockwell observaba las pantallas. María estaba en su cámara de meditación, rodeada de cables que extraían su luz.
—Señora, la sujeto tuvo un pico de estrés durante la pelea de Shadow en Green Hills —informó un técnico—. Parece que la conexión entre ellos es más fuerte de lo que calculamos.
Rockwell sonrió, ajustándose el cuello de su uniforme.
—Excelente. Eso significa que no tendré que buscar a Shadow. Él vendrá directamente hacia nosotros. Y cuando lo haga, María será la que le dé el golpe de gracia.
El capítulo cierra con Shadow saliendo del garaje hacia la noche estrellada. Sonic estaba sentado en los escalones de la casa, con un vendaje en el brazo. No se dijeron nada, pero se miraron. Sonic asintió levemente, una tregua silenciosa. Shadow miró hacia el norte, donde el reloj brillaba con más fuerza que nunca.
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Editado: 31.12.2025