El torrencial aguacero que caía a esas horas de la noche hacia que el mundo se viera borraros y difuminado desde el asiento del conductor, por momentos el alumbrado de la calle permitía ver un poco mejor el camino que estaba recorriendo Omar desde la tienda de suministro hasta su casa. El olor a nuevo que tenían el tapizado y la cojineria le hacia sentir que las cosas seguían yendo bien y que posiblemente si él y su esposa Rubi seguían haciéndolo todo como hasta ahora se prolongara por muchos años mas, el futuro les sonreía después de haber pasado por cosas difíciles. Habían comprado su lujosa camioneta Ford, una segunda casa en un barrio decente en la ciudad, la cual ahora arrendaban a una familia, y su esposa ahora cursaba una maestría en una universidad muy prestigiosa, tenían muchos planes más, pero como siempre, todo con mesura y con mucha planificación.
Cuando por fin la lluvia le permitió llegar a su casa estacionó el auto y buscó en la guantera la sombrilla que siempre guardaba allí, maldijo en voz baja como si hubiera alguien mas con él en el auto, la vieja costumbre de buscar la sombrilla allí la conservaba de cuando aun conducía su anterior auto, en esta nueva nave aun no acomodaba las cosas a su gusto, de seguro la sombrilla aun seguía en la repisa de la cocina. Tomó las bolsas de las compras, abrió la puerta de la camioneta y salió al frio y húmedo exterior, lo primero que sintió fueron las heladas gotas de lluvia que tocaron su nuca y bajaron por su espalda, se estremeció por el inesperado suceso. Cerró la puerta de la camioneta empujadandola con la cadera y salió corriendo bajo la tormenta con una bolsa en cada mano.
Al llegar a la puerta de la casa una pequeña porción de techo le cubrió resguardándole del bombardeo de agua que le atacaba pero ya era demasiado tarde, sin importar que solo hubiera una docena de pasos entre la camioneta y la entrada, era suficiente distancia como para dejarle tan empapado como para parecer que hubiera saltado en una piscina usando ropa, ese pequeño trozo de techo era pura decoración, una mierda de decoración.
Sacó las llaves de la casa de un bolsillo del pantalón, las deslizó dentro de la cerradura y haciéndola girar por fin pudo sentir que estaba a salvo del helado y cruel mundo que se había burlado de él, estando dentro cerró la puerta felizmente mientras dejaba atrás el fantasma de una tempestad que ya solo era un ruido más fuera de casa. Con ambas bolsas en la manó se dirigió a la sala a encontrarse con Rubi que seguro andaba pegada al computador estudiando algún texto, podía ir directo a la cocina pero lo hacia porque seguro se burlaría de él, le encantaba cuando ella lo tomaba de bufón, a ella si le permitía burlarse de sí, a lo demás en el mundo no.
Mientras dejaba por el suelo sus pisadas húmedas se encontraba pensando cuando iban a usar todas las cosas que había comprado, ya había comprado esa misma lista de cosas muchas veces, pero siempre se sentía ansioso.
- Bueno cariño, que te puedo decir, -Comentó fuerte claro al entrar a la sala.- creo que ya no me tendré que duchar mañana, hay que ayudar al planet…
Se quedó petrificado al ver lo que tenia enfrente en medio de la sala, como un sistema automático su cerebro hizo que su pulso se disminuyera, su respiración se hiciera pesada y un vacío anudara su estomago para indicarle que era real lo que veía. En medio de la sala, sobre una de las sillas del comedor, su esposa se encontraba amarrada, amordazada y sometida, no se movía, no por estar privada por las cuerdas, sino por el terror que la dominaba, la expresión en su cara lo confirmaba. Detrás de ella una figura oscura, grande y musculosa, le miraba leyendo cada uno de sus movimientos, sus ojos azules penetraban todo su cuerpo, esperando su próximo movimiento y amenazando con que cualquier respuesta violenta acabaría con desencadenar una represalia a modo de disparo en la cabeza de su esposa sometida.
- Escúchame Negro, no te muevas, suelta las bolsas lentamente y muévete dos pasos a tu izquierda. – Dijo la sombra que se cernía sobre su amada.
Omar obedeció, puso las bolsas y se movió; su nueva localización le permitió ver con mayor detenimiento a dicho sujeto, era un hombre fornido, vestido totalmente con ropa negra, su rostro estaba cubierto por una capucha que solo permitía ver sus brillantes y azules ojos.
- Bien hecho, ahora, - Comenzó a dictaminar el hombre encapuchado. – no vengo a lastimar a nadie, solo quiero el dinero, un par de Negros como ustedes debe tener una buena cantidad de pasta.
- Nosotros no…
EL hombre no tuvo que interrumpirle con palabras, solamente levantó el enorme revolver plateado en su dirección y la casa volvió a quedar arrullada por el incesante repicar de la lluvia afuera.
- No creas que soy estúpido, dije que no quería matar a nadie, no que no fuera a hacerlo.- Devolvió el revolver a la cabeza de Rubi. – Esta tormenta cubriría muy bien unos cuantos disparos, así que me vas a dar el dinero Negro.
Le había llamado Negro tres veces seguidas con un tono tan insultante que no podía evitar sentirse difamado, sabia que era una treta del asaltante para jugar con él, pero no caería. Él y su esposa se sentían orgullosos de su color, de su legado, de toda su gente; no era la primera vez que usaban esa palabra para insultarles, pero si la primera en la que les apuntaban con un arma.
- Escucha viejo, puedo darte dinero pero no es mucho, guardamos poco en casa.
- Me estas diciendo que un par de Negros viviendo en una casa como esta, con un auto nuevo y todos los demás lujos no guardan una buena cantidad bajos su puto colchón? – El ladrón indignado dirigió de nuevo su arma contra Omar y se alejó de la mujer en la silla para dar unos pasos en su dirección. – Eso es pura mierda, dime donde está el dinero Negro, no quiero tener que repetirlo.
Omar empezó a inquietarse, podía darle el dinero que tenían en casa, eso no era problema, era simple dinero sin importar la cantidad, pero no podía saber si después de entregarlo el hombre se marcharía sin más o preferiría asesinarlos para no arriesgarse a dejar testigos. En ese momento Rubi comenzó a estremecerse en la silla mirando al asaltante, intentando comunicar como pudo que quería que le quitara la mordaza de la boca, este le comprendió y se dirigió hacia ella sin dejar de apuntar a Omar y le retiró el pedazo de tela que obstaculizaba su hablar.
Editado: 05.03.2020