Capítulo 4: Me encariñé con el niño lobo pero él viene con algo extra: su papá.
Cuando pensaba en mi muerte, imaginaba que moriría salvando a un montón de niños huérfanos de un edificio en llamas, ¿qué por qué estarían en un incendio? No lo sé, no sería asunto mío.
Bueno, sí, estoy exagerando; imaginaba morir como un pajarito, en la comodidad de mi cama.
Pero lo que de verdad nunca esperé es que un monstruo de colmillos gigantescos y afilados sea el motivo de mi fin, todo por un adorable cachorrito.
—Tú...— enuncia furioso a la vez que mentalmente estoy confesando mis pecados, quiero ver si de esta manera no me mandan derechito al infierno, ay Dios, he hecho tanto en esta corta vida —¡Fuiste la que se robó a mi hijo!— grita respirándome en el rostro, me tiene arrinconada contra la pared.
Aunque un segundo, ¿cómo que me robé a su hijo?
—Espera, espera— digo tragando una bocanada de aire —No iba a alegar nada ante la amenaza de que me mates, pero ahora que me incriminas de un crimen que no cometí, tengo el derecho— me mira extrañado —¡Yo no me robé a tu hijo!— espero que me entienda, se le ve bien salvaje —Yo no robar a tu hijo— así se oye mejor.
—¡Dices que no te lo robaste y lo tienes en brazos!— señala dándole un palmazo al muro, no pude evitar sobresaltarme del susto —¡Además de ladrona, mentirosa!
—¡No soy ladrona ni mentirosa!— he dicho mi par de mentiritas pero no para catalogarme de esa manera —¡Encontré a Lobito en el bosque mientras lloraba!— parece que estaba equivocada, él no lo abandonó —¡Inclusive tenía algunos rasguños! Lo único que hice fue darle de comer y comprarle ropa.
—Já, y yo te creo— alega sarcástico —Algo tienes planeado con el niño. Dame a mi hijo, ¡ya!
Qué mal carácter para ser el papá del pequeño. Lamento decirle que tengo una mala noticia; hay un pequeño problema.
Bueno, no tan pequeño: Ya me encariñé con el niño y no lo quiero dar.
¡Pero no hay qué juzgarme! Es que, es que, él es igualito a mí; tenemos buenos gustos, a mí también me gustaba la compota y era bien llorona como él.
—¿Eh? ¿Por qué tengo que hacerlo?— abucheo abrazándolo más —Ah… Eh… ¡¿Cómo sé que es tu hijo?!
—¿Qué?— qué talento tengo para dejar a las personas boquiabiertas.
—Eso, lo que escuchaste— me meteré en un gran lío, ya lo estoy viendo delante de mis ojos —¿Cómo sé que el ladrón no eres tú?
—¡¿Pero cómo te atreves?!— la firmeza de su voz retumba tan fuerte que logra despertar al niño.
Él entreabre los ojos haciendo varias muecas, parece que el grito también lo asustó, solo hay que ver su expresión temerosa para darse cuenta:
—Umh— gimotea estrujándose los ojos y mirando a su alrededor, se detiene al ver al hombre —Pa-pa— dice para mi mala suerte, rayos —Papa.
—Me la pasé toda la noche buscándote— suspira aliviado, vaya, mientras que él lo buscaba, el niño dormía plácido en mi cama; eso es bueno y malo al mismo tiempo —¡¿Qué rayos pasó?!
—Es lo que me pregunto— contesto —Oye, soy sincera cuando digo que me lo encontré en el bosque, te lo juro. Por un momento pensé que su familia lo había abandonado.
—Solo dámelo, te perdonaré la vida solo porque está bien— intenta coger a Lobito pero este ni se inmuta —¿Eh?— hasta a mí me confunde esa actitud —Ra, nos vamos a casa.
¿Ra? ¿Así se llama? Qué nombre ni más raro.
Y yo que pensaba que el mío lo era.
—Adio’— se despide de él con una sonrisa y abrazándome, da risa ver al niño moviendo la mano de un lado a otro mientras que su papá lo mira impactado.
—¡¿Cómo qué adiós?!— hace una mueca —Me refiero a tú...— lo señala —Y yo. Vámonos a casa, andando— da varios aplausos y extiende los brazos para cogerlo, pero al niño no se le ve dispuesto a separarse de mí —¡Humana, dile algo!— esta vez soy yo la que se queda boquiabierta.
—¿Qué no es tu hijo?— levanto la ceja —Si no te escucha a ti, menos me escuchará a mí.
—¡Ra!— y de nuevo lo llama con insistencia pero la ignorada que le da Lobito es magistral, hasta a mí me duele.
—Lúa, mami— no sé si sea buen momento para hacer eso, ¡le dije que no me llamara así! Ahora este sujeto me mira con odio, me quiere matar, lo sé.
—Creo que no escuché bien— tose varias veces dándose en el pecho —¿Acaso mi hijo te llamó “mamá”?
—Te lo puedo explicar…
—Mami— repite abrazándome.
—¡¿Por qué te llama mamá?!
—¡Ay pero no grites tanto!— alzo la voz para que vea que también tengo garganta —¡¿Qué acaso no sabes hablar sin hacer tanto ruido?!
—¡Ahora mismo tú también estás haciendo ruido!
—¡Pero no tanto como tú! ¡Ya cállate!
—¡No he pegado el ojo en toda la noche buscando a mi hijo como para que ahora me venga enterado que se consiguió mamá!— se echa el cabello para atrás, un segundo más y le dará un infarto —¡¿Qué le hiciste, bruja?!
—¿A quién le dices bruja?— pero qué infantil, ahora que lo veo fijamente no creo que sea muy mayor que yo, me lleva de uno a tres años como máximo.
Detesto a los hombres inmaduros.
—Ra, vámonos— intenta convencerle pero guao, el niño me ama —¡Ra!
—Ya déjalo, ¿no lo podrías dejar conmigo y ya?— bajo las cejas rodeándolo con mis brazos —Podrías venir a visitarlo de vez en cuando— no, eso no, su actitud es terrible —Una vez al mes.
—Vete al demonio— ya cansado, me arrebata al pequeño y lo carga en sus brazos, este enseguida y al querer regresar a mí comienza a llorar sin parar —No, no, ¡no llores!— intenta callarlo moviéndolo de arriba hacia abajo —Ssh, ya— en su cara veo como poco a poco se está empezando a desesperar.
Pudo haberse preocupado por él pero no se ve que sea un padre tan dedicado, nada más hay que ver su actitud tan fastidiosa, —¡Ay por Dios! ¡Ya basta!— espeta pasándome al niño quien ya tenía los ojos enrojecidos, Ra guarda silencio sonando su nariz.