¡sorpresa papá!

Capítulo 1: Un cambio inesperado

—Aquí están los documentos señor Cooper—pronuncié dirigiéndome a mi jefe, el señor Alexander Cooper, el hombre más rico y apuesto de la ciudad, heredero de una de las minas de diamantes más ricas del país y dueño de una enorme cadena de joyerías.

—Déjalos ahí—señaló la mesa sin mirarme con esa indiferencia que lo caracterizaba cuando se dirigía a mí o a cualquiera de los trabajadores de la empresa. Yo acomodé mis gafas, si bien tenía pareja debía admitir que cada vez que estaba frente a ese hombre mis piernas temblaban un poco y mira que llevaba cinco años siendo su secretaria y echando a la basura las bragas que solían dejar las diferentes mujeres que mi jefe traía en las noches a su oficina. Porque sí, así como era de mujeriego también era aferrado a su trabajo, el primero en llegar y el último en irse, con razón era el nieto preferido y el probable heredero de todo el imperio de la familia. Con un carácter dominante e imponente, voz ronca y una seriedad descomunal, eso sí, un tirano que despedía a cualquiera ante el más mínimo error, por eso me esforzaba por hacer todo absolutamente perfecto porque si bien era difícil lidiar con sus exigencias la paga era extremadamente buena.

—Ahora quiero que redactes un informe sobre los nuevos modelos de joyas para hombres—pronunció.

—Aquí está—lo saqué de entre los papeles, él levantó la vista.

—Imprime las invitaciones para la fiesta de aniversario de la empresa —agregó.

—Ya lo he hecho y las he enviado. —exclamé.

—Perfecto puedes retirarte—exclamó.

—Con permiso—dije dando unos pasos para salir.

—Espera—me detuvo—los italianos vendrán a la fiesta de aniversario y le gustó tu acento, necesito que estés presente para que les traduzcas—exclamó y asentí. Y si bien parecía algo común que todos los trabajadores estuvieran en la gala de aniversario de su empresa en esta empresa no lo era, aquí eran invitados los socios y los licenciados y trabajadores importantes, y la familia dueña y amistades, el resto únicamente recibía un bono de recompensa y nadie solía quejarse, pues era una buena cantidad.

*****************

Allí estaba abriendo la puerta de mi departamento, en el cual vivía con David, mi pareja por más de seis años, nuestra relación no era perfecta, pero nos llevábamos bien y desde hacía cinco años intentábamos fallidamente tener un hijo. Al abrir la puerta vi dos maletas en la sala y eso me sorprendió pues no me había hablado de ningún viaje.

—¿Cariño? —pronuncié caminando hacia la habitación mientras lo vi sacando del almario sus prendas de vestir. Él me miró.

—Pensé que vendrías más tarde—exclamó pasando la mano por su rostro.

—¿Vas de viaje? —cuestioné sorprendida.

—Julieta creo que tenemos que hablar—dijo con un tono que asustaba y olía a separación. Sin embargo, intenté ser optimista.

—Cinco años intentando tener un hijo, una familia y no me lo has podido dar—exclamó con una indiferencia que me atravesaba el alma. Porque él mejor que nadie sabía que lo que más quería era ser madre. Que había hecho todo lo que estaba a mi alcance para quedar embarazada incluso tratamientos dolorosos, que me había entusiasmado con cada día de retraso y había llorado con cada test negativo.

—He hecho todo lo que he podido—respondí con un nudo en la garganta.

—Estoy cansado Julieta, cansado de la misma monotonía, de esta relación vacía y aburrida, de que no me des lo que más quiero: una familia.

—¿Hay alguien más verdad? —pregunté aguantándome las lágrimas y él suspiró.

—Lo siento, no sé como pasó, es tu culpa, has descuidado nuestra relación, vives trabajando, llegas cansada, vives deprimida, no te arreglas... Ella siempre estaba disponible, hermosa—Pasó las manos por su rostro y no pude contener el llanto simplemente me encerré en el baño a llorar.

—Ya me voy—dijo pegándose a la puerta—lo siento, de corazón te deseo lo mejor—agregó antes de marcharse. Me duché y lloré durante horas bajo el agua sintiéndome un fracaso total. Preguntándome qué hice mal, quién era la nueva pareja de David, si era más linda o más joven que yo. Me levanté el domingo con unas ojeras gigantes y dolor de cabeza, alguien tocaba el timbre sin parar, tuve la esperanza de que fuera David, pero no, era Claudia.

—Parece que vienes de un velorio—fue su saludo

—David se fue—respondí.—me terminó ayer, tiene alguien más—agregué y ella me abrazó suspirando.

—Ya encontrarás alguien mejor—exclamó.

—Pensé que estábamos bien, no sé qué hice mal.

—No es tu culpa, algún día se dará cuenta de la mujer que perdió y se arrepentirá—Pronunció,— arriba esos ánimos hoy es el aniversario de la empresa y te vendría bien un cambio de look.

—No tengo ganas de ir.

—Conoces a Alexander, si no vas date por despedida. Suficiente con perder el marido, ya perder el trabajo al día siguiente es avaricia—agregó sonriendo e inclusive yo reí por su ocurrencia. Tomé mi tarjeta de encima de la mesa, en esa en la que llevaba años ahorrando la mitad de mi salario.

—Creo que tienes razón, es momento de cambiar, de preocuparme por mí misma—agregué y fui a un salón de belleza con Claudia luego de desayunar, me hice un corte de cabello a todo largo y me lo pintaron de color negro pues tenía un color castaño, también me dieron un tratamiento para que me quedara alisado y arreglaron mis cejas, pestañas y uñas, cuando me miré al espejo ni yo misma me reconocía, el cambio era estupendo. Luego fuimos a una tienda y compré un hermoso vestido rojo, con un escote pronunciado y largo hasta los pies, de una tela suave y llamativa y unos zapatos de tacón negro. Claudia me obligó a comprar una cartera negra para que me combinara y en la tarde cuando se acercaba la hora de la fiesta fui a maquillarme con un profesional.

—Estoy lista—salí de allí a donde estaba mi amiga esperando mientras comía un helado.

—Wow—exclamó—¿Julieta eres tú? ¿En verdad eres tú? estás divina, creo que hasta el mismo Alexander se enamoraría de ti. Te llevaré en mi auto hasta esa fiesta y preocura conseguir un novio rico esta noche, uno de esos socios italianos de la empresa no estaría nada mal—exclamó mientras yo miraba mi teléfono esperando tener algún mensaje de David pidiéndome perdón o diciendo estar arrepentido, pero no, no había un solo mensaje en la bandeja. Bajé del auto de Clau frente a la empresa, estaba todo lleno de luces y gente bien vestidas, los socios de la empresa acompañados de sus esposas e hijos adultos, la familia de Alexander, los trabajadores más prominentes y una música armoniosa de esa que escuchan los ricos, yo entré, sola y perdida entre tantos desconocidos que conversaban entre sí, me quedé en una esquina y tomé una copa de las que ofrecían los meseros. Había tanta gente que ni siquiera lograba encontrar a mi jefe hasta que miré al segundo piso, allí estaba Alexander observándome fijamente y levantó su copa cuando me vio, caminando hacia mí.




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