Existen dos tipos de borrachos:
Los que hacen locuras.
Y
Los que hacen locuras.
Pero, hay algo mucho peor:
Las personas que hacen locuras estando sobrias.
Porque de acuerdo, la primera vez que besé a Imri fue en aquella cena con mis padres, quería demostrar que era «verdad» que estábamos saliendo.
La segunda vez fue para provocar a la Alfa. Estaba enojada por lo del vestido y esa fue mi manera de molestarla.
Pero esta, ¡esta tercera vez!
No había un motivo detrás, simplemente lo besé porque se me salió.
Ajá, él me besó primero, ¡pero yo le seguí la corriente!
Y sí, nunca he dicho que Imri sea un mal besador, no obstante, en esta ocasión fue diferente, se sintió diferente...
¡Maldita sea, me gustó más de lo normal!
¿Será por los tragos anteriores? ¿Por las respiraciones ligadas? ¡¿Por la vocecita seductora de Romeo?! ¡Aash! ¡Maldito DJ!
¡De todos los géneros tuviste que elegir bachata!
—¡Lúa, eref una traidoga!— me grita Pato mientras que Rafa la está llevando en su hombro. La mujer está hasta el tope de borracha —¡¿Por qué tuvi'te que llamarlo a él?!— espeta golpeándolo en la espalda.
—¿Y qué querías que hiciera? ¿Qué te dejara botada?
Dejé a Imri sentado en la mesa, es mejor que nos vayamos antes de que se duerma.
—¡Pue' yo no vine sola!— masculla —¡Muy bien que yo me podía ir con mi cita!
Primero muerta.
—Mejor cállate— le habla Rafa rodando los ojos.
Nosotros salimos del bar y nos dirigimos a su auto, allí, el hombre recuesta a Pato en el asiento trasero. —¡¿Y dónde está mi sábana?!— reclama ella sentándose —¡¿Eh, esclavo?!
Él haciendo miles de muecas, abre el baúl y de ahí saca la típica sábana que usa cada que a la chica se le saca borracha de algún sitio. —Aquí tienes— se la lanza directo en la cara.
—¡Auch! ¡Salvaje!— rechina cubriéndose —¡Bruto!
Ay, Pato. Lo peor es que niegas que te comportas así cuando te pasas de copas.
—¡Duérmete ya, me tienes harto!— cierra la puerta —Y bien— echa un suspiro con un tono más tranquilo —Gracias por llamarme, sabrá Dios qué locuras habría hecho en ese estado.
—¿Me crees capaz de dejarla por ahí?— sonrío mirando de reojo la puerta del bar. Tengo que regresar —Buena suerte llevándola a casa.
—Puedo llevarte si quieres.
—Gracias, pero no. Ando con alguien— sería bien incómodo subirme muy normal tomando en cuenta que finjo que Imri es mi novio. Rafa nunca ha disimulado su casi eterno interés por mí.
—Oh, entiendo— baja la vista —Ese hombre que estaba en la mesa, es tu cita, ¿no?
—Sí...
—¡Oye!— Pato interrumpe bajando el cristal —¡Deja de coquetear con la traidora y llévame a casa!
—Nos vemos— retrocede la cara de la chica con la palma de su mano —Por favor, graba a tu amiga para la próxima.
—Lo tomaré en cuenta— bromeo haciendo un saludo militar.
Cuando la silueta del auto se desvaneció a la distancia, volví a entrar al bar. Imri tenía la cabeza apoyada encima de la mesa y sus ojos estaban entrecerrados, —No te hagas la loca, que tú muy bien que lo sabías— la canción que bailamos se le quedó bien pegada.
—Vamos, Imri. Andando— lo jalo del brazo para que se levante.
—¿Qué?— parpadea varias veces —¡¿No era que nos íbamos a divertir?!— interroga boquiabierto —Espera, ¿dónde está Pato? ¡¿La secuestraron los patos?!
Ni siquiera se dio cuenta de cuando se fue, eso me hace tener una idea de qué tan ebrio se encuentra el pobre.
—No tenía que dejarte con ella— reprocho poniendo su brazo por arriba de mis hombros —Pato no tiene control, ahora veo que tú tampoco.
—Lúa, ¿a dónde me secuestras?— cuestiona caminando —¿Vamos a besarnos o qué?
Dios, que cuando se le quite la borrachera no se acuerde, ¡por favor!
—Vamos a casa— digo en voz baja. Las mejillas se me sonrojaron un poco ante esa posibilidad.
—¡Entonces tendré que transformarme!
—¡¿Qué?! ¡No!— detengo moviéndole los hombros —¡Al apartamento! ¡Me refiero al apartamento!
—Ah.
Imri pesa bastante, el taxista tuvo que ayudarme para meterlo en el vehículo. Era tanto su decaimiento que tuve que cederle el asiento trasero para que se recueste, llegué a casa en la parte de copiloto, cosa que me desagrada.
Tengo las opiniones divididas, no sé si me gusta o no tenerlo así. Los tragos le quitaron lo pesado, pero digamos que el ser gruñón es parte de su esencia y que ahora mismo se comporte tan... borracho, se siente raro.
—¡Ya llegamos!— aplaude entrando a risas.
En momentos como este agradezco vivir en un primer piso.
—Vamos, derechito al cuarto— le tomo del brazo para llevarlo hacia allá —Camina— ¡No se mueve!
—¿Y si no quiero?— el hombre me atrae hacia él jalándome del brazo, cuando ya estábamos lo suficientemente cerca, me rodeó la cintura con sus manos —Lunita, Lunita, ¿dónde estás?— canta riéndose —Es que quiero verte, otra vez.
—Estoy en un dilema— aseguro con las cejas en alto —Ajá sí, vamos al cuarto para ver si la cama te quita la borrachera.
—Ya te dije que no quiero— me aprieta la cintura para provocarme cosquillas.
—Imri, no— intento detenerlo a risas —¡Imri, ya!
—¡Cosquillas!— para que no escape, él me alza por los aires a carcajadas.
—¡Muy gracioso!— forcejeo palmeando sus hombros —¡Cuando me baje de aquí, juro que...!
—Qué ruda— me baja acercándose. Con una mirada coqueta y en un movimiento rápido, él me estampa otro beso en los labios.
Esta vez, yo lo aparté dándole un pequeño empujón que lo hizo caer sentado en el sofá. Con todo lo que está haciendo, no sé si de verdad quiero que olvide todo lo que está pasando, Imri merece recordar hasta la más mínima cosa.
—Ya basta— cruzo los brazos en lo que él recuesta la cabeza en el espaldar del mueble —Ven, vamos; de pie.