Sonya: La Ultima Defensa

Capítulo XV

Cada escalón que descendía por la escalera de emergencia resonaba como un martillazo en el silencio sepulcral. El aire se volvía más denso, más frío, cargado con un cóctel nauseabundo que se intensificaba: formol agresivo, el dulzón hedor de la sangre vieja, el ozono metálico de equipos eléctricos muertos, y algo más… un olor a carne quemada y descomposición química que se pegaba al paladar. La linterna de Dimitri cortaba túneles de luz en la oscuridad absoluta, revelando paredes de hormigón crudo salpicadas de manchas oscuras, irregulares. Impactos de sangre.

Llegamos a un rellano marcado con un letrero oxidado: NIVEL SUB-7 - LA CRIPTA. AUTORIZACIÓN OMEGA REQUERIDA. La puerta de acero blindado que debía estar allí estaba… arrancada. No abierta. No derribada. Arrancada de sus enormes bisagras, como si un titán la hubiera desgajado. Yacía retorcida en el pasillo como la carcasa de un insecto gigante. Por el hueco, soplaba una corriente de aire aún más frío y fétido.

—Aquí… — susurró Dimitri, su voz tensa. Su linterna tembló ligeramente al barrer el interior.

Cruzar el umbral fue entrar en el vientre del Leviatán. La Cripta no era un laboratorio. Era una sala de tortura científica. El espacio, vasto y cavernoso, estaba dividido en secciones por gruesos vidrios de contención antibalas, ahora la mayoría destrozados, sus esquirlas como dientes rotos esparcidos por el suelo. En el centro, plataformas metálicas con correas de cuero reforzado, manchadas de marrón oscuro, se alzaban como altares perversos. Alrededor, monitores destrozados, consolas de control con teclados salpicados de algo que parecía óxido seco, pero no lo era.

Pero eran las paredes las que helaron la sangre en mis venas. No eran de hormigón liso. Estaban cubiertas, de suelo a techo, por jaulas de observación de grueso cristal acrílico. Jaulas demasiado pequeñas para un hombre, forradas con material acolchado rasgado y sucio, manchado con vómito, heces y grandes salpicaduras de sangre seca, negra. En el interior de algunas, restos. No huesos limpios, sino fragmentos: una vértebra aquí, un fémur partido allí, una mandíbula inferior con dientes demasiado afilados para ser humanos… todo mezclado con mechones de pelo y jirones de tela.

—Dios… — la voz de Dimitri fue un quejido ahogado. Se llevó una mano a la boca, palideciendo visiblemente incluso en la luz de las linternas.

Mi propio estómago se revolvió. El olor aquí era insoportable, una mezcla física de desesperación y muerte. Pero fue lo que vi en una de las consolas menos dañadas lo que me atrajo como un imán. Un monitor, milagrosamente intacto, mostraba un salvapantallas parpadeante con el logo de World Exploration. Dimitri, con manos que temblaban pero expertas, logró acceder a los archivos locales. Estaban fragmentados, pero suficientes para reconstruir el horror.

Carpetas con nombres en clave: PROYECTO PROMETEO - SUJETO 04F. SUJETO 11M. SUJETO 09A. Abrí la de Aleksander.

Se abrió una cascada de archivos de vídeo granulados, informes médicos escalofriantes, gráficos de datos que trazaban líneas de agonía. Seleccioné un vídeo etiquetado: Fase IV - Prueba de Regeneración Ósea Extrema - Sujeto 09A.

La imagen tembló. Mostraba a Aleksander Solovyev. Humano. Joven, musculoso, con el pelo corto militar, pero demacrado, con enormes ojeras de dolor y miedo. Estaba desnudo, encadenado a una de las mesas metálicas. Sus ojos, aún azules entonces, pero velados por el terror, miraban fijamente a alguien fuera de cámara. Un hombre con bata blanca y máscara quirúrgica se acercó, sosteniendo una sierra oscilante industrial. No había anestesia. No hubo advertencia. Solo el zumbido agudo de la sierra al encenderse.

– ¡NO! ¡POR FAVOR! ¡DETÉNGANSE! ¡LO PROMETIDO! ¡ANYA NECESITA...! – El grito de Aleksander, puro terror humano, fue ahogado por el chirrido metálico de la sierra mordiendo carne y hueso. – ¡AAAAAAAAARGH! – La cámara, fría, profesional, se enfocó en su pierna izquierda. La hoja serrada cortó limpiamente su tibia, justo por debajo de la rodilla. La sangre brotó a borbotones, roja brillante, salpicando la lente. El grito se convirtió en un chillido animal, inhumano. Luego, el vídeo saltó.

El siguiente fragmento mostraba la misma pierna, horas después. El muñón estaba vendado, pero la sangre ya empapaba las gasas. Aleksander yacía inconsciente o sedado, su rostro contraído en una mueca de agonía incluso en la inconsciencia. La leyenda en pantalla decía: T+5h - Inicio regeneración. Y era cierto. En el muñón, bajo la sangre coagulada, algo burbujeaba. Tejido rosado, anormalmente rápido, comenzaba a crecer. Como un tumor maligno acelerado. El hueso, blanco y nítido en una radiografía superpuesta, empezaba a reformarse desde el corte, extendiéndose como un cristal deforme.

Otro vídeo: Prueba de Umbral de Dolor - Sujeto 09A - Exposición a Neurotoxina CX-09. Mostraban a Aleksander, más demacrado, sus ojos ahora inyectados de sangre y con un destello salvaje que antes no estaba, siendo inyectado en el cuello. En segundos, se convulsionó, arqueándose contra las correas, sus músculos hipertrofiados temblando como bajo una corriente eléctrica. Espuma rosada brotó de su boca. Sus gritos eran distorsiones de sonido, más allá del lenguaje. La prueba duró diez minutos. Sobrevivió. El informe adjunto decía: Tolerancia al dolor excepcional. Sistema nervioso modificado muestra adaptación acelerada. Recomendado para pruebas de resistencia extrema.

Dimitri vomitó. El sonido de su arcada seca resonó en la cámara de horrores. Yo me agarré al borde de la consola, los nudillos blancos, la náusea quemando mi garganta. Pasé a los informes escritos. Frases se destacaban como cuchilladas:

"Sujeto 09A muestra regeneración tisular completa en 72 h tras amputación completa de miembro inferior. El nuevo tejido óseo presenta una densidad un 40% superior a la humana estándar, pero con patrones de crecimiento caóticos. Se observa elongación espontánea de huesos largos."




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