Sophia // Sus ojos vieron más de lo que deberían.

CAPITULO XI

 

Quien Se Alimenta Por Dentro.

 

__Había una vez... una niña pequeña llamada Anna Inés. Ella le temía a los extraños ruidos de su armario, una noche, valiente lo abrió. Descubriendo así que tan solo era su travieso gato Ontario. Ella le temía a una negra y extraña silueta, y al prender la luz, descubrió, que tan solo era el perchero con su gorro y su chaqueta. Ella le temía a la mano que asomaba bajo la cama, pero un día miró hacia abajo, y vio que allí no había nada...

__ ¿Papá?

__ ¿Sí? -Dijo sonriente-

Él me tomaba en sus brazos, mientras cargaba en sus manos el pequeño libro en tapa dura.

__ ¿Por qué la niña le teme a todo?

__ Bueno el miedo es como un diminuto monstruo que se mete por tu ombligo... -Tocó mi ombligo poniendo su cara más fea y siguió hablando. Sonreí - Una vez que se instala allí comienzas a temerle a las cosas más tontas.

__ ¿Cómo a la tormenta?

__ Exacto. Pero si dejas que te gane el miedo, él comienza a tomar fuerza y alimentarse de ti.- Yo puse cara de asco y papá sonrió. -

__ Como la niña del libro...

Asintió.

__ Gracias papá, ya me siento mejor. -Dije ya sin titubeo. Incluso la tormenta había cesado un poco.-

Papá se fue de mi cuarto. No sin antes cubrirme con las sabanas y besar mi frente. Él decía que eso alejaba las pesadillas.

Todo era tan perfecto antes de mudarnos...

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La sensación de aquel beso en mi frente seguía allí, pese a que mis ojos ya estaban abiertos.

¿Por qué recordaba aquello justo ahora?

__ Extraño a papá... al papá de los ojos cálidos y no rojos.

Susurré. La mañana no se veía prometedora.

Había llovido toda la noche y la hierba se veía húmeda. Lo sabía porque la veía desde la ventana.

Mamá se hubiera quejado solo por el hecho de anhelar salir. Según ella las niñas como yo, ya no jugaban en el lodo. Además era más ropa que lavar luego. Y la costra del lodo no se quitaba tan fácilmente.

__ ¿Quieres salir? -Me giré a verle.-

El señor Clain se veía incluso más entusiasmado que yo. Sonreí asintiendo. Sería divertido.

Casi que nuestra relación fue simplemente laboral, pero él comenzaba a agradarme. Sentía un "algo" por dentro cuando le veía.

No esperaba nada de aquello, de hecho siquiera esperaba que me permitiera salir. Ya que estaba obligada a no abandonar la pequeña y aburrida casa hasta el comienzo de clases. Pero allí estaba él, con unas lindas botas de lluvia amarilla y un horrible chubasquero rojo.

Carcajeé.

__Gracias. -La educación ante todo. -Pensé-

__ ¿Qué esperas? Póntelo. -Él era un niño. Aún lo era.-

Sonreí.

Tan veloz me vestí, que ni yo pude ver cuando lo hacía. Para cuando quise darme cuenta ya estaba afuera, con lodo hasta las rodillas.

Saltando charcos y observando las gotas en la hierba quieta. No sabía que tan divertidos podían ser los días así. Una niña no juega en charcos, una niña se comporta.

Mery. Una niña se juga, una niña se divierte, vive.

__ ¡Ven acá! -Dijo jugando conmigo, el Sr. Clain, luego de caer al suelo.-

Aún llovía y mi chubasquero rojo guiaba cada gota que pesaba sobre él, en un recorrido hasta su muerte. Cada vez que llovía tan solo podía pensar en lo mucho que odiaba estos días. En lo mucho que le temía a las tormentas. Y en todo lo que había perdido, en un día así.
Para mí la lluvia no era más que malos recuerdos y sentimientos tristes.

Supongo que la lluvia que me baña hoy, no era la misma que había caído esa noche, así como yo tampoco soy la misma de ese entonces. Por lo tanto… ¿Cómo podría hacer culpable a la lluvia que caía en estos momentos mojando mi rostro, de ser espectadoras de aquella tragedia?...Quién tan solo estaba destinada a caer, caer y caer hacia su final.
Que mal me sentí al pensar que nosotros tan solo vemos como muere cayendo en el frío suelo y disfrutamos de tal acontecimiento. Como ahora. Como en estos momentos.

Cómo podría culpar a la lluvia, si yo misma estaba siendo hipócrita.

Supongo que fue con este pensamiento que supere mi miedo. Y aunque ya no le temía a la lluvia o la tormenta. Comenzaba a sentirme algo apenada por ambas.


__ ¿Qué pasa Sophi?

Seguro mi cambio repentino de humor, desconcertó al Sr. Clain.

__ Creo que me siento mal, por estar bien. ¿Tiene lógica?

__ Se lo que es eso...Antes me sentía de la misma forma. Cada vez que algo me alegraba o sonreía tan solo podía pensar ¿Qué derecho tengo yo a ser feliz? ¿Cómo podría sonreír cuándo mi madre no podía hacerlo?

__ Suena triste.

__ Lo es. Pero un día un hombre se acercó a mí y me dijo -"Sabes... lo que le pasó a tu madre, no fue tu culpa, pero lo que hagas de aquí en más, lo será. Ella estaría muy decepcionada de que sigas por este camino..." - Yo no me encontraba bien, y era difícil la vida en un orfanato así que hice cosas indebidas.

__ ¿Quién fue ese hombre?

__ Fue Joseph.

__ ¿El viejo Joe? -Pregunté-

Él sonrió asintiendo.

__ Así es. Fue gracias a lo que me dijo ese día, que decidí estudiar y convertirme en policía.

__Muchas gracias Sr. Clain. -Él parecía entenderme más que nadie, y tener siempre las palabras justas, incluso si no era esa su intención.-

Y como si el clima estuviera conectado con mis emociones desde entre las nubes asomaron los cálidos rayos del sol.

Yo no tenía un Joe, Pero si una Oruga azul. Y su calidez hacía que sintiera que en mi corta vida tan solo me habían enseñado sobre el frío. Él sin darse cuenta, me mostraba que había más allí fuera.

 

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Entramos a bañarnos y quitarnos el lodo de todo el cuerpo. La tierra húmeda estaba por toda la casa y al Sr. Clain parecía no importarle. Sabía que era cuestión de tiempo para verle allí limpiando con esmero y desesperación.




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