Soy Feliz. ¿o no? El arte de ser feliz y triunfar en la vida

La trampa de la validación externa

Desde niños, nos enseñan a buscar aprobación. La calificación más alta en la escuela, la felicitación de los padres, el reconocimiento de los amigos. Crecemos creyendo que nuestro valor está ligado a lo que los demás piensan de nosotros, otro gran error, es complicado pero son puntos en los que en algún momento los tendría que tratar no me culpen, calmense todos y no saquen aun sus antorchas prometo que algo bueno ha de salir respecto de todo aquello.

En la era digital, esta necesidad de validación se ha intensificado. Un simple “me gusta” ya creo que te imaginas por donde voy, ¿te resulta familiar cierto? Es común que en las llamadas redes sociales pueda darnos una dosis instantánea de satisfacción, pero también nos vuelve dependientes. Si un post no tiene la reacción esperada, nos sentimos insuficientes, ocurre hasta inconscientemente y lo sabes, yo lo sé, hemos pasado por eso hasta cuestionarnos que una persona se vea mas fea que nosotros o sea más estúpida y aun así tenga mayor cantidad de reacciones, buscando justificar todo aquello con tal de sentirnos mejores con nosotros mismos.

La validación externa es un espejismo: nunca es suficiente, nunca es permanente, nunca es realmente nuestra. Es como aquel oasis en el desierto, aparece justamente cuando tenemos sed, esa necesidad de agua, de querer refrescarnos, deleitarnos con un rico chapuzón. Justamente algo bastante similar es lo que suele ocurrirnos, no se suelen mostrar como en la ficción de las caricaturas como eran antes pero tiene cierto toque de deseo inconsciente.

Si basamos nuestra felicidad en la opinión de los demás, nos convertimos en prisioneros de una ilusión, vamos a darle más sabor al caldo, porque se que les gustaría y a mi también me deleita plasmarles uno que otro relato a modo de ejemplo.

Café de una esquina, luces tenues, el murmullo de conversaciones de fondo. Laura removía su café distraídamente, sin realmente beberlo.

—Subí una foto y casi nadie le dio una reacción o puso que le gustaba —dijo de repente, con un tono que intentaba ser despreocupado, pero en el fondo se notaba la inseguridad.

Paula levantó la mirada de su celular.

—¿Y eso qué importa?

Laura hizo una mueca, como si la respuesta fuera obvia.

—No sé… siento que si no le gusta a los demás, tal vez no sea tan buena.

Paula dejó el teléfono a un lado y apoyó los codos sobre la mesa.

—Déjame ver si entiendo. ¿Publicaste la foto porque te gustaba o porque querías que a los demás les gustara?

—Pues… —Laura dudó—. Ambas.

—Si la subiste porque a ti te gustaba, ¿por qué necesitas que otros lo validen?

Laura guardó silencio, dándose cuenta de la trampa en la que había caído.

—No lo sé… creo que necesito esa confirmación. Como si sin ella no fuera suficiente.

Paula la observó con una mezcla de ternura y firmeza.

—Si necesitas que otros lo aprueben para sentir que vale la pena, entonces nunca será suficiente.

—Pero… ¿cómo dejo de necesitar la aprobación de los demás?

Paula sonrió levemente.

—Recordando que la única validación que importa es la tuya.

Laura bajó la mirada, sintiendo que esas palabras calaban hondo en ella.

—Es difícil…

—Lo sé. A todos nos cuesta —dijo Paula, dando un sorbo a su café—. Pero si empiezas a hacer las cosas porque te hacen feliz a ti, sin importar si alguien más las aprueba, te darás cuenta de lo liberador que es.

Laura tomó su teléfono y miró la foto que había subido. De pronto, se dio cuenta de que, más allá de los likes, ella realmente la amaba. Y por primera vez en mucho tiempo, eso le pareció suficiente.

No eres lo que los demás piensan de ti, eres lo que piensas de ti mismo.

Esa noche, Laura escribió en su pequeña agenda que es de un color rosado claro:

Tal vez el problema nunca fue la falta de aprobación, sino mi propia incapacidad de validarme a mí misma.

Y en ese momento, se hizo una pregunta clave:

Si dejáramos de enfocarnos en lo que nos falta y empezáramos a valorar lo que ya tenemos… ¿seríamos más felices?

Pronto descubriría que la respuesta estaba en algo tan simple como aprender a agradecer. ¿Fascinante no lo creen? Poco a poco hemos ido sumando piezas y juntos armando esto tan maravilloso.




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