Soy la mamá de un niño lobo, ¿y ahora qué sigue?

Capítulo 7: Nunca es mal momento para cambiar de actitud

Gracias al cielo, Rafa llegó comparativamente rápido desde que lo llamé, valoro lo preocupado que estaba por el niño y lo atento que ha estado conmigo desde que llegamos al hospital. 

Todavía tienen al pequeño en una de las habitaciones, según veo a las enfermeras, la cosa va para largo, por sus caras diría que el asunto es serio y no puedo evitar sentirme mal; mi corazón no deja de latir fuerte mientras que tengo un sentimiento de fatiga que no me deja en paz. 

—Tranquila— me dice Rafa sentándose al lado de mí, ambos estamos en la sala de espera, él tiene en sus manos dos vasos de café —En lo que esperamos bebe esto, te hará bien para mantenerte activa.

—Gracias pero no bebo café, lo siento— suspiro —Me da acidez. 

—Oh— hace una mueca viendo los dos vasos —Bueno, ¿más café para mí?— sonríe dando un sorbo a uno de ellos. 

—Muchas gracias— cruzo los brazos echando un suspiro —Fuiste en cuanto te llamé y eso lo aprecio mucho. 

—Bueno, después de todo no tienes por qué agradecerme, somos amigos, ¿no? 

—Eres tan intenso que por poco se me olvidaba— reprocho achicando los ojos,  —Dios, ¿por qué se tardan tanto?— miro hacia la habitación —¡¿Qué les pasa?! 

—¿Puedo saber qué le pasó al niño? Se veía muy mal. 

Que ni me lo recuerde, no entiendo cómo pasó a sentirse así, desde hacía rato se le veía extraño pero no pensé que fuera para tanto, estaba segura de que solo se encontraba aburrido pero no. 

Tengo miedo, temo que todo lo que piense se vuelva real, o mucho peor. 

—¿Ustedes son los padres del niño?— cuestiona un doctor saliendo de la habitación, él se acerca a nosotros y por su cara no creo que las cosas vayan bien, Rafa y yo lo miramos con una mueca. 

—Amh no, pero yo lo estoy cuidando— respiro profundo —Dígame, ¿qué tiene el pequeño? 

—Bueno, por lo visto en los estudios, el niño padece de una afección bastante peculiar; no recuerdo haberla visto en mi vida y eso que llevo veinticinco años ejerciendo la profesión— toma aire cosa que me asusta más —Al parecer, él no puede metabolizar con normalidad un componente llamado teobromina, a pesar de que la cantidad fue pequeña, eso hizo que su organismo lo hiciera vomitar para desechar tal sustancia. 

—¿Y cómo llegó a su estómago?— Ay Dios, que me hable en español —¿Qué pasó doctor? 

—Dígame, ¿él comió chocolate de alguna forma? Por lo regular, el componente suele hallarse en el cacao ya que de ahí proviene. 

¿Qué? 

No recordaba que le había dado el helado... Entonces, ¿yo lo envenené? 

—Le di un helado de chocolate— susurro bajando las cejas, antes me sentía mal pero ahora es el doble. 

Maldita sea. 

—Es un caso muy extraño, optaría por hacerle pruebas— comenta el doctor —El niño está bien, le suministramos unos cuantos medicamentos para controlar los vómitos y ya es cuestión de que su cuerpo se deshaga del componente. Aunque repito, lo que le sucede es un caso demasiado extraño y solo visto en los canes, los humanos podemos digerir perfectamente la sustancia. 

¿En los canes? ¿Se refiere a los perros? Me había burlado de Imri diciendo que era un perro pulgoso, no pensé que tuvieran tanta semejanza. Es un hombre lobo después de todo, pero claro, un lobo. 

Lobo = perro. 

O viceversa, no lo sé, no soy científica. 

—¿Y... me lo puedo llevar?— no puedo permitir que le hagan pruebas, él no es humano y eso pondría en peligro su existencia. 

—Sígame. 

El doctor entra a la habitación, en donde el pequeño se encuentra dormido en la cama; desde que lo vi sentí como se me apretujó el pecho, el sentimiento de culpa no me deja tranquila y debido a esto, tengo varios pensamientos encontrados. 

No sé nada sobre la naturaleza de Ra y así como le hice daño con algo tan simple podría hacérselo de nuevo, tener eso en mente me vuelve loca. 

—Ese jarabe le hará bien para los vómitos, no creo que vuelva a vomitar en toda la noche— me pasa una receta médica —Si es así, tráigalo de nuevo. 

—De acuerdo— suspiro. 

Le agradecí al doctor por sus cuidados y de la cama tomé con precaución al niño, él se mantuvo acostado en mi hombro. Desde siempre he odiado los hospitales por lo tardado que es el proceso para que atiendan a las personas, nosotros teníamos alrededor de dos horas aquí metidos y hasta ahora fue que nos dieron respuestas. 

En todo el camino a casa me mantuve callada, no porque no tuviera nada que decir sino que el nudo en mi garganta no me dejaba enunciar palabras. 

Cometí un error imperdonable, alguien como yo no puede querer tener a una criatura tan especial como Ra. 

No puedo con esto. 

—No es tu culpa— de repente escucho la voz de Rafa mientras que estamos en el auto, faltan unas pocas calles para por fin llegar a casa, siento este día interminable —¿Quién iba a pensar que el niño no soportaría el chocolate? 

—Aún así— sueno mi nariz —De todos modos le hice daño, nunca lo olvidaré. 

—En vez de concentrarte en que le hiciste daño, es mejor que te enfoques en arreglar tu error. ¿Para qué culparse tanto si lo que está hecho, hecho está?

—Tienes razón— sonrío un poco viendo a Ra de reojo —No sabes lo mucho que te agradezco, te debo una. 

—Tranquila— me sonríe de vuelta mientras que se estaciona enfrente del edificio de mi apartamento —Si necesitas algo, no dudes en llamar, ¿de acuerdo? 

—Sí— asiento abriendo la puerta —Eres genial cuando solo eres mi amigo. 

—Auch— ríe rascándose la cabeza —En esta situación tan seria, mejor ni digo lo que pienso— y en mi caso, mejor ni le pregunto —Buenas noches. 

—Buenas noches. 

Antes de entrar al apartamento, por cortesía esperé a que Rafa se fuera a su casa, desde que vi la silueta del auto desaparecer a la distancia, entré al apartamento encontrándome con un enojado Imri, otra vez. 

No estoy de humor para lidiar con sus reclamos pero él está en todo su derecho, me llevé al niño sin el hombre tener idea dónde, estoy segura que pensó que definitivamente me lo borré. 




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