Sonrisa de Mil Demonios

Capítulo 11

Narra Allison

Oscuridad...

¿Alguna vez la han sentido?

Aquel pitido que nunca se apaga...

Aquellas voces que nunca se callan...

Aquel dolor que no sabes explicar...

¿Alguna vez les ha pasado?

Sentir su cuerpo desvaneciéndose...

Sentir el corazón latir lentamente...

Sentir la sangre derramándose y no poder hacer nada.

Los gritos desesperados.

Tú cuerpo siendo elevado y atado a una camilla.

Y cuando llega el momento, la luz ilumina en tí, cesa la oscuridad y el pitido disminuye.

Tú corazón se detiene.

Sientes paz.

Una paz inexplicable, porque ya no estás siendo torturada, ya estás tan inconsciente que nada te hará sentir mal.

O eso crees...

Porque ahí me encontraba...

Caminando hacia un túnel.

La oscuridad me consumía y yo la seguía a ella.

Un velo negro cubría su cara.

Una larga túnica negra cubría su cuerpo.

Caminaba lentamente por aquél túnel.

Yo seguía sus pasos.

Mis pies quemaban.

Mis manos temblaban.

— El Rey oscuro ya te encontró.

Su voz resonó en mi cabeza como un gélido susurro al viento.

Voces resonando gritaban, clamaban ser salvadas tras las rejas del abismo.

Al final del túnel estaba, allí...

De pie con su gran velo, y sabía que me observaba a través de él.

Y cuando creí que sería mi única salida pedir a ella la salvación, su voz resonó.

—Tenebrae sunt, tenebrae vobis erit.

No lograba entender nada de lo que decía.

Pero entonces la opresión volvió.

Mi alma era perforada por una fina daga de fuego que ardía en mi interior.

Las voces a mí alrededor aumentaban.

Me llamaban con súplicas.

Y yo me había convertido en una de ellas.

Sentía mi alma ser destrozada.

No podía mantenerme en pie.

El fuego me rodeó.

Se hizo un círculo a mi alrededor.

Y ella se acercó, repitiendo sus inentendibles palabras.

—Tenebrae sunt, tenebrae vobis erit.

Yo sentía que convulsionaba.

Pronto comencé a escupir un líquido negro parecido a la sangre.

Mis ojos llenos de lágrimas y mi boca derramando oscuridad.

Mi cabeza golpeó al suelo.

Mi cuerpo temblaba de pies a cabeza.

Era incontrolable.

No tenía salvación.

Era una de esas voces en el vacío clamando salvación.

Y lo sentí.

Sus pasos.

Su energía llenaba el ambiente.

Su carcajada.

Sus miserias.

Porque cuando creí que no tendría salvación y que estaba acabada algo en mí explotó.

Algo en mí tuvo una reacción.

Mi ángel había atravesado el oscuro camino hacia el vacío para salvarme, una vez más...

De la oscuridad.

(...)

Abrí los ojos tan rápido como pude hacerlo, pero luego me arrepentí.

La luz me cegó.

El dolor en mi cabeza me hizo soltar un gemido.

Sentía que iba a explotar.

Mi muñeca dolía demasiado.

La piel me ardía y dolía al mismo tiempo.

El ojo derecho me palpitaba.

Cuando abrí nuevamente los ojos mis brazos estaban llenos de pequeñas heridas y muchos hematomas.

Tenía cables y vías en mis brazos.

Tenía una vía con oxígeno en mi nariz y una venda blanca envolvía mi muñeca izquierda, muchas máquinas me rodeaban, al igual que diferentes cables.

¿Cómo demonios terminé así y aquí?

Me sentía agotada, pero el dolor que sentía en todo mi cuerpo me impedía hacer cualquier mínima cosa.

Mi boca estaba tan seca que no pude evitar toser.

Necesitaba agua, me encontraba sola en una habitación de hospital, era tan blanca y fría que me hacía viajar al pasado.

Traté de girar mi cabeza un poco pero el dolor fue torturador.

Cerré los ojos con fuerza y volví a gruñir.

Hasta que noté que junto a mi mano derecha había un pequeño botón de color rojo.

Sin dudarlo lo pulsé.

Luego sabría si era para llamar a alguien o para mover la camilla.

Pero como lo segundo nunca ocurrió, esperé algunos minutos hasta que escuché los pasos acelerados y luego una puerta abrirse.

Logré divisar a una mujer vestida como enfermera.

Me miró con dulzura y me regaló una sonrisa.

— Me alegra que hayas despertado querida.

Se acercó a mí con un pequeño vaso de agua y le colocó una especia de auxiliar extraño para que fuera más fácil para mí beber.

Traté de responderle, pero ella me indicó con una seña que no lo hiciera.

— Llevabas un buen rato inconsciente, nos has asustado a todos.— Acercó a mi boca el vaso con agua.— Bebe con mucho cuidado, así evitarás ahogarte.

Cuando el agua por fin recorrió mi garganta sentí como mi cuerpo me lo agradecía.

— Me imagino que debes estar muy confundida y algo angustiada... Pues te lo explicaré.

 Retiró el vaso de mí boca y lo dejó en una pequeña mesilla para buscar alguna cosa en un estante que se encontraba en la habitación.

— Te hemos encontrado en el instituto golpeada, muy maltratada físicamente e inconsciente...

Mis ojos se abrieron lo más que pudieron.

Me aclaré la garganta sintiendo una enorme picazón.

— Creemos que te han intentado violar, o algún acosador o maltrato infantil extremo, todavía no sabemos que podría haber sido, la seguridad anda con la cabeza echa trizas. Nadie sabe por qué te acatarían así, en fin querida, por ahora te recomiendo no hablar mucho ya que llevas ocho horas de inconsciencia.

¿Ocho horas inconsciente?

¿Quién me haría algo así?

¿¡Quién era ese hombre!?




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