Los pasos lentos de Maliah, la llevaron justo en frente de ese gran espejo. Ella se veía irreconocible, más allá de su extravagante maquillaje y su despampanante vestido de novia, ella no lograba encontrarse en medio de todas esas máscaras.
Sus ojos estaban brillantes, y no en el buen sentido de la palabra; su vida se le estaba escapando entre las manos, se suponía que el día en el que ella se casaría sería el mejor día de todos, el más feliz de su existencia, pero no ahora.
Era una completa tortura, no amaba al hombre con el que se había visto en la obligación de comprometerse, él era un tipo bastante respetuoso, decente, era de una buena familia, pero, no lo amaba.
Maliah sentía que terminó aceptando ese compromiso, solo por ver el semblante alegre de su familia, ahora su abuelo podría morir en paz, pues ya estaría asegurándose de que su querida nieta se quedaría en una familia amorosa.
—Estás deslumbrante —dijo la señora Pravi con una gran sonrisa en su rostro.
Detallaba por completo el atuendo de su hija, le resultaba increíble que ella estuviera a punto de casarse, de construir su propio hogar en otro sitio. Su corazón de madre se estrujaba de solo pensarlo, de imaginar a su hija en una casa que no fuera en la que había nacido. Pero así eran las costumbres, no había nada más que hacer.
—Gracias… mamá —afirmó con dificultad.
Un nudo se apoderó de su garganta sin siquiera pedir permiso. Maliah intentaba, con todas sus fuerzas, esconder el hecho de que una parte de su alma estaba siendo arrancada de entre su pecho en ese preciso instante.
¿No existía una manera en la que toda esta boda pudiera cancelarse?, ¿de poder hacer nulo ese contrato que los comprometía a pasar el resto de sus vidas juntos?
Maliah no encontraba ninguna excusa, Rowan era un hombre maravilloso, amable, paciente, y todas las virtudes que se podrían desear de una pareja, la amaba con todo su corazón, daría su vida por ella. Pero no era correspondido, lo había intentado, intentó enamorarse de Rowan durante todos esos meses de compromiso, pero no… sencillamente, no eran compatibles, no eran el uno para el otro.
—¿Te encuentras bien? Esta no es la Maliah que yo conozco, no la que yo crie. Mi niña fantástica que ha pasado tanto tiempo preocupada por lo que el futuro le traería, la que es capaz de enfrentar al mundo entero por defender sus convicciones. Siento que… este es el día en el que podrás gozar de esa felicidad con la que siempre soñaste, con esa que has merecido durante toda tu vida.
—Solo, estoy nerviosa. No puedo imaginar una vida en la que no estén ustedes a mi lado. Tengo miedo de no ser lo suficientemente buena para Rowan, de no ser esa mujer que él espera que sea, de poder corresponderle como merece… —hizo una pausa mientras permitía que su respiración se regulara, que esa presión de su garganta se desvaneciera un poco más para permitirle seguir hablando.
La señora Pravi lo notó, sabía que los instantes previos de una boda, numerosas emociones crecían en medio de la novia, ella lo sabía, pasó por eso cuando se casó con ese hombre maravilloso que le había regalado una familia unida, llena de amor.
Extendió su mano con suavidad, enjugando el rostro de su hija, lo hacía con tanta delicadeza, porque lo último que quería hacer era arruinar el maquillaje de su hermoso retoño.
La señora no comprendía una cosa y ese era el sentimiento de impotencia que crecía en el interior de su hija, la cual, era consciente de que no amaba a ese hombre, lo intentó, lo hizo tantas veces que ahora, todo sentimiento positivo hacia él se había esfumado.
Cuando menos lo pensó, ahí se encontraba ella caminando en dirección del altar. Su mirada parecía estar fija sobre el novio que la observaba con un brillo en los ojos, como si ella fuera la única mujer de su existencia, la más hermosa del universo entero. Sin embargo, sus ojos estaban fijos en la nada.
Se debatía con cada una de sus emociones, las cuales chocaban la una con la otra. Observaba por algunos instantes el rostro de sus padres, esos llenos de felicidad, sentía que ella no tenía derecho a dañar la imagen de su familia, ni de arrebatarles esa felicidad; tuvo plena convicción de eso, al ver a su abuelo, el cual estaba tan viejo ya, que descansaba en una silla de ruedas.
El señor Pravi estaba feliz de poder asistir al matrimonio de su nieta, de la única descendiente que logró conocer hasta ese momento. Sabía que, sin importar lo que la vida le trajera, ella terminaría haciendo lo correcto.
Una vez más, los ojos de Maliah fueron llevados en dirección al novio, a ese hombre al que no amaba, pero que la amaba con locura. ¿Ese era el precio que ella debía pagar para ver a su familia feliz?, ¿para que la muerte de su abuelo fuera en paz?
Correr, eso era lo que Maliah deseaba hacer en ese preciso instante, decir que no, que no estaba lista para casarse con nadie, mucho menos con alguien que no estaba en su corazón.
Por otro lado, era Rowan el que se sentía abrumado al ver tanta belleza. Maliah caminaba en su dirección, lo estaba observando, eso hacía que su corazón se acelerara, lucía tan hermosa que le hería, le dolía. Su corazón estaba tocando en ese momento una sinfonía.