Soy Feliz. ¿o no? El arte de ser feliz y triunfar en la vida

Expectativa vs. Realidad

Desde pequeños, nos enseñan que la felicidad está en lograr cosas: graduarnos, conseguir un buen trabajo, enamorarnos, formar una familia, viajar, tener éxito. Nos dicen que una vez que alcancemos esos hitos, nos sentiremos completos. Pero honestamente suele ser muy diferente a lo que se cree, la realidad es que, cuando finalmente lo logramos, la satisfacción es efímera, y pronto nos encontramos buscando la próxima meta. Es más común de lo que creemos es más… ¿A cuantos no nos ha pasado? Seamos honestos, a todos en general.

¿Por qué ocurre esto? Porque la mente humana se adapta rápidamente a lo que consigue y siempre quiere más. Este fenómeno se conoce como adaptación hedónica, y es la razón por la que, después de un ascenso, un premio o una compra importante, la euforia inicial se desvanece y volvemos a sentirnos como antes.

Nos vendieron la idea de que la felicidad es el resultado de nuestras conquistas, cuando en realidad, nunca ha estado en ellas. Pensaremos todo aquello de un modo más profundo e ilustrando en un pequeño relato, creo que a más de uno les acabo de tirar un gran balde de agua helada, aquello lo resumiré a modo de historia, creo que será aún mejor para procesarlo. Entonces veamos…

Sábado por la noche, de esos sábados cualquiera, aquellos que no tienen nada de especial. La terraza de un bar en la ciudad, tranquilo, todo en orden. El viento soplaba suavemente mientras un grupo de amigos brindaba por los nuevos comienzos. Entre risas y copas medio vacías, Martín se quedó en silencio por un momento, observando la vista de la ciudad iluminada, contemplándola, simplemente estando pensativo.

—¿En qué piensas? —Preguntó Julia, notando su expresión seria.

Martín sonrió de lado, pero no con felicidad, se nota que su cabeza andaba por las nubes y no precisamente por las bebidas con alcohol.

—Solo pensaba en cómo imaginé que me sentiría hoy. Aunque suene algo estúpido, simplemente pensaba en ese sentimiento, desde mis adentros.

—¿Por qué? —Preguntó Andrés, dándole un sorbo a su cerveza.

—Porque creí que al terminar la universidad sentiría algo… ¿Diferente? Pensé que iba a estar completo, que todo este esfuerzo de años valdría la pena.

—¿Y no es así? —Preguntó Julia con curiosidad.

Martín suspiró, jugando con el borde de su vaso, mientras su mirada carecía de emociones.

—Sí y no. Estoy orgulloso de haberlo logrado, pero ahora siento que me falta algo más. Como si esto no fuera suficiente.

—Bienvenido a la vida adulta —bromeó Andrés, pero al ver la cara de su amigo, se puso serio inmediatamente—. Mira, todos pensamos que cuando lleguemos a cierta meta, por fin seremos felices. Pero la vida no tiene una línea de meta. Es un viaje.

—¿Y si solo quiero sentirme feliz ahora mismo? —Preguntó Martín, con frustración en la voz.

Julia apoyó la barbilla en su mano, no le gustaba ver a su amigo en esa situación.

—Entonces deja de vivir en el futuro y empieza a vivir en el presente.

—Suena fácil cuando lo dices así. —Martín se notaba molesto, triste y un tanto confundido.

—Lo sé —Julia sonrió con ternura—. Pero dime algo, ¿qué te hace feliz ahora, en este momento?

Martín miró a su alrededor. De momento pensó en todo lo agradable que resultaba ese lugar. El sonido de la música de fondo, el aroma de la comida recién hecha, las luces de la ciudad parpadeando en la distancia, la compañía de sus amigos…

—Esto —susurró después de un momento.

—Exacto —dijo Julia—. La felicidad está aquí, en estos pequeños momentos que muchas veces pasamos por alto porque estamos demasiado ocupados pensando en lo que sigue.

Martín sonrió. Tal vez la felicidad no era tan complicada como pensaba.

La conversación siguió, pero algo dentro de él había cambiado. Por primera vez en mucho tiempo, dejó de pensar en lo que venía después y simplemente disfrutó de la noche.

No pongas tu felicidad en el mañana, porque el mañana es solo una promesa incierta.

Mientras Martín caminaba a casa esa noche, una pregunta se repetía en su cabeza: Si la felicidad está en el presente, ¿por qué nos cuesta tanto aceptarlo? A veces, lo que nos impide ser felices no es la falta de logros, sino el miedo a mostrarnos vulnerables, otras tantas pasar por alto los pequeños detalles, las cosas simples pero que le dan un gran sentido a nuestras vidas.

La felicidad no es sólo reír y celebrar, también es aceptar que somos humanos, que podemos estar tristes, que podemos fallar y que eso está bien. Pero, ¿y si aprender a aceptar nuestra vulnerabilidad nos hiciera más felices? No lo sé pero piense usted detenidamente, entonces por unos instantes como sería entonces todo aquello.




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