Soy... ¿ El Amante De Mi Esposa?

Capítulo 20: No te has ido y ya te extraño

—Deberías ir —las palabras de Rowan se quedaban clavadas en su mente—. Sé que París es el país que siempre has querido visitar, no tenemos garantía de que luego se nos presente esta oportunidad una vez más, así que… debes ir, debes disfrutar esta oportunidad —sonrió— no solo por ti, sino por mí.

Pero la dulzura de las palabras de Rowan también llevaba consigo un peso abrumador. Maliah sentía una mezcla de agradecimiento por su apoyo y culpabilidad por las complicaciones que rodeaban su matrimonio.

Ella era la principal responsable de no haberle podido dar ese lugar que su esposo merecía. Si tan solo hubiera dicho que no, cuando tuvo el chance de hacerlo, entonces a estas alturas de la vida, él ya la habría superado, haciendo que todo esto fuera una mera mancha oscura en sus vidas.

—¿Cómo podría él estar seguro de que lo amo? —se preguntó Maliah al llegar a la habitación, sintiéndose atrapada en un torbellino de emociones. 

La certeza de Rowan en su amor solo avivó sus propias dudas y temores, pues todo lo que ella le había demostrado en todo su matrimonio, fue la falta de especialmente eso: el amor. ¿Por qué insistía en creer que ella lo amaba? Le dolía, le rompía el corazón estar lastimando a alguien que le demostraba un amor tan honesto, tan desinteresado.

En ese momento, un atisbo de esperanza se abrió paso en su mente. Quizás, si se negaba a ir, tendría otra oportunidad en el futuro. Pero sabía que esa era solo una ilusión para aliviar su conciencia.

Finalmente, decidió aceptar el viaje. Rowan ya tenía un viaje de negocios programado, lo que hacía que su ausencia en París fuera más comprensible. Empacó sus cosas con una falsa determinación, tratando de enfocarse en la emoción de que su sueño se volviera realidad.

—Maliah —la llamó su esposo llegando detrás de ella.

Los ojos de la chica fueron en busca de su marido, el cual la observaba con una sonrisa que, a pesar de ser comprensiva y amorosa, estaba llena de una preocupación camuflada.

Los siguientes pasos que le esperaban a ambos como un matrimonio que difícilmente intentaba mantenerse a flote, les llenaban a los dos de preocupación. Maliah sabía que debería ser mucho más cuidadosa, pues su mente no se encontraba en sus mejores momentos.

—¿Sucede algo, Rowan? —correspondió a su sonrisa, dejó lo que tenía en sus manos a un lado. Sabía que dejarla ir, era un momento difícil para su esposo, el cual trataba de casi no irse de viajes de trabajo para no dejarla sola, y ahora, era ella la que lo dejaría por un tiempo para cumplir su sueño.

—¿Puedes acercarte un poco? —pidió en un susurro, no estaba seguro de estar haciendo algo que le gustaba a su esposa, pero no podría perder la oportunidad. Al final de cuentas, esta sería la última vez en la que podría verla a los ojos con todo el amor que le tenía.

—¿Muerdes? —Intentó bromar al ser consciente de que esa sería la última noche que estaría al lado de su esposo durante unos días.

Jamás, en toda su vida de casada llegó a pasar tiempo fuera de casa, mucho menos lejos de su marido, esto le daba una sensación de confusión e inquietud. Él estaba haciendo un gran sacrificio para que su esposa pudiera cumplir su sueño.

—A veces —confesó riendo un poco.

Esa risa que escapó de los labios de Rowan, hizo que el corazón de Maliah se acelerara un poco más. Eran pocas las veces en las que ella llegó a ver a su esposo sonreír de verdad. Algunas de sus sonrisas se veían planas, como si lo hiciera por compromiso, pero ahora era diferente, se veían más honestas, más reales.

Dio unos pasos en dirección de Rowan, el cual no despegó su mirada de sobre ella ni un solo segundo, no tenía tiempo para perder, no quería perderlo. Ella era la mujer de su vida, la razón por la que se levantaba cada mañana, era la persona perfecta para él.

Maliah entrecerró sus ojos soltando una pequeña risita, esa que tenía la capacidad de invadir la mente de Rowan y no dejarlo en paz por un largo tiempo. No lo pensó dos veces, no dudó en esa ocasión, sino que llevó sus manos a la cintura de su esposa, acercándola más a él.

Se mostró un poco sorprendida, sus ojos se abrieron más de lo normal, usualmente, Rowan no tenía esa clase de comportamiento tan ¿Atrevido? Era su esposo, era verdad, pero jamás se había osado a hacer algo de esa manera.

—¿Quién eres y en dónde está mi esposo? —cuestionó con un suave tono de voz, rodeó el cuello de ese hombre con sus brazos, esta vez, su mirada era un poco más atractiva de lo usual. Si Rowan quería jugar de esa forma, entonces, ella le demostraría qué tan buena era.

Sus rostros estaban tan cerca que sus narices casi podrían tocarse. Sus miradas estaban fijas el uno sobre el otro mientras esperaban quién sería el primero en acortar toda esa distancia que había entre ellos.

—No me he ido a ningún lugar, Maliah. Siempre he estado aquí —susurró con una voz ronca, intentando mantener esa distancia, al final de cuentas, desean a que ella le demostrara que era algo que de verdad deseaba, y no una obligación como a veces sentía que era para ella.

La única respuesta que obtuvo, fue una sonrisa por parte de su esposa. Los ojos de la chica estaban clavados en los labios de su marido, no podía evitarlo, su interior se sentía un poco diferente, como si hubiera algo en Rowan que la estaba atrayendo como un magneto, era nuevo para ella.




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