El Misterio del pan de arroz
Un rayo.
¿Un rayo?
Me levanté asustada, el sonído era ensordecedor. Gota a gota, cada gota vibraba al pegar en mi ventana.
La única ventana en mi cuarto.
¿Dónde estaban mis padres? Seguro estaban durmiendo a esta hora... yo era la única a la que la despertaría una tormenta en esta casa. Mis padres disfrutaban de ella.
Cada vez que llovía, mamá decía:
__ Es un lindo día para pasarlo en la cama.
Y estaba de acuerdo. Solo si era debajo de ella.
Caminé sobre el piso de madera el cual rechinaba en cada paso, y al salir por la puerta de mi cuarto, caminé por el gran pasillo. Ambas, las dos ventanas corredizas servían como focos, alumbrando el corredor.
La puerta. La perilla con sangre.
SANGRE. Por todos lados.
¿Qué es esto? ¿Un anillo? ¿U-una mano?
Esos ojos.
¡Deja de mirarme! Deja de mirarme, deja de mirarme...deja de…
__ Mirarme! -Salté de la cama aún viendo sus ojos puestos en los míos.-
Siempre la misma pesadilla. Siempre se repetía. pero comenzaban a cambiar ciertos aspectos de las mismas. Primero vi sus ojos, luego vi una sombra en la ventana del pasillo y ahora vi su rostro.
Él tenía rostro de sombra y una sonrisa siniestra y brillante y la sangre entre los dientes hacía que se vieran más tétricos.
¿Eran pesadillas, o mis olvidados recuerdos?
No estaba segura. ¿Cómo podría estarlo? si cada vez que creía saber lo que había pasado, otro sueño me devolvía un fragmento perdido de mi memoria, que no hacía más que confundirme.
¿Qué era real y qué una simple pesadilla?
Me levanté, no necesitaba esperar a que la tía Darla golpeara mi puerta - o la derribara a golpes-. Mis rodillas estaban mejor, y comenzaban a recuperar su color.
Tomé uno de los primeros vestidos que me había regalado papá. Un vestido lila, largo hasta pasar mis rodillas magulladas.
__Listo. -Susurré y bajé a la cocina a preparar el desayuno.-
Si no me levantaba a las 6:00am todos los días no llegaba a terminar para las siete que todo mundo se levantaba. Y si eso pasaba, visitaría la habitación de clavos de nuevo. Me aterraba. Y no muchas cosas lo hacían últimamente.
Bajando las escaleras de dos en dos, con mis piernas largas y sin hacer ruido, lo que era fácil si bajaba en puntas. (totalmente opuesto a mi antigua casa).
Pero antes de que terminara de bajar, una sombra negra pasó por mi lado muy rápido. Dejándome perpleja, estática.
Mis bellos se erizaron y mi garganta se sentía seca. Tomé aire presipitadamente, ni siquera me había percatado de que había estado aguantando la respiración.
Algo estaba mal. Algo pasaría. No quería ver.
Pero lo vi.
El cuerpo de Mason estaba tirado, y su cabeza rodaba como balón cerca de lo que parecía ser un trozo de pan de Arroz a medio comer.
Era gracioso como la boca de Mason hasta sin vida sabía exactamente que recorrido hacer para llegar hasta la comida.
Supongo que no era jalea lo que brotaba de su torso.
Quise buscar a mi tía. ¿Pero cómo le contaría el desastre de la cocina? ¿Y si me regañaba por la mancha del tapiz?
Peor aún. Cómo hablaría con ella si estaba junto a su hijo, también fría e inerte, con una de las cuchillas de cocina enterradas en la espalda.
La sombra. Otra vez era él. El hombre de los ojos me perseguía. Sabía que no estaban seguros conmigo aquí.
__ ¿Qué hiciste? - El padre de los niños y marido de la mujer fría en el piso, me miró con repudio y cayó de rodillas mirando a su familia, y mirando la nada.-
__No. Yo no lo hice !! ¡Fue ÉL! Lo hizo el hombre!
¡¡No me podían culpar!!
__ ¿Y mi niña? ¡¿¿Dónde está mi niña??!... -El tío Mike lloraba la pérdida mientras miraba el suelo, y volvía su mirada a mi, hasta que parecía ya no hacerlo.-
__ ¡Devuélveme a mi hija maldita zorra! -El hombre de uno ochenta se paró y caminó hacia mí arrastrando los pies y chirriando los dientes.-
__ ¡¡DEVUÉLVELA!! -Tomó con su enorme y huesuda mano mi pelo con fuerza. -
__Suéltame!, ¡Suéltame Tío Mike! -Le rogaba.- Me lastimas...
Pero él no soltaba mi pelo, y con fuerza me levantó unos veinte centímetros. Mis pies apenas tocaban el piso.
Y recordé el botón de pánico en mi bolsillo. Un botón rojo y pequeño con una correa que me había dado el noble policía que me encontró desmayada en casa. Siempre lo traía conmigo colgando en mi pecho.
Lo presioné. Y él presionó también.
Mi cuello. Mi respiración. Ayuda...
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El hospital y sus luces blancas, el olor a desinfectante y sabanas limpias.
¿Qué hacía aquí?
__ ¿Tu nombre es Sophia Anderson?
__ Eh? ¿Nombre? Si. -Fregué mis ojos y me senté en la camilla-.
__ Hola Sophia Soy un investigador del FBI. De los buenos. -Dió una media sonrisa.- Te preguntaré un par de cosas y necesito que respondas.
Asentí.
__ ¿Cuántos años tienes?
__ ¿Humanos?
__ ¿Cómo? - Pregunto desorientado.-
__ Si, puesto que los años perros se cuentan distinto y también los de mi mamá, ella siempre cumplía veintiocho desde que se encontró la primer arruga -El policía sonrió, supongo que algo le hizo gracia, quizá el perro. Los perros son graciosos.-
__ Años humanos.
__ Tengo trece.
__ Puedo ver que eres muy lista y hermosa. -Me sonrió-
__ Las flores lo son. Pero no se las doy a cualquiera.
__ Entiendo, yo tampoco lo haría. Sophi...puedo llamarte Sophi? -Asentí-
__ Necesito que me cuentes que viste exactamente en la casa de tus papás y en casa de tus tíos.
__ Sangre. En ambos lugares.
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Editado: 05.08.2025