La curiosidad me quemaba por dentro. No podía seguir ignorando lo que había pasado. Necesitaba respuestas. Después de clases, decidí regresar al callejón donde todo comenzó. Quizás encontraría alguna pista, o tal vez solo quería convencerme de que nada de esto era real.
El sol se ocultaba en el horizonte cuando llegué. Todo estaba en silencio. Caminé hasta el lugar exacto donde había derribado al pandillero. No quedaba rastro de la pelea. Ni siquiera el más mínimo indicio de que algo extraordinario había ocurrido allí.
Pero no estaba solo.
—Sabía que volverías —dijo una voz grave a mis espaldas.
Me giré rápidamente, con el corazón acelerado. Un hombre de mediana edad, con una gabardina oscura y ojos afilados, me observaba con una media sonrisa. Había algo en su mirada que me puso nervioso. No parecía peligroso, pero tampoco alguien común y corriente.
—¿Quién eres? —pregunté, tratando de mantener la compostura.
—Alguien que puede ayudarte a entender lo que te está pasando —respondió con tranquilidad.
Me quedé en silencio. No sabía si confiar en él, pero algo me decía que tenía las respuestas que buscaba.
—Ven conmigo, Nico. No eres el único con habilidades especiales. Y créeme, esto es solo el principio.
Supe en ese momento que mi vida jamás volvería a ser la misma.