Sonrisa de Mil Demonios

Capítulo 22

Narra Allison

Los pensamientos volvían a mí como un remolino lleno de viento, lleno de voces, lleno de vacío y de dolor...

Mi piel se sentía tan helada como la de un hielo, y el viento azotaba con fuerza mi cuerpo, manteniéndome en un constante limbo.

No fue hasta que mis pies sintieron la firmeza del suelo, que noté el calor que sus brazos me daban.

Nuevamente, en el bosque, donde todo comenzó.

No sentí miedo, no sentí temor...

Sus brazos rodeaban mi inestable cuerpo, y sus alas, ahora visibles a la luz de la luna, me rodeaban manteniéndome segura, me brindaban paz.

Mi cabeza tenía pequeños lapsos llenos de confusión, llena de un sinfín de sucesos vividos.

Al abrir los ojos, la mirada intimidante me observaba, y fue entonces cuando sentí algo de nervios al estar tan cerca de alguien tan surreal...

— ¿Tú nombre es Allison?

Preguntó tratando de hacerme sentir segura.

Yo me separé lentamente de él, sintiendo entonces como a mi espalda las cálidas y suaves alas abrían paso para dejarme retroceder.

¡Eran majestuosas!

Todo él en realidad...

Sentía que mi cabeza iba a explotar.

— Sí...

Dejé salir las palabras lentamente, casi como si me estaba ahogando con ellas.

Él dio un paso hacia atrás, dejándose ver completamente.

Su reflejo bajo la luz de la luna se veía más imponente que nunca, representaba tantas cosas...

— Te he de decir algo muy importante...

Su voz sonó neutral, aunque eso solo significaba que estaba hablando muy en serio.

Yo asentí y crucé mis brazos sobre mi pecho para sentirme algo más segura.

— Nunca vuelvas a confiar en las sombras, no son de fiar, de a poco y tu alma sería destrozada por las tinieblas.

Mis ojos se abrieron tanto al escucharlo, y sentí un completo escalofrío rodearme.

— ¿En dónde estaba...?

Mi voz salió entrecortada y mis manos temblorosas se aferraban a la chaqueta que me cubría.

— ¿Aún no lo sabes?

Yo negué inmediatamente.

Él soltó un sonoro suspiro y negó sonriéndome con tristeza.

— Estabas en lo que humanamente llaman limbo, túnel de almas perdidas, o el sendero de la muerte.

Caminó hacia el borde del lago y tocó un poco el agua.

— Considerándose así, algo inadecuado para un humano que todavía sigue...

Se volteó para examinarme de arriba a abajo, para luego completar la oración.

— Vivo.

Yo fruncí el cejo y él lo notó.

— A menos qué...

Caminó hacia mí y delicadamente tocó mi rostro.

Sentí nervios.

Mi respiración se entrecortó más de lo normal.

Aunque su mano fuese cálida me daba vueltas la cabeza al sentirlo cerca, era tan irreal, tan inexplicable.

Y como aquél gran remolino que me rodeó, cuando sus manos se afirmaron a los lados de mis ojos, todo en mí cobró sentido.

Sentí un gran calor brotar de mis venas, sentí aquella inexplicable electricidad brotar de mi corazón.

Me dolían los ojos, los cuales soltaban lágrimas con fuerza y sin control alguno, y sentí que mi piel ardía y que me quemaba de a poco hasta abrirse más allá de mi ser.

Y justo cuando sentí que mis ojos daban vueltas y una fuerza exterior se apoderaba de mí, lo dejé salir.

El fuego acogedor me rodeó y el sentimiento de una gran e incontrolable corriente se agitó en mi interior.

No tenía control, era como si mi cuerpo cediera ante algo superior, de lo que sentía, ni de lo que veía.

Ante mí todo era oscuro, hasta que abrí los ojos, los cuales ardían y algo en mí creció; lentamente, brotando desde lo más profundo de mí ser.

Sentí una fuerza interna impulsarse.

Y fue entonces cuando descubrí la mirada inesperada del Arcángel ante mí.

Algo en mí hizo que él se alejara, que él retrocediera como si una corriente extraña lo apartara.

Yo seguía temblando, me sentí indefensa y asustada, pero fue cuando él sonrió y soltando un suspiro me hizo un ademán para que me acercara.

Al ver mi reflejo sobre el manantial de agua que caía ante mis ojos, no pude creerlo.

Mi piel brillaba, mis ojos...

Ahora amenazantes.

También lo hacían, y habían tomado un color diferente.

Quité entonces de mi cabeza la peluca verde que llevaba, y con cuidado dejé la chaqueta que me cubría.

Y al ver mi reflejo no pude evitar soltar un grito ahogado.

— Esto es lo que sois.

A mi lado y en el reflejo se admiraba el gran Arcángel.

Y no fue hasta que sentí una gran molestia en mi interior, que se formaba y concentraba en mi espalda, y que algo dentro de mí se quebró.

El ardor se expandió por completo y con un gran rayo de luz que impulsó mi cuerpo hacia arriba, brotaron de mi espalda dos grandes arcos luminosos y completamente celestiales.

Sentí mi piel en carne viva, se abría lentamente y la ropa se rasgó por completo.

Eran alas...

Mi boca, ahora abierta no dejaba de tartamudear, mis ojos no creían lo que veían, y ante mí una mano me hizo despertar.

— ¿Puedes creer lo que ahora ves?

La imagen extraordinaria de aquel imponente hombre con grandes alas congelado ante mí en el aire me hizo parpadear.

Yo no tenía palabras.

Yo no tenía idea de lo que ahora mismo pasaba.

Él extendió su mano hasta mí y yo la tomé.

Y como una gran fuerza me rodeó la luz, un sentimiento diferente, que me hizo sentir pequeña y a la vez inmensamente poderosa.

— Et hoc est quod estis vos...

Y luego de sentir como el fuego cubría mi piel, el cielo vibró dejando caer un rayo a mi lado.

Lo sentí.

Un gran sentimiento de poder crecía cada vez más en mi interior.

Y como un parpadeo la luz me llamó hacia lo alto, donde luego de abrir los brazos la atrapé.

— Welcome ad virtutem vitae splendidum tamquam luna, electa ut sol...

Fue finalmente cuando lo comprendí, hablaba latín, y algo que no lograba procesar en mí cerebro lo entendió.




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