Capítulo 11: En mi vida volveré a ver aquellos cotejos que a veces ignoré
De las tantas cosas que he hecho en esta vida, jamás pensé que sería tan bárbara como para engañar a mi papá diciéndole que el hombre que llevo conociendo desde hace unos pocos días es mi novio.
Imri es gruñón y aunque tenga por pasatiempo el exponer mi «lado oscuro» es un buen partido si es que quiero que crean que me conseguí un buen tipo, estoy segura de que mi mentira se mantendrá estable.
Desde que toqué la puerta, una de las empleadas la abrió y mientras entrábamos, Imri se dedicaba a observar todo el lugar; yo no fui la excepción, la casa ha tenido leves cambios desde la última vez que puse los pies por estos lados.
Noto como modificaron la distribución de los cuadros y del sofá, también las paredes están pintadas de salmón mientras que antes conservaban un tono marino.
Es como si fuera otra casa, no tengo opinión al respecto, debo confesar que una parte de mí quería regresar al hogar que dejó atrás, pero claro, todo sigue su curso.
—Papi— para saludar a papá quien se encontraba en el sofá y se levantó para abrazarme, le pasé el niño a Imri, este no pudo disimular la sorpresa cuando vio al pequeño.
—No sabes cuánto quería verte— me dice rodeandome con sus brazos, hace tanto que no sentía su calor que no me daba cuenta de lo mucho que lo necesitaba —Tú debes ser la mencionada víctima— le habla a Imri separándose un poco de mí pero aún con el brazo encima de mis hombros.
¿Cómo se atreve?
—¿Víctima…?— cuestiona el hombre con severa confusión.
—¡Papá!— si Imri hubiera sido mi novio de verdad entonces no sabría qué hacer con semejante vergüenza —¡¿Cómo qué víctima?!
—Ah, vamos— ríe a carcajadas —No hay mejor manera para romper el hielo.
—No se esfuerce— refunfuño achicando los ojos.
—Me puedes llamar Wilson, un gusto— extiende la mano.
—Imri— corresponde el gesto, ambos se dan la mano y lo curioso del asunto es que mientras que papá lo mira con detenimiento, Imri lo intenta evitar.
Umh, mi papá no tiene un rostro tan intimidante. Él es un adulto de cincuenta y cinco años que se ve más envejecido gracias al trabajo y su cabello completamente canoso; él desde los cuarenta empezó a tener índices de blanqueamiento en el cuero cabelludo que no terminó de asentarse hasta que entró a la etapa de los cincuenta. Su pelo y su frondosa barba blanca le dan un aspecto sabio.
A primera vista mi papá posee una expresión estricta pero es buena persona por más que en ocasiones sea un gruñón al igual que Imri. Él es un hombre alto con una barriga un poco prominente y aunque en el pasado sus ojos eran marrones con el tiempo se les pusieron un tanto grisáceos.
—¡Oh, ya llegaron!— del segundo piso, Marien baja por las escaleras con rapidez. Ella con una sonrisa se acerca a nosotros y antes de mirar de Imri al niño con interés, ambas nos damos un beso en la mejilla —¿Cómo estás, querida?
—Ah, como siempre— me encojo de hombros —Marien, él es Imri; mi novio— lo presento pero rayos, tuve que pellizcarlo disimuladamente en la espalda para que se ponga en esto.
La mujer es diez años menor que mi papá pero eso no dispone de un problema en su relación, su cabello es bastante negro (porque claro, se pone tinte para ocultar algunas canas), sus ojos son del color de la aceituna y combinan de maravilla con su vestido rojo como el vino.
—Hola— saluda acomodando a Lobito.
—¿Y esta hermosa criatura?— se acerca más y como es típico de ella, rompe su espacio personal hasta el punto en que apenas queda una pequeña distancia entre la mujer y el niño.
—Su nombre es Ra— informo tomándolo en mis brazos —Es el hijo de Imri y la cosa más adorable del mundo.
—Guao— Papá levanta la cejas.
No está en su derecho de opinar algo respecto a esto, él se casó con Marien teniendo una hija de catorce años, o sea, mucho peor. Estaba en plenos cambios hormonales y de personalidad cuando él me llegó con la noticia de que se volvería a casar.
Al principio veía a Marien como la bruja que me robó a mi papá y literalmente la odiaba sin siquiera conocerla, ya luego y como fue pasando el tiempo, ella logró ganarse mi aprecio y le pedí disculpas por todas las cosas feas que pensaba en aquel entonces. Dios, como odio a la «yo» de esos momentos, qué ridícula fui.
Mis papás se separaron en buenos términos y ya que, cada quien siguió en lo suyo y él volvió a casarse un año después.
Pasó de esas situaciones en las que el problema no reside en ti ni en la otra persona, sino en su relación.
—Oww, pero qué lindo— dice la mujer tocándole la mejilla —Nada más hay que ver cómo duerme.
—Tengo que admitir que estoy sorprendido— señala papá con todavía las cejas en alto —Pero bueno, mejor hablemos en el comedor.
Nosotros nos dirigimos a la mesa y mientras caminamos veo a Imri de reojo para asegurarme de que todo vaya como lo planeé, no quisiera que los nervios lo traicionen, si papá se da cuenta de mi engaño entonces estaré perdida, ¡me quitará la tarjeta!
—¿Y cuántos meses llevan juntos?— pregunta sentándose en la cabecera de la mesa, la misma es de caoba y consta de seis enormes sillas; Marien está sentada enfrente de él mientras que yo estoy a su mano derecha e Imri se encuentra al lado de mí. Ni loca me separaré de él, va y mete la pata.
Encima de la mesa se pueden hallar platos diversos, a simple vista resalta la carne asada, el puré de papa en una bandeja, lasaña y muchas cosas más.
El hombre y yo nos miramos rápidamente antes de responder, —Tres meses— aseguramos en unísono.
Pero miren esa coordinación mental.
—Oh— en un plato toma una pieza de carne de res, en ese mismo instante, noté como Lobito movía la nariz sin parar. El niño entreabre los ojos y separándose de mí mira a su alrededor, parece confundido.