Soy la mamá de un niño lobo, ¿y ahora qué sigue?

Capítulo 24: Que Dios se vaya buscando un mejor soldado

Recuerdo que hace un par de años, mamá me recomendó tomar un curso de enfermería por si algún día pasaba por alguna emergencia. Como es obvio, me negué.

Aprender a saturar e inyectar personas no estaba dentro de mis objetivos. Después de todo, la medicina no es mi fuerte; soy mayormente del medio artístico, no por nada estudio diseño gráfico.

Pero aun así, he de admitir que siempre conservo un botiquín de primeros auxilios en la cocina por si ocurre algo; nunca lo había utilizado hasta que este par de lobos llegó a mi vida.

—¡Quédate quieto!— noté como la camiseta de Imri estaba manchada de lo que parecía sangre, así que decidida a hacer una buena obra, se la quité y me quedé boquiabierta al ver cómo el hombre tenía varias mordidas en la parte inferior del cuello y en los hombros —¡¿Qué clase de hermano te hizo esto?!— grité perpleja.

—¡Oye!— reprocha adolorido mientras que intento limpiarle la herida. Con ayuda de un paño le quité los restos de sangre que tenía alrededor de los agujeros —¡No seas tan brusca!

Él no era consciente de lo mucho que le dolían las mordeduras hasta que por fin se tranquilizó.

—Dios mío— no esperaba que estuviera tan herido.

—¡Aah!— y ahí sigue gritando mientras que yo hago lo que puedo, no podré hacer nada si él sigue quejándose a más no poder —¡Lúa!

—¡Me estás poniendo nerviosa!— de haber sabido que se hubiera puesto así, no me habría ofrecido a tratarlo. Tengo límites.

Echando un suspiro, le termino de tapar las heridas con una gasa, no creo que sea suficiente, pienso que lo mejor sería llevarlo con un veterinario.

Sí, un veterinario.

Bien que se peleó como todo un animal salvaje.

—¡Aay!— lanza otro de sus gritos doloridos, pero esta vez no tan fuerte como los anteriores; mientras más largo es el sonido, menor intensidad posee.

—Papi, no llores— le dice Ra quien se ubica enfrente suyo. Como Imri me está dando la espalda, no soy capaz de verle el rostro.

—Ay, por todos los cielos — bien boquiabierta me levanto de la silla e intento mirarle la cara, sin embargo este se niega girándola a otro lado —¿En serio estás llorando?

—¡Claro que no!— reprocha... a lloriqueos.

Nada más hay que observar los lagrimones que tiene en los ojos para saber lo mucho que le duele, qué orgulloso, —Papi, ya— Ra le da varias palmaditas en el brazo —Mami 'ta sanando.

—Mami es mala— enuncia el llorón.

—¿Ah sí?— con una mueca me alejo de él —Entonces sánate tú mismo.

A refunfuños guardé todo y me estaba por marchar a mi habitación cuando él me detuvo, —¡Espera!— bien que sabe lo que le conviene —Al menos deja el botiquín.

Espera, ¿qué?

¡No soy tan mala!

—¡No es mi culpa que seas tan sensible!— mascullo sentándome nuevamente en la silla, esta vez le jalo del brazo para que se coloque enfrente de mí; Ra con curiosidad se acerca y se sienta al lado de su papá —¡No pienso aceptar una pelea más!— sentencio buscando las curitas en el botiquín —¿Crees que esas heridas son malas? Las mías serán peores.

—¿Por qué te molesta tanto?— arquea la ceja un poco hastiado —Después de todo, a ti solo te interesa Ra.

—Te equivocas— suspiro.

Sí, lo hace.

Por más que en un principio definiera a Imri como una piedra en mi camino, tengo que aceptar que me acostumbré a su presencia. No me gusta que lastimen a las personas allegadas a mí; el solo pensarlo me aterra, me hace sentir mal.

¡Mira cómo lo golpearon! ¿Será tonto?

—¿Umh?— levanta las cejas confundido, yo sin embargo no digo nada más y simplemente le pongo las curitas en los rasguños que tiene en el rostro —Lo siento— se disculpa entre dientes —Sí, sí, actué mal; soy consciente de eso— se acomoda en el sofá al ver que ya terminé —Es que estoy harto.

—¿Harto de qué?— no soy la única con problemas.

—¿Alguna vez no te has sentido insuficiente?— ya veo a dónde va esto —El alf... mi papá, de la noche a la mañana decidió no comunicarse con nosotros, solo nos evade como si la manada no dependiera de sus decisiones. Mientras tanto, mi mamá hace lo que cree necesario pero entre tú y yo, sus acciones no son muy apropiadas que digamos; así como la ves, es capaz de armar un pleito entre las manadas del bosque— le creo, oh vaya que sí —Y ni hablar de Onil (con quien me pelee), se está aprovechando de la condición del Alfa para dárselas de mandón.

—Qué desagradable.

—Algo tiene el Alfa, estoy seguro de eso. Lo malo es que cada día que pasa, se está cerrando más y más— rechista arrugando la frente —Nosotros no le estamos dando la oportunidad. Temo que le pase algo.

—¿Quieres mucho a tu papá, cierto?— a pesar de que ellos no hayan actuado como una gran familia feliz, la forma en la que Imri habla de él me confirma el cariño que le tiene.

—Pff— resopla desviando la mirada —Sí, diría que los quiero a ambos. La Alfa no es mala, que te haya tratado así fue mi culpa.

—Lo sé— le doy un pequeño golpe en el hombro —Debiste decirle la verdad.

—¿Acaso mentí?— se coloca la mano en el pecho —Tú me convertiste en tu novio, yo solo te seguí la corriente— sonríe al ritmo de dos palmadas en mi cabeza —Incluso has abusado de mi amabilidad y te has dejado llevar por el gusto; el segundo beso fue mucho más intenso que el primero.

—Oh, llevas la cuenta— me levanto del sofá —Estás tan enamorado de mí.

—Me pregunto qué pasaría si te dijera que sí— se pone de pie acercándose —¿Qué pasaría, Lúa?

¿Qué pasaría si...? No lo sé.

Aunque ahora mismo él no estuviera hablando en serio, imaginar una realidad en donde fuera así, me intriga. Ni siquiera entiendo por qué le estoy dando tantas vueltas a una pregunta tan burlona, ¿acaso... me agrada? Aquí la de las bromas soy yo, a Imri no le luce.

—Toma— dejo caer mi puño contra su cabeza —Imagina este pequeño golpe y multiplícalo por mil, eso pasaría— contesto con una de mis tantas sonrisas.




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