–¿Le conozco? - no pude evitar preguntar. El hombre estaba parado frente a mí, mirándome con aquellos extraños ojos de color azul cobalto. Eran tan irreales, cómo él mismo.
–Lo hiciste. - aquella respuesta me desconcertó, pero él parecía tan convencido de que era verdad, que, por una fracción de segundo, me pregunté si eso podía ser cierto. No, era imposible, le recordaría.
–Lo siento, pero creo que se equivoca. - con paso tranquilo, empezó a caminar hacia mí. Y lo sé, era un tipo fuerte, no de esos grandes, si no de los que transmitía esa capacidad de derrotar a cualquier persona que se interpusiera en su camino. Debería haber tenido miedo, salir corriendo, pero, sin embargo, me quedé allí quieta. ¿Por qué?, aún no lo sé.
–No, no lo hago. - Su cuerpo se detuvo a escasos 30 centímetros de mí. ¿Iba a besarme? Sus ojos, su rostro, todo me decía que iba a hacerlo. Súbitamente, se inclinó, pero en vez de hacerlo, su cuerpo descendió hasta que una de sus rodillas tomó tierra, y su cabeza se inclinó en señal de respeto.
–¿Qué…? - decir que estaba sorprendida era poco, pero aún no era suficiente.
–Mi señora, he venido para llevarte a casa. -