Sonya: La Ultima Defensa

Capítulo XI

Aleksander Solovyev no saltó. Se disparó. Un cohete de carne, hueso y furia bestial impulsado por piernas que habían evolucionado para destrozar distancias. El aire silbó alrededor de su cuerpo. Las luces estroboscópicas destellaron sobre su rostro desencajado, sus ojos dorados incandescentes de odio, sus garras extendidas como guadañas vivas buscando mi carne.

El tiempo, ese aliado traicionero, se comprimió. Todo fue instinto. Me arrojé hacia atrás, rodando sobre mi hombro bueno, la GSh-18 disparando a ciegas hacia la masa oscura que llenaba mi visión.

– ¡PUM! ¡PUM! – Las balas impactaron, pero fue como disparar a un acorazado en movimiento. Sentí sus garras pasando a centímetros de mi cabeza, desgarrando el aire donde mi cuello había estado un instante antes. – ¡SHIIINK!

Aterricé de espaldas, el impacto sacudiéndome los huesos. Aleksander cayó donde yo había estado, sus garras clavándose profundamente en el hormigón.

– CRUNCH– agrietando la losa. Polvo y esquirlas volaron. Se enderezó con un rugido de frustración, girando hacia mí, su respiración un fuelle de bestia herida. Las balas habían dejado orificios humeantes en su hombro y costado, sangre oscura y espesa brotando, pero no lo detenían. Solo alimentaban su locura.

– ¡Huirás, Sónechka? – rugió, su voz distorsionada por la ira. Dio un paso, luego otro, cada pisada resonando como un martillazo en el silencio repentino de Gamma. Los soldados escondidos contenían la respiración. La trampa estaba intacta. Pero yo estaba expuesta. Sangraba por la herida del brazo reabierta, mi visión bailaba. El olor a su sangre, bestial y metálica, se mezclaba con el mío, más dulce, más humana.

—¡No huyo de ti, Aleksander! — grité, empujándome con dificultad, usando mi brazo bueno para apuntar de nuevo. —¡Huyo de lo que te hicieron! ¡De la jaula que llevas en la cabeza!

Sus ojos dorados parpadearon. Por un instante infinitesimal, algo parecido a confusión, a un recuerdo lejano, cruzó su mirada bestial. Fue un segundo. Un regalo.

– ¡AHORA! – La voz de Andréi, un rugido de mando, cortó el aire.

Gamma estalló.

De detrás de los contenedores, de las pilas de suministros, surgió el infierno. Metralla de fusiles de asalto trazando líneas incandescentes hacia sus articulaciones. Granadas de fragmentación silbando desde lanzadores, buscando explotar a sus pies. Los francotiradores, disciplinados y fríos, buscaron sus ojos con balas perforantes que silbaron como avispas de muerte.

– ¡PUM-PUM-PUM! ¡BOOM! ¡CRACK!

Aleksander gritó. Un sonido de dolor puro y rabia cósmica que hizo vibrar las paredes. Fue golpeado, sacudido, envuelto en humo y fuego. Vi una rodilla ceder bajo el impacto concentrado, sangre oscura salpicando. Vi una bala perforante rozar su cráneo, dejando un surco sangrante. Retrocedió, tambaleándose, su rugido convertido en un aullido de bestia acorralada.

– ¡TRAICIÓN!

Pero no cayó. No se inmovilizó. Sus ojos, dorados y ahora velados por una película roja de sangre propia, se enfocaron no en mí, sino en la fuente del fuego. En Andréi, que dirigía la emboscada desde detrás de un escudo balístico.

– ¡GRÓMOV! – El nombre salió como una maldición. Un recuerdo de otra vida, de camaradería traicionada.

Y entonces, hizo lo impensable. Ignorando el fuego que lo acribillaba, las heridas que manaban, se giró y saltó. No hacia mí. Hacia el contenedor tras el que se escondía Andréi. No fue un salto. Fue un ataúd viviente lanzado por un cañón invisible.

–¡CRASH!

El contenedor de acero, diseñado para soportar toneladas, se dobló como papel bajo el impacto. Andréi fue arrojado hacia atrás como un muñeco de trapo, golpeando contra la pared de hormigón con un crujido sordo y horrible.

– ¡THUD! – Su cuerpo se desplomó, inmóvil. La emboscada se desmoronó. Los soldados gritaron, el fuego se descoordinó. El técnico que sostenía la caja de la frecuencia de interferencia retrocedió, aterrorizado.

Aleksander, ensangrentado, jadeante, pero aún de pie sobre el contenedor destrozado, alzó la cabeza hacia el techo y aulló. Un sonido de triunfo salvaje y doloroso.

– ¡AUUUU-RRRRGH! – Luego, sus ojos dorados, llenos de una inteligencia despiadada, encontraron los míos de nuevo. Había pagado un precio en sangre, pero había roto la trampa.

La batalla se volvió personal. Brutal. Sin cuartel.

Olvidé el dolor. Olvidé el miedo. Solo quedó el odio, blanco y puro. Cargué, gritando su nombre como un desafío.

–¡SOLOVYEV! –Disparé la GSh-18 hasta que el cargador se vació con un clic seco. Las balas impactaron en su pecho, su estómago, haciendo que retrocediera, pero no cayó. Tiré la pistola y salté, usando una pila de cajas como trampolín. Mi pierna buena, impulsada por toda mi rabia, se estrelló contra su mandíbula con un sonido que resonó en mis huesos.

Él gruñó, sacudiendo la cabeza, sangre y saliva volando. Su garra me atrapó en el aire, lanzándome contra una pila de sacos terreros.

– ¡THUD! – El aire escapó de mis pulmones. Vi estrellas. Pero me levanté, encontrando un trozo de tubería metálica rota en el suelo. Mi espada improvisada.

Él vino, cojeando, sangrando por media docena de heridas, pero aún un titán. Esquivé una embestida ciega, mi brazo herido gritando al girar. La tubería silbó, golpeando su brazo extendido con un sonido húmedo y quebradizo.

– ¡CRUNCH! – Un hueso cedió. Él aulló, más de sorpresa que de dolor.

Fue una danza macabra. Yo, ágil pero mortalmente herida, esquivando, golpeando con la tubería, buscando puntos débiles. Él, una fuerza de la naturaleza herida, sus movimientos más lentos pero aún devastadores. Una de sus garras me atrapó en el costado, desgarrando el uniforme y la piel debajo.

– ¡AARGH! – Sangre caliente empapó mi lado. Caí de rodillas.

Él se abalanzó, un coloso cayendo. Rodamos por el suelo sucio, una maraña de sudor, sangre y furia. Su peso era aplastante. Sus garras buscaban mi cuello. Mis manos, débiles, empujaban su mandíbula bestial, sintiendo el calor de su aliento fétido, el brillo demente de sus ojos dorados a centímetros de los míos. Usé la tubería, clavándosela en el costado, donde una bala ya había hecho mella.




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