Soy la mamá de un niño lobo, ¿y ahora qué sigue?

Capítulo 32: Y es que, lo que es sencillo para muchos; es una odisea para otros.

Desperté con la cara estampada en el pecho de Imri y la pierna encima de su cuerpo, me sorprende que a diferencia de la vez pasada, no se haya despertado; recuerdo que cuando estábamos en el bosque, me apartó de una manera no muy agradable que digamos.

El hombre sí que se dio una borrachera tremenda. Dios mío, estoy sin palabras.

—Imri— le llamo con una bandeja en las manos. Su sueño es tan profundo que sus ronquidos se escuchaban hasta la puerta de la habitación —¡Oye!— coloco el objeto sobre una mesa cercana —¡Despierta!— le muevo hasta que logro que abra los ojos con desgana.

—Umm— se queja haciendo un montón de muecas —¿Qué...?— arruga la frente poniéndose la mano en la cabeza —Aahg— rechista adolorido.

—Imagino que sientes resaca— pongo las manos en mi cintura —Hice sopa, cómela antes de que se enfríe; te ayudará con los malestares.

—¿Quién se murió?— se sienta moviendo el hombro izquierdo, él hace esto con una mueca.

—Mis ganas de salir a beber contigo— reprocho sentándome a su lado.

—¿Y eso por qué?— parece que no lo recuerda gracias al cielo —¿Es de pollo?— toma la sopa de la bandeja y la olfatea unos segundos.

—Sí...— ¿de verdad no se acuerda de nada?

—No debí llevarme de Pato— lamenta comiendo —¡Aay!, qué dolor de cabeza.

—Termina para darte algo contra la resaca— me acuesto bocarriba.

Y contra la amnesia. Soy de cambiar de opinión, ¿de acuerdo? Quiero que se acuerde de todo lo que hizo.

¡Me besó dos veces! O sea, tiene que acordarse.

—Tuve un sueño bastante extraño— ¿será? —No podía ser más loco.

—¿De qué trataba?— vuelvo y me siento.

—Que a Pato la secuestraban una bandada de patos.

Debe estar bromeando.

—Sí, fue una de las cosas que mencionaste anoche— mascullo.

—Qué vergüenza— se lleva una cucharada a la boca —¿Por qué estoy desnudo?

—Ah, te dije que te quitaras la ropa antes de dormir. Es de muy mal gusto dormir con ella.

—¿Por qué los humanos tienen tantas reglas?

Él me preguntó lo mismo anoche.

Imri se limita a comer. El silencio en la habitación es incómodo; no sé qué decir ni hacer, así que por lo mismo, me volví a tirar en la cama y me dediqué a observar el techo.

Pasados unos minutos, él dejó el plato vacío sobre la mesa, —Oye...— llama de repente con una voz pausada —¿Qué pasó anoche?

¿Umh?

—¿De qué hablas?

—Sabes bien— contesta mirándome con los ojos enormes —¿Qué tanto dije?

1)Contarle todo.

2)No contarle todo.

En ambas opciones está decirle una pequeña parte de la historia, ya que vamos, no me iba a contener durante tanto tiempo.

—Que me amas y quieres casarte conmigo.

—Hablo en serio— me jala del brazo para que me siente —¿Qué cosas hice?

—¿Te suena eso?— le lanzo un beso por el aire —¡Muah!

—¿Yo te besé...?

—Dos veces para ser exacta— hago un dos con los dedos.

—No puede ser posible.

—Y dijiste: «qué bueno que te gusta estar conmigo, porque te quiero mucho, Lúa»— dramatizo con la mano en el pecho —Capturaste mi corazón.

—Sí, creo que dije algo parecido— susurra impactado —Y que te besé dos veces...

No mencionaré lo que dijo acerca de la soledad que sentía, tampoco lo quiero incomodar más de la cuenta.

—Acepto— me burlo a carcajadas simulando una boda.

—Ya basta— rechina con las mejillas levemente ruborizadas —Solo... ¡Solo olvida lo que dije!

—¿No recuerdas la mejor parte?— me acerco abrazándolo —Quisiste que durmiera aquí, junto contigo— le hablo al oído —Porque si no, dormirías en mi cuarto.

—Debes estar...— se levanta y olfatea la cama, al parar, Imri me contempla boquiabierto.

—¿Para qué olfatear la cama si te puedes oler a ti mismo?— jugueteo pícara.

—¿Qué?— se revisa los brazos —¡Te me volviste a subir encima!— reclama indignado —¡Con razón me duele el hombro!

—Que mala elección de palabras— río poniéndome de pie —Ya que recuperaste la energía luego de una «cariñosa» noche, ¡¿por qué diablos no te levantas y buscas a Ra?!

—Oh, claro. Con razón me hiciste sopa, ya sabía yo que ese gesto tuyo era demasiado raro— rechista desviando la mirada.

Si él piensa que lo hice por eso, no debí hacerle nada.

—¡¿No crees que tres días son suficientes?! Apuesto que ya ni siquiera se acuerda de mi rostro— no entiendo a los niños, es probable que eso suceda —¡Levántate de ahí!

—Tenía planeado buscarlo hoy, pero con la resaca que tengo, uff— se acuesta con desgana —Se quedará para mañana.

—¿No te da «cosa» tener a tu hijo tan lejos de ti?— me quejo cruzando los brazos.

—¿Qué sabes tú?— acomoda la almohada debajo de su cabeza —Déjame dormir un poco más.

—¡Imri!— insisto poniéndome de rodillas al lado suyo —¡No es justo!

—Ah, ¿por qué los humanos no han creado un control para bajar el volumen de la voz de las personas?— bosteza cerrando los ojos.

—¡Empezarían contigo, lobo haragán!— me acuesto a refunfuños —Dijiste que a veces era insoportable, quiero que sepas que tú lo eres más.

—¿En serio dije eso?— lanza una risotada —Prometo jamás pasarme de copas.

—También dijiste que te gustaba como era— sonrío burlona.

—Es una pequeña posibilidad.

¿Cómo que pequeña posibilidad? Es verdad que ni loco admite sus verdaderos sentimientos.

¡Es tan insoportable!

Y dice que soy la insoportable, no lo supero.

—Vamos, di que me quieres— me aproximo y le estiro ambas mejillas con fuerza —¡Tenías que haberlo dicho sobrio! ¡Que estuvieras borracho le quitó validez al asunto!

—¡Oye!— forcejea conmigo para que lo deje en paz.

Oh, no se va a librar de mí, ¡ya me enojé!

—¡Vamos, no se te va a salir un pulmón por hacerlo!— grito subiéndome encima de su panza —¡Te quiero, Lúa!




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.