Soy la mamá de un niño lobo, ¿y ahora qué sigue?

Capítulo 23: Llegué a la conclusión de que es mejor la experiencia por sobre todas las cosas

No soy del tipo de persona que dice estar bien cuando no lo está, pero al mismo tiempo, me considero del tipo de persona que omite hablar sobre sus sentimientos y no porque sea toda dark y así, sino que simplemente no hablo de ellos.

Aunque hay una excepción a lo que estoy diciendo; esta excepción tiene nombre y se llama papá. Bueno, no literalmente se llama papá pero ese es el punto, él es mi excepción porque no me entiende, cree que sabe todas las respuestas de mí cuando no es cierto, ¡no me conoce!

Pero ajá, por ahora él no es el tema en esto, lo es Marien.

A pesar de que ella se casó con mi papá cuando apenas comenzaba mi pubertad; ese no fue el momento exacto en el que entró a mi vida, pues no, ella ha estado presente desde antes de mi existencia.

¿Cómo? Sencillo, Marien y mi papá se conocieron cuando la mujer estaba cursando un diplomado y él, bueno, era el maestro del mismo. A partir de ahí, ambos se hicieron amigos, la mujer sentía atracción por mi "encantador" padre, él sin embargo estaba comprometido con mi hermosa madre y al final, nací yo. No obstante, Marien se quedó siendo una allegada de la familia, fue así hasta que diez años después mis padres se separaron y yo me di el lujo de conocerla más.

Porque antes su presencia me era indiferente, no la conocía realmente.

—Dime, amor, ¿te sientes mejor?— no sé qué fue lo primero que me gustó de ella (después de pensarlo dos veces antes de seguir odiándola): o la manera en la que me trataba, o la forma en la que me hablaba. Su voz desfila ternura en todo su esplendor, sin importar que no sea su hija, me trata como una. No tengo claro si es porque me haya merecido ese puesto o por el simple hecho de que no puede concebir.

—Umh— sueno la nariz mientras que estoy sentada en el sofá y comiéndome un tarro de helado de chocolate, Marien es tan mala consolando que siempre compra uno para hacerme sentir mejor sin siquiera intercambiar palabras conmigo. Eso me gusta, no soy de hablar cuando estoy triste, mejor tener la boca ocupada comiendo y ella lo sabe.

—Eto— señala Ra esperando que le dé helado, no pienso cometer el mismo error dos veces; el pequeño se ha mantenido al lado de mí esperando que le dé, es tétrica la manera en la que me mira fijamente —Eto, eto— repite haciendo puchero.

—¿Entonces el niño no puede comer helado de chocolate?— Marien pareció sorprendida cuando le conté —Si hubiera sabido que lo tenías, le habría traído algo a él también.

—Es un glotón— del tarro de helado, tomo una de esas galletas que le ponen y se la doy a Ra, él la toma enseguida —Y bueno, me gusta compartir con el niño; le dije a Imri que me lo dejara.

—Es una criatura adorable— se acomoda en la silla —Dime, ¿no estás interesada en escuchar un Mariconsejo?— se apunta con una sonrisa —Mientras venía, preparé consejos muy buenos acerca de todos los temas, puede ir de "mira a ambos lados antes de cruzar la calle" a "sin gorrito no hay fiesta".

Sí que vino preparada.

—Amh...— ¿qué estaba pensando? Me dejé llevar por mi melancolía, de nuevo —Ya olvídalo— río dándome varias palmadas mentales. Por favor, Marien es mi mamá "adoptiva", claro que no me va a entender. Ella en su vida ha lidiado con niños.

—¿Eh?— levanta las cejas confundida —¿Por qué...?— ay no, me está mirando con una carita triste, ha de estar pensando que nuevamente falló en su misión de hacer sentir bien a su hija postiza.

—Ignora a la Lúa triste. Ella existe, a veces sale y es difícil dormirla de la manera más suave posible: a palazos.

—Entiendo— no puede ser, ¡¿tiene los ojos aguados?! ¡Por eso es que no meto a mis padres en mis asuntos! —Debes pensar que no sirvo para esto.

—Por supuesto que no— miro de reojo a Ra quien se baja del sofá y como siempre se marcha a mi habitación para hacer otra de las suyas —Claro que eres muy buena.

Nosotras quedamos en un largo silencio que parecía interminable, diría que lo único que se escuchaba era el sonido de la cuchara impactando con los alrededores del recipiente. Marien tiene dos miradas: la mirada de gato y la mirada de cachorrito triste; no sé cuál está haciendo ahora pero creo que es una mezcla de ambas.

Lo único tan fuerte que pudo romper el silencio fue escuchar a Ra llorando y saliendo de la habitación, el niño enseguida acudió hacía mí y no dejaba de saltar mientras que emitía unos fuertes y dolorosos gritos, las lágrimas no dejaban de recorrer por su rostro lo que me preocupó al instante, —¡¿Qué pasó?!— para calmarlo me puse de cuclillas enfrente suyo, él a cambio, me enseñó su mano a gimoteos.

Parece que algo le picó en la parte trasera de su mano, lo más seguro es que se haya tratado de una abeja.

—¡Aaah!— gritó en el momento que quise tocarle la herida para sacarle la ponzoña (aguijón) —¡No!— suplicó llorando más fuerte, ay Dios, sé que las picaduras de abejas duelen mucho pero verlo así me pone nerviosa.

—Estate quieto, déjame sacar la ponzoña— por error y ante la negativa de la criatura, terminé lastimándolo; él no quiere que le saque la cosa esa y yo no quiero hacerle llorar más —Ra..., ¡Ra, no te muevas!

—A ver— Marien al observar mi ineficiencia, se arrodilla en el suelo colocándose delante del niño, ella lo toma de los costados de su rostro para calmarlo —Tranquilo, bebé— le da varios besos en la frente —Hay que quitarte la puyita para que no te duela— ese tono dulce..., es el mismo con el que me habla a mí —Cuando te la quite, no te va a doler. ¿Quieres que te la quite?— el pequeño se le queda mirando con duda —¿Sí?

Antes de extenderle su mano, Ra giró la vista hacia mí; aunque no supiera claramente por qué lo hizo, le asentí con la cabeza. Tengo la teoría de que solo buscaba aprobación o algo así.

Desconozco muchas cosas.

—¡Muy bien!— clamó ella al sacarle el aguijón —¡Pero qué niño tan fuerte!— me equivoqué, Marien es muy buena, no puedo decir que logró calmar a Ra pero al menos disminuyó sus gritos y ahora mismo se encuentra sollozando por lo bajo —Ya, mi amor, no llores; ya pasó.




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