Soy Agua

Capítulo 1

Estamos en pleno siglo XXI, aquella forma de dirigirse a otra persona, sobre todo a alguien como yo, parecía sacada de una película medieval. Miré a mi alrededor, buscando el contacto visual que cualquiera pudiese darme, algo que me confirmase que aquello que estaba ocurriendo, no era producto de mi imaginación. Y no, no lo era, porque la gente que pasaba cerca de nosotros, nos miraba de forma extraña. Algunos confundidos, otros divertidos, otros intrigados…pero todos muy seguros de que aquel hombre estaba realmente ahí, arrodillado ante mí, como si yo fuera la mismísima reina de Inglaterra.

Mi vergüenza me hizo moverme, alejarme tanto como pudiese de aquella situación, de aquel hombre. Y me giré, dándole la espalda, y comencé a caminar tan deprisa como podía, sin parecer que estaba corriendo. Pero no sirvió de mucho, porque antes de dar cuatro pasos, él estaba caminando a mi lado. No intentó detenerme, sus manos estaban unidas a su espalda mientras me acompañaba sin ninguna dificultad. Y aunque aumenté mi ritmo, él simplemente se ajustó a mí, como si no quisiera forzarme a nada, pero al mismo tiempo tampoco pensara ir a ninguna otra parte.

–Déjeme en paz. -

–Lo siento, pero no puedo. -

–Sí que puede, se queda quieto, y deja que me vaya, así de sencillo. – estaba junto a la carretera, y miré a ambos lados antes de cruzar por el paso de peatones

–Nada es sencillo cuando se trata de ti. - miré su rostro confundida, y me dispuse a cruzar. Antes de que un coche me llevara por delante, su mano tiró de mí para sostenerme en lugar seguro. Tardó un rato demasiado largo en soltarme, pero finalmente lo hizo, volviendo a unir las manos a su espalda.

–Gra…gracias. - él me dio una tímida sonrisa.

–Estoy aquí para protegerte. - reaccioné en ese momento, y lo hice de manera brusca, porque acababa de darme cuenta, que sí, me había librado de ser atropellada por un coche, pero no habría estado en esa situación de no haber sido por su culpa. Así que, en cierto modo, él era el que me había puesto en peligro.

–Entonces déjeme en paz. Casi me atropellan por su culpa. - él sonrió otra vez, y sacudió ligeramente la cabeza.

–Eres tú la que huye como un pollo sin cabeza. Si dejaras de correr, nada de esto volverá a suceder. -

–Ya, pues va a ser que no. -

Él alzó sus hombros en señal de aceptación indolente. Revisé de nuevo la carretera, y esta vez la crucé con más cuidado. Él lo hizo a mi lado. Estaba claro que no iba a poder deshacerme del hombre. Bien, pues si quería jugar, que se buscara otro compañero de partida. No es que yo fuese demasiado inteligente, pero creía que sí lo era suficiente, como para salir de esa situación.

–Dime una cosa. Antes me has llamado mi señora, y te has puesto de rodillas. ¿Eso quiere decir que soy alguien importante? -

–Así es. -

–Alguien a quien muestras respeto. -

–Sí. -

–Entonces, ¿por qué te diriges a mí de una manera tan informal?, ya sabes, me tratas de tú, no de usted. - caminé más pausada, lo justo para no perder el resuello, pero no para que creyese que aceptaba sus desvaríos.

–Perdóname, pero es que nos conocemos…nos conocimos lo suficientemente bien, como para dejar esos formalismos de lado. -

–¿Antes, cuando me conociste, estabas a mi servicio? - el tipo sonrió, sin apartar la vista de nuestro camino, aunque de vez en cuando me daba pequeñas miradas.

–No exactamente. -

–¿Qué quiere decir que no exactamente? -

–No estaba a tu servicio directamente, pero… es difícil de explicar. -

–Ya, qué conveniente. - sus cejas se juntaron, como si mi respuesta no le hubiese gustado en absoluto.

–Tendría que contarte quién eras antes, y como era tu vida, para que realmente entendieses lo que significabas para mí, para todos nosotros. - mis pies se pararon en seco.

–¿Hay más? -

–Ahora ya no muchos, pero si, los hay. -

–Vaya. - Genial, no solo había un loco, sino que había más, o al menos creía que los había. Volví a caminar, y él permaneció en su puesto junto a mí.

–Y ¿vas a contarme quién era antes? - su rostro se volvió hacia mí.

–La mitad de la calle no es el lugar más apropiado para hacerlo. -

–Ya, ¿y dónde pensabas hacerlo? -

–En el viaje de vuelta a casa. -

–Buen intento, eh… ¿cómo se supone que debo llamarte? - su sonrisa volvió a su rostro, y por un momento, me pareció que estaba recordando.

–Me llamabas Evan. - ¿Yo le llamaba?, no era momento para entrar en eso, porque cada respuesta que me daba, parecía suscitar más preguntas. Miré a mi alrededor, consciente de que había llegado exactamente al lugar que quería.

–Vale Evan. Aquí es donde nos separamos. -

–No voy a separarme de ti. No voy a volver a hacerlo. - Como decía, más preguntas.



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En el texto hay: reencarnaciones, amor eterno, brujas

Editado: 22.06.2018

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