Sonrisa de Mil Demonios

Capítulo 8

Narra Allison

— Volveré...

Esa simple, no tan simple palabra ha estado en mi cabeza durante dos días y a toda hora.

A lo largo de mi corta y complicada vida saber qué es real y qué no lo es, cada vez es más complicado.

He llegado a pensar que no existe alguna cura para mis problemas.

He llegado a pensar que cada mínimo instante de mi vida es un producto más de mi imaginación.

¿Estaré en lo cierto? ¡Quién sabrá!

Pero esta vez ha sido diferente, mis sueños hablan, mis sueños son mensajes, y él estaba ahí. 

No estaba alucinando, era él.

Y saber esa mínima cosa me hacía entrar en una desesperación infinita.

Él es un pedazo de vida.

Él es una pieza en mi corazón.

Fue mi oxígeno, y yo su bomba explosiva.

Tan tóxica y contaminante como una bomba nuclear.

Hoy es miércoles.

Estoy en clases, y me encuentro en física, tres horas de clases en todo el día... Y en una media hora saldré al esperado receso y al fin me encontraré con Jessica.

El aula se encontraba en un silencio sepulcral y cada segundo que avanzaba la aguja del reloj mi cabeza colapsaba.

Uno, dos, tres, cuatro...

Mi respiración se aceleraba cada vez que los segundos corrían en el reloj.

«Él está siguiendo tus pasos»

Mi vista se nubló ante el murmullo de mi mente causando que mi respiración se cortara.

Cinco, seis, siete, ocho...

Todo a mi alrededor se desvanecía.

«No mires atrás, no te detengas o te atrapará»

Parpadeé  intentando que aquel sentimento se desvaneciera, pero mi cuerpo se retorcía en la silla tumbando todo lo que estaba a mi alcance.

Nueve, diez, once y doce...

¡No respiro! 

Trato de gritar y pedir ayuda pero nadie me escucha, nada ocurre.

«Es algo tarde, el rey oscuro ya te encontró»

— ¿Señorita Allison? 

Una voz masculina me llamaba, eea lejana, se la lleva el viento.

— ¿Señorita Allison? 

 Trataba de hablar, de respirar, pero no podía...

¡No puedo! 

— ¡Allison Coreal! — Mis ojos se abrieron exaltados y mi respiración acelerada hizo que mi cuerpo quedara completamente rígido en mi lugar, una silla.

Todos en el aula me observaban.

Mi piel se estremeció al instante.

El profesor estaba junto a mí y tenía una de sus arrugadas manos en mi hombro.

Mi frente estaba llena de sudor, lo que hacía que el cabello se adhiera a mi cara.

Analizando todo mi alrededor y notando todas las miradas en mí, traté de tranquilizarme, pero el rubor estaba en mi cara.

La vergüenza.

El profesor a mi lado insistió en sacarme del aula e ir a la enfermería, pero mi cuerpo no reaccionaba, así que comenzó a inhalar y a exhalar lentamente invitándome a seguirle.

Fue una crisis de pánico.

Ya las había tenido antes...

Hace mucho tiempo.

Mis manos, ahora rojas por aferrarme con tanta fuerza a la tablilla de hierro, dolían.

Mi corazón estaba tan acelerado que era lo único que lograba escuchar.

Mis oídos pitaban.

Lentamente logré retomar el control en mi cuerpo y justo cuando pensé que todo estaría bien una mirada me quemó el cuello.

Y al voltear de manera inmediata sus ojos azules se enlazaron con mis ojos oscuros.

Él me observaba con una pizca de diversión que no entendía, y cuando todo ya era tan extraño me guiñó un ojo con picardía.

Fruncí mi ceño y la necesidad de salir de aquel lugar me invadió, así que seguí al profesor recogiendo mis cosas algo temblorosa.

No podía evitar pensar tantas cosas.

«Por qué te ríes de mí cuándo me ocurre algo malo...»

Ignorando su mirada con una doble intención salí del aula.

Me llevaron a la enfermería y no hicieron más que chequearme y empezar a hacer preguntas absurdas que evité responder.

Ya estaba acostumbrada.

Mi cabeza daba vueltas, a todo menos a la realidad.

«Él está siguiendo tus pasos...

No mires atrás, no te detengas o te atrapará...

Es algo tarde, el rey oscuro ya te encontró...»

Treinta minutos más tarde me encuentraba en una habitación vacía y en una silla totalmente incómoda.

Hay algunos bibliotecarios y repisas llenas de libros, un escritorio y una pizarra.

Es un aula de castigos o algo así.

Me encuentro aquí desde el segundo que no quise contestar ninguna de las preguntas y pensaron que estaba drogada.

¿Qué le pasa a la sociedad de hoy en día?

¿Tan mala está?

¿O cuesta aceptar que se trata de un estudiante demente con crisis nerviosas de ansiedad?

Una de las principales cosas que pedí a mi familia fue el no decir absolutamente nada en cuanto a mí salud mental.

Algo de lo que siempre he sido reservada es en cuanto a mí vida privada.

Porque simplemente no vale la pena que todo el mundo sepa que mis padres están muertos, que soy huérfana y que mi vida es un desastre desde mis doce años.

Todo el mundo tiende a mirarme con lástima, y no existe nada más en este mundo que me desagrade tanto como la lástima.

No lo soporto.

Me da igual que me tilden por loca, rara o demente, pero cuando las personas te miran con esos ojos de lástima, nada es agradable.

El silencio estaba presente en el aula y los minutos seguían avanzando.

Observé por la ventana la gran cancha y las gradas.

Estaba el equipo entrenando y las porristas ensayando.

Dos mundos, dos realidades.

Cada vez que una crisis de ansiedad ocurría debía anotarla en mí libreta negra, como la llamaba en el internado, es una libreta llena de narraciones, alucinaciones, visiones macabras y oscuridad.

En cada una de mis crisis la oscuridad me alcanza, dejo de ver y de respirar.

En cada una de esas experiencias mi cuerpo caía en tan profundo transe que llegaba a colapsar completamente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.