Soy la mamá de un niño lobo, ¿y ahora qué sigue?

Capítulo 9: A partir de ahora tengo novio y es bien decidido cuando quiere

Estoy segura de que Imri entenderá mi situación a la perfección, recuerdo muy bien su cara mientras comía del pollo que compré con la tarjeta de papá.

Yo no soy la única a la que le conviene generar una buena impresión, en los pocos días que he tratado con Lobito y el perro ese, ellos han gozado de los beneficios que trae mi pequeño pedazo de plástico.

¡Ah!, ¿pero a quién engaño? Imri me matará y me picará en pequeños trocitos para darme de comer a su manada.

¿Los lobos comen humanos? ¡Si no es así conmigo van a hacer la excepción!

—Lúa.

Soy mujer muerta, debería ir empacando mis cosas junto con las de Ra porque sé que en cuanto le diga a Imri sobre la cena de esta noche, ¡me despellejará con vida!

Es más, primero guardaré mi ropa y luego le pediré que me haga ese favor, sí, el plan luce bien. Y no, no soy cobarde sino precavida.

—¡Lúa!— de repente Pato me espanta moviéndome los hombros; ella me mira directo a los ojos mientras que Helena está cruzada de brazos.

—¡Ah! ¡¿Pero qué pasa?!— grito volviendo a la realidad —¡Patria!

—Dios, patria y libertad— enuncia Helena el lema de nuestro país con una sonrisa, ella lo hace cada que quiere molestar a Pato, por cosa extraña que parezca, funciona la mayoría de las veces.

—Qué chistosa— le da un golpe en el hombro —Y bien— dirige su atención hacia mí —¿Qué tanto haces en limbolandia?

—¿Eh?— parpadeo varias veces dándole un sorbo a mi refresco.

Las tres estamos sentadas en la cafetería de la universidad, han pasado varias horas desde que llegué y de las cuatro clases que me tocaban nada más he cogido dos, hoy menos que todos los días no tengo ganas de estar aquí.

—Hoy soy la única normal en nuestro grupo— reprocha recostandose en la mesa —El cuerpo de ambas está aquí pero la mente no.

—Eso no es cierto— niega Helena —Habla por Lúa.

—¿Qué? ¿Cómo que por mí?— puede que tenga razón, desde que vine no he dejado de pensar en Ra, ¿qué estará haciendo? ¿Habrá preguntado por mí? ¡¿Estará llorando?! —Yo... Mi mente y cuerpo está aquí— resoplo terminándome el refresco, detesto que Imri no tenga celular, qué sujeto ni más anticuado —Díganme chicas, ¿qué harán después?

—Hoy me tengo que ir derechito a casa— Helena hace una mueca —Le estoy enseñando los colores y números a Army, muy pronto la inscribiré en la escuela y me dará un infarto si ella no aprueba el examen; ya la niña sabe diferenciar algunos colores.

Ay no pero qué pesar; en mi caso no sé cómo puedo querer a Ra si odio enseñar, no fui hecha para tener tanta paciencia. Creo que lo único que me gusta es la parte bonita de la historia.

—Entonces hoy no estarás disponible— abuchea Pato —Tú si estás libre, ¿verdad, Lúa?— me mira con un resplandeciente brillo en los ojos, es tanto que me da cosa negarme —¿Verdad?— insiste como si fuera un cachorrito pero me veo en la obligación de mover la cabeza hacia ambos lados —¡Noo!— dramatiza echándose para atrás —Puedo esperarlo de ti— señala a Helena —¡¿Pero de ti?!— me ve sorprendida —¡¿Cómo así?! ¿Qué harás en todo el día? ¿Tiene que ver con el niño que estás cuidando y su apuesto papá?

¿Apuesto? Já.

Bueno sí, puede ser, pero tampoco es que sea para tanto.

—Pues sí, mi prima me dejó a cargo— me encojo de hombros —No le puedo fallar porque de una divulgará en la familia entera que soy una irresponsable.

Si un mentiroso has de ser, buena memoria debes tener.

—Dime algo, Lúa— me habla Helena —No te ofendas ni nada pero, ¿en serio tu prima te eligió como primera opción?— arquea la ceja —Pues... digamos que...

—Eres horrible— sentencia Pato y al ver mi reacción empezó a toser sin parar —Con los niños, claro.

Si ellas supieran lo mucho que Lobito me ama no estarían diciendo eso, no es mi culpa que los niños humanos sean unos sensibles; incluso Ra que es un llorón no se compara con ninguno de ellos, ¡no me entienden! La primera en la lista es Army la cual me ve como si fuera un ogro. Me he dado cuenta de que el problema no radica en mí sino en los pequeños gritones ensuciadores de pampers.

—Yo soy la mejor cuidadora del mundo— refunfuño seria —Que Army me tema es una cosa diferente.

—Ni me lo recuerdes— suspira Helena —¿Por qué será?

—Tienen que ser como yo— alardea Pato con aires burlescos —Soy la preferida de los niños.

—Sí, cómo no— ambas hacemos competencia para ver a cual de las dos, los niños odian más —Es que eres taan encantadora— río poniéndome de pie —Pero bueno, chicas, me tengo que ir.

—Pero si todavía es temprano— Helena mira el reloj de su celular —Un segundo, ¿qué no te faltaba una clase?

—¿Para qué entrar a clase si de todos modos no voy a prestar atención?— suspiro con desgana —Creo que es cierto lo que dice Pato, hoy me encuentro en limbolandia.

—¿Y qué vas a hacer?— cuestiona la chica —Me enteré de que Anthony ya no realiza trabajos, te quedaste sin tu esperancito de las tareas.

—Ay, no le digas así— reprocho a carcajadas —Ni modo, a conseguirme otro.

—No creo que haya otro— niega Helena —Escuché que los profesores están al tanto de nuestros fraudes, creo que si nos descubren nos van a reprobar la materia.

—Gracias a Dios que hago los trabajos por mi cuenta— presume Pato con una sonrisa —Ustedes dos deberían hacer lo mismo.

—Oh, claro, tú no tienes una hija que cuidar— abuchea con una mueca —Ni modo que ni eso hagas.

—Tampoco seas una babosa— levanta la ceja —La que te cuida a la niña la mayor parte del tiempo es la abuela luchona de tu mamá.

Tras escuchar tales palabras, Helena abre la boca indignada; Pato está potente, —¡Quiero que repitas lo mismo cuando le preguntes a Army por quien fue que le enseñó los colores!— vocifera levantándose —¡Y a contar y a leer ¡Y a existir!

—Hey, vamo' a calmarnos— le doy un pequeño palmazo a la mesa —A ver, lo único que haces en la vida es hacer la tarea para tener una excusa ante los profesores para que no te quemen la materia. Casi no asistes a clase y es muy probable de que uses el celular las veces en la que lo haces— apunto a Pato —Y tú— miro a Helena —Usas a Army como excusa para no tener que esforzarte tanto, tu mamá cuida a la niña el setenta por ciento del tiempo pero hay que admitir que pones de tu parte en el treinta por ciento restante— le tengo más miedo a Helena así que mejor ni sigo hablando —Las tres estamos llenas de defectos, es parte de nuestra esencia así que les digo: ¡Dejen de pelear!




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