Sophia // Sus ojos vieron más de lo que deberían.

CAPITULO XIII

Precipitada.

 

Aquellas palabras incluso sonaron grandes cuando las dije. El policía tan solo me miraba en silencio, y comencé a sentir la incomodidad de la primera palabra.

Recordaba la historia de un hombre insatisfecho con su vida, que vagaba por la calle. Y de la nada y sin previo aviso para nadie, comenzó a gritar y explicarle a la gente en manera muy convincente su forma de pensar, respecto a su vida. Respecto a todos. La gente solo lo miraba con desinterés o burla. Ellos estaban bien con su vida. Nadie quería ver la verdad que este chico decía. Nadie se quedó siquiera a pensar en ello. Hasta que él mismo sin tener nadie que lo apoyara, y agachando la cabeza ante aquellas miradas; volvió a pensar. Quizá, él estaba incorrecto. Quizá todas aquellas personas conformistas estaban en lo correcto. Y su increíble convicción se esfumó y volvió a ser parte de ese montón del que en un principio quería alejarse. De aquí la incomodidad de la primer palabra.

Yo tan solo me aferraba a los pocos y retorcidos recuerdos que creía tener. Fue así que al decirlo me tembló la voz. No estaba segura de aquello; que me sentía con el derecho de afirmar.

__ Te sientes culpable por sus muertes. Es normal sentir todo lo que sientes, Sophi. Nunca nadie perdió a tanta gente a su alrededor y no sintió nada. Porque es inhumano.

__ Lo gracioso es que creí que lo era. Porque no lograba sentir tristeza.

__ La tristeza a veces cuesta reflejarla o trasmitirla. Eso no significa que no la sintamos. A veces solo nos creemos neutrales y fuertes. Pero llevamos la tristeza por dentro.

__Sr. Clain. Siento que pasó algo malo. No sé si quiero recordarlo.

__Pase lo que pase Sophi. Yo estaré aquí.-Aclaró su garganta, volviendo a su tono normal de voz y dijo- __Ya vete a dormir.

Asentí educada y dejé la taza de té sobre la mesa. Esta vez media llena.

__Gracias Sr. Clain. Sabe...-Sonreí- Usted sería un buen papá.

El no dijo nada en absoluto. A él no le agradaba tocar esos temas. Pero yo estaba convencida, de que en algún punto él también curaba sus heridas.

Ambos nos necesitábamos.

La luz de la cocina siguió encendida un buen tiempo. Yo solo observaba como entraba un pequeño fragmento de ella por las ranuras de la puerta de mi habitación.

Aún no se dormía. Seguramente estaba sentado, pensando en nada; mientras sostenía un cigarrillo con su mano derecha del cual se alimentaba cada dos por tres.

Yo seguí mirando aquella luz. Débil.

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Me levanté. Era una grata mañana, si tan solo hubiera podido dormir una hora más... Quizá hasta mis ánimos eran otros.

Hoy tendría mi consulta de los jueves con el Dr. Miller. -Suspiré-

El señor Clain ya no estaba en la casa. Pero muy rara vez lo estaba.

El trabajo consumía todo su tiempo y eso explicaba muchas cosas.

__ ¿El Señor Clain vendrá a buscarme para ir a la consulta? -Pregunté.-

Aquellos hombres que dormían menos que el Policía a mi cargo; miraron desde la altura como quien mira una pequeña hormiga. Y eso era decir poco de su exagerada altura. Y entonces con aquella voz rasposa dijo:

__Yo seré quien la acompañe esta vez.

Lo miré fijo tratando de no bajar la mirada. Él no me agradaba para nada. Su altura y forma de ver a la gente me incomodaba. Pero no quería traerle problemas a el Sr. Clain, así que solo asentí y caminé hacia la cocina para preparar el desayuno.

Había aprendido bien cómo hacerlo cuando decidí que debía ayudar más a mis padres. Mamá venia rendida de trabajar y papá cansado de caminar en busca de un buen trabajo. Papá...

Hasta ahora no había encontrado la fuerza para replantear mi anterior visión. No estaba preparada aún.

No era tonta. Pese a mi corta edad, sabía tanto y más que un adulto promedio. Sabía que aquello que se inyectaba no era exactamente felicidad. Comenzaba a odiar a mis padres. Los de mis sueños.

Ellos eran responsables de manchar mi sangre.

Terminé de preparar mi desayuno. No sin ser custodiada por el gran cancerbero que miraba expectante lo que hacía desde la puerta de salida. Decidí que prefería comer en mi habitación antes de que su mirada se comiera mis huevos revueltos.

No eran exactamente como los que hacía el Sr. Clain, pero tampoco podía quejarme.

Las horas pasaron interminables, y yo peinaba mi pelo largo y castaño que mamá solía acariciar antes de que durmiera.

Mi reflejo me miraba expectante, o era yo que lo observaba a él. Para ser sincera ya no sabía la diferencia.

Mi sorpresa fue grande cuando el mismo se partió en tres. Como sería de espeluznante aquel resultado que salté con pavor. ¿Cómo un corte en el espejo lo podía cambiar absolutamente todo? Un corte casi perfecto, que quien lo veía juraría que un cirujano lo había hecho.

El reflejo me mostraba exactamente quién soy y lo que llevaba dentro.




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