El amanecer en Green Hills trajo consigo una calma tensa. En el porche de la casa de los Wachowski, el aire todavía se sentía cargado por la pelea de la noche anterior. Shadow estaba de pie, mirando sus manos enguantadas, mientras Tom y Maddie salían con tazas de café humeante.
Shadow no esperó a que hablaran. Se giró lentamente, con la mirada baja.
—Tom... Maddie. Mis acciones de anoche no tuvieron justificación. Ataqué a Sonic en un arrebato de ira ciega. No espero que lo entiendan, pero sí les ofrezco mi más sincera disculpa. No quiero ser un peligro para este hogar.
Maddie suspiró, acercándose para poner una mano suave en el hombro del erizo negro.
—Shadow, sabemos que estás cargando con el peso de cincuenta años de dolor. Aquí no somos perfectos, somos una familia. Y las familias se perdonan.
Sonic salió de la casa, cojeando ligeramente y con un vendaje cruzando su hombro azul. Miró a Shadow y soltó una pequeña risa.
—Oye, Shadow... yo también me pasé de la raya. Fui un insensible con lo de María. Si yo perdiera a mis amigos, probablemente también estaría lanzando Chaos Spears a diestra y siniestra. Estamos bien, hermano.
Shadow asintió, sintiendo que un nudo se aflojaba en su pecho. Por primera vez, los dos erizos se miraron no como rivales, sino como hermanos de armas. Sin embargo, esa paz estaba a punto de ser triturada.
Más tarde ese día, Sonic decidió salir a correr para probar su hombro. Se adentró en la espesura del bosque, disfrutando del viento, cuando de repente una luz dorada cruzó su camino. Sonic se detuvo en seco, patinando sobre la tierra.
Frente a él, flotando a pocos centímetros del suelo, estaba ella: María the Hedgehog. Su pelaje amarillo brillaba bajo los rayos de sol que se filtraban por los árboles.
—¿Tú eres el otro? —preguntó María. Su voz era dulce, pero había una confusión dolorosa en su mirada.
—¿María? —Sonic estaba en shock—. Shadow tenía razón... estás aquí.
—Busco a un erizo negro y rojo —dijo ella, ignorando el nombre. Sus manos empezaron a brillar con energía solar—. Rockwell dice que es un asesino. Que él causó el fin de mi abuelo.
—¡Eso es mentira! —exclamó Sonic, acercándose con cuidado—. Shadow te amaba más que a su propia vida. Él es el héroe, María. Rockwell te está usando.
María bajó las manos, su aura de luz titubeó.
—¿Héroe? Pero... yo recuerdo gritos... recuerdos explosiones...
Antes de que Sonic pudiera decir una palabra más, el cielo sobre ellos se desgarró. Un sonido de turbinas de alta potencia llenó el bosque y una sombra masiva cayó sobre ambos. Un robot de metal pulido, con un núcleo rojo brillante en el pecho y ojos cargados de odio digital, aterrizó con la fuerza de un meteorito.
Metal Sonic.
Sin mediar palabra, el robot se lanzó sobre Sonic. El erizo azul, herido del hombro, no fue lo suficientemente rápido. Metal lo atrapó por el cuello, estrellándolo contra un roble centenario. María retrocedió, asustada.
—¡Sujeto recuperado! —tronó la voz de la Directora Rockwell a través de los altavoces de Metal—. ¡María, retírate! Es una orden.
María miró a Sonic, quien luchaba por liberarse, y luego al frío robot. En contra de su voluntad, sus pies se movieron solos, impulsados por el control de GUN, y desapareció en un destello dorado mientras Metal Sonic se llevaba a un Sonic inconsciente hacia las nubes.
Horas después, al notar que Sonic no volvía, Shadow, Tails y Knuckles rastrearon su última señal GPS hasta un lugar inesperado: la cafetería "The Mean Bean". Entraron derribando la puerta, listos para la batalla.
—¡Roca! ¿Dónde está Sonic? —gritó Knuckles, cargando sus puños de energía.
—Tranquilo, guardián de la gema —dijo una voz grave desde el fondo de la barra.
De las sombras salió el Doctor Eggman, sorbiendo un expreso con total tranquilidad. Tails casi se cae de espaldas y Knuckles se puso en posición de ataque, pero Shadow permaneció inmóvil.
—¡Eggman! —gritó Tails—. ¡Tú deberías estar... tú moriste!
—Las noticias de mi muerte siempre son exageradas, pequeño zorro —rio Eggman—. Pero agradezco la preocupación.
—Yo sabía que habías sobrevivido —dijo Shadow con voz fría—. En el espacio, cuando la explosión ocurrió, usé el Chaos Control para proteger nuestras cápsulas. Sabía que el mundo necesitaría a un genio... o a un idiota al que vigilar.
Eggman hizo una mueca.
—Gracias por el cumplido, Shadow. Pero tenemos problemas mayores. La Directora Rockwell ha activado a Metal Sonic y tiene a tu amigo azul. Ella no quiere la paz; quiere usar el ADN de los tres erizos para alimentar el Cañón Eclipse que mi abuelo dejó a medias.
En la base submarina de GUN, Sonic despertó encadenado a una silla de inhibición de energía. Frente a él, a través de un cristal reforzado, estaba la Directora Rockwell.
—Despierta, erizo —dijo ella con desprecio—. Gerald Robotnik creó monstruos que el mundo no estaba listo para manejar. Mi familia fue una de las que sufrió cuando la base cayó hace 50 años. Perdí todo por culpa de las ambiciones de un viejo loco y sus mascotas espaciales.
—Tú estás loca —escupió Sonic—. María no es un arma, y Shadow solo quiere paz.
Rockwell se acercó al cristal, sus ojos llenos de una sed de venganza insaciable.
—Shadow tendrá su paz... en el olvido. Y tú, Sonic, serás la batería que encienda el nuevo orden mundial. María ya está en posición. Solo es cuestión de tiempo para que Shadow venga a "rescatarte" y caiga en mi red.
El capítulo termina con Shadow, Tails y Knuckles subiendo a un transporte de alta velocidad proporcionado por Eggman. Shadow mira por la ventana, con el reloj plateado brillando intensamente.
—Vamos por él —dijo Shadow—. Y esta vez, no quedará nada de GUN para contar la historia.
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Editado: 31.12.2025