Soy la mamá de un niño lobo, ¿y ahora qué sigue?

Capítulo 28: A mí también me alegra haberte conocido

Capítulo 28: A mí también me alegra haberte conocido.

Imri

Recuerdo cuando no tuve más de otra que aceptar ir a aquella cena, mientras que Lúa conversaba con su padre, su madrastra me habló sobre algo que ya había sospechado desde hace varios días:

La mamá de la chica murió hace un año debido a un infarto en el corazón. Por lo que Marien me contó, ella se culpa de eso por no haber contestado su llamada; lo más triste del caso es que por más que Lúa hubiera estado allí, su madre habría fallecido en lo que llegaba la ambulancia y la llevaban al hospital.

Pero claro, no importa la circunstancia en la que hayan pasado los hechos, la culpa está ahí y no creo que sea tan fácil eliminarla.

Antes de hoy, lo único que me quedaba era mirar como la chica le escribía notas a su madre. Confieso que he muerto de curiosidad por saber qué tanto escribe en su celular, ¿qué dirán tales mensajes?, ¿tratarán de su día a día?, ¿aparecerá mi nombre en algún lugar?

Esas y más preguntas no salen de mi cabeza, estoy lleno de intriga.

—Oye— cuando nuestra conversación terminó y Lúa se separó de mí, la chica caminó hacia la puerta y se paró en la entrada del apartamento. Sus ojos estaban enrojecidos, ella apretó los puños y dijo «no puedo», antes de tumbarse de cuclillas en el suelo. Lleva así por al menos veinte minutos, no había querido molestarla hasta ahora; es suficiente —No te tienes que forzar, tómalo despacio— le digo colocándome también de cuclillas.

—No lo entiendes— enuncia cabizbaja —No sabes por cuánto tiempo he querido hacer esto y-y no puedo...— sintiéndose frustrada, aprieta los puños con fuerza.

—Piénsalo de esta manera— pongo la mano en su hombro —Estás aquí, a la salida de tu apartamento; diste un gran paso.

Digo la verdad. A mí me tomó un par de meses para pensar siquiera en visitar el lugar que Eveling y yo teníamos por especial.

—¿En serio lo crees?— me observa con una pequeña y melancólica sonrisa.

—Por supuesto. Hoy saliste hasta la entrada, si me lo preguntas fue un día bastante productivo.

—Tienes razón— asiente dando un aplauso. Lúa se frota la punta de su nariz con fuerza, se la está dejando toda roja —Ya verás como mañana llego hasta la calle y pasado hasta la casa, ¡ya verás!

—Toma las cosas a tu paso— me alegra ver cómo las pilas que consideraba inagotables, se están volviendo a cargar.

—Gracias— para sorpresa no tan sorpresa mía, ella se acerca y me abraza.

Me podría acostumbrar a esto.

No, ¿a quién engaño? Hace rato que me acostumbré.

—Ignora lo que viste. La Lúa triste existe, a veces sale y es muy difícil dormirla de la forma más pacífica posible: a patadas— se aparta y restándole importancia al asunto se pone de pie para fingir que no ha pasado nada en todo el rato que llevamos solos.

No puede ser.

—¿Quién podría ignorar esto?— me levanto indignado.

—¿Sabes qué? Estoy aburrida— bosteza pasando su mano por mi frente —Ya no tienes fiebre, salgamos por ahí, ¿va?

No comprendo su actitud tan repentina.

¡Estoy...! ¿Cómo se dice...? ¡Estoy! ¡Estoy...!

Era con P, los humanos suelen decirlo... ¡Ah, sí!

¡Estoy perplejo!

Ah no, no suena tan bien.

¡Estoy impactado!

Sí, mucho mejor.

¡Esta mujer me tiene impactado!

—¿Por qué me miras boquiabierto? ¿Qué tanto piensas?— resopla achicando los ojos —Me voy a cambiar de ropa, este atuendo era para ir a la farmacia— cuenta marchándose a su habitación —Ump, espero que no llueva. ¿Qué tipo de ropa uso? Me voy a bañar, hace calor. Que cuando salga, estés listo.

Y yo que creía que íbamos a seguir conectando de una manera menos superficial, por más que nuestra conversación fuera media triste, me gustó hablar con ella acerca de esas cosas. Lúa es alguien con quien puedo conversar, a pesar de que le gusta echar su par de «ocurrencias», me siento en libertad con ella para compartir mis sentimientos; la mujer tiene algo que no había visto en alguien más, la condenada me inspira demasiada confianza.

Es insoportablemente carismática.

Esa es la razón por la que temí tanto de que Fabio le haya contado lo que hice hace un par de años. No me importa que él u otra persona hable de eso con alguien más, no obstante, sí me importa que ese alguien más sea ella. Estoy seguro de que su perspectiva de mí se vería cambiada de saberlo, no quiero que eso suceda.

Por mera coincidencia, conocí a alguien genial y quiero seguir tratando con esa persona que ama tanto a mi hijo.

Sí, ella no lo tiene que saber. Yo no se lo voy a decir ni nadie tampoco lo hará. Primero por encima de mi cadáver.

—¿Qué te parece?— cómo se le hizo costumbre a ella, Lúa entra modelando a la sala y haciendo varias poses como si estuviera en uno de esos actos humanos del que ahora no recuerdo el nombre.

Con las manos en la cintura, ella se coloca enfrente de mí e imagino que dentro de su mente, la mujer finge que soy un fotógrafo.

La ropa que lleva no le queda mal, pero me gustaba más como se le veía la anterior. Ahora ella lleva una camiseta normal metida por dentro de un pantalón jean un poco ajustado. Lo de arriba es gris y el pantalón es azul.

No soy bueno para las descripciones, que no se note mucho.

Pff, apuesto que se le van a quedar viendo.

Y para aclarar, no lo digo por mí. Lo digo por ella, ha de ser incómodo... Aunque para alguien como Lúa, lo dudo, le gusta ser el foco de atención.

Pero pff de nuevo, apuesto que le desagrada. Oh, sí. Apuesto que sí.

Y claro que no lo digo por mí.

—¿A dónde vamos?— ignoro su pregunta cruzando los brazos. Espero que sea un lugar en donde haya comida, que saque la tarjeta mágica.

¿Cómo es que le llama a la Alfa? Suegris.

Que saque la tarjeta mágica del suegris.




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